VIENTOS DE INDEPENDENCIA
(1810-1811)
MSc.
Richard José Lobo Sivoli
Mérida, Venezuela
histomil1813@gmail.com
Resumen
Los
dos primeros años que sucedieron aquel memorable 10 de abril de 1810 fueron de
intensa actividad para aquellos hombres que se propusieron como meta ser los
arquitectos de una república independiente de la corona española. El orden en
que vivía los habitantes de la capital de la Capitanía General de Venezuela fue
sacudido drásticamente en lo político, social y militar, este acontecimiento
impulsaría el rompimiento definitivo de una estructura histórica marcada por
trecientos años de dominio español.
Palabras claves:
Independencia, Venezuela, España, política, sociedad, guerra, ejércitos.
El nacimiento de una República
A
finales del siglo XVIII y principios del XIX, las repetidas conspiraciones e
insurrecciones fueron creando las condiciones objetivas y subjetivas para
desencadenar un proceso de luchas por las reivindicaciones políticas y sociales
en la América Meridional. Desde la rebelión de los Comuneros (1781); la
insurrección de José Leonardo Chirinos (1795); la conspiración de Gual y España
(1797); la conjura de Francisco Javier Pirela (1799); la Expedición Libertadora
de Francisco de Miranda (1806); y la conspiración de los mantuanos (1808),
lograron preparar los escenarios para que se generan dos hechos importantes en
la historia venezolana, la proclamación de la independencia el 19 de abril de 1810
y la firma del acta de la independencia del 5 de julio de 1811. Posteriormente
siguieron estos vientos de independencia Argentina (mayo 1810), actual Colombia
(julio 1810), Paraguay (mayo 1811), Chile (septiembre 1810), México (septiembre
1810), y Perú (julio 1821).
Los
hombres del 19 de abril provenían en su mayoría de familias ligadas a la
aristocracia criolla, quienes incrementaron sus fortunas gracias a la disolución
del monopolio de la compañía Guipuzcoana y a la creación del Real Consulado de
Caracas (1793). Este grupo de señores se dedicaban en su mayoría al comercio
del Cacao, rublo que a finales del siglo XVII y gran parte del siglo XVIII fue
nuestra principal fuente de exportación, convirtiéndose este dinamismo
económico uno de los principales motores para la formación y consolidación de
la aristocracia local. Fedérique Langue (2000) afirma que:
En el
caso venezolano, la definición de las élites, y más cuando nos acercamos a las
postrimerías del siglo XVIII, comporta un elemento algo negativo: en numerosos
documentos y actas de sesiones, los representantes de los mantuanos
estigmatizan o a sus competidores – los españoles “europeos”, o sea a los
peninsulares – o a los estratos inferiores de la sociedad colonial. (p. 63)
El
matiz de las relaciones entre los criollos y los peninsulares a principio del
siglo XVIII ya estaba definido, unos controlaban el poder económico y los otros
el poder político y jurídico. Al pasar el tiempo los criollos ya estaban es
postura de desafiar el poder político de los hispánicos e incluso su control en
el estamento militar iba en franca decadencia producto de los mandos criollos presentes
en las milicias.
Luego
de la ocupación del territorio español por los ejércitos napoleónicos (1808);
el 25 de septiembre de 1808 en Arajuez, se instaló la Junta Suprema Central y
Gubernativa del Reino, la cual asumió las riendas del reino mientras estuvo
ausente el rey Fernando VII. Luego dos años después, en Caracas el 19 de abril
de 1810, se erigió la Junta Suprema de Venezuela Conservadora de los Derechos
de Fernando VII, la cual gozando de poderes extraordinarios y depone de sus
funciones a las autoridades peninsulares.
Con
esos hechos, por tanto, en 1808 y 1810 tanto en España como en Hispanoamérica
se dio inicio a sendos procesos constituyentes que desembocaron en la sanción
de la <<Constitución
Federal para los estados de Venezuela>> en
diciembre de 1811, y unos meses después, en marzo de 1812, en la sanción de la <<Constitución
de la Monarquía Española>>;
ambas producto de la revolución hispano americana, iniciada así, veintidós años
después de la revolución francesa y treinta y cinco años después de la
revolución norteamericana. Esos tres procesos políticos fueron, sin duda, los
más importantes del mundo moderno, dando inicio a una transformación radical
del orden político constitucional hasta entonces imperante del antiguo régimen.
(Brewer, 2011, p. 47)
Los
acontecimientos generados el 19 de abril de 1810, sin duda alguna dan paso para
la construcción de una nueva nación, a pesar de que fue un instrumento de la
aristocracia criolla contra la autoridad colonial para hacerse del poder. Brewer-Carías
(2012) en otra de sus obras continúa explicando lo siguiente:
En
todo caso, en Venezuela, en medio de la situación de ruptura total que existía
entre las Provincias de Venezuela y la Metrópolis, se realizaron las elecciones
del Congreso General, en las cuales participaron siete de las nueve Provincias
que para finales de 1810 existían en el territorio de la antigua Capitanía General
de Venezuela, habiéndose elegido 44 diputados por las Provincias de Caracas
(24), Barinas (9), Cumaná (4), Barcelona (3), Mérida (2), Trujillo (1) y
Margarita (1). Dichos diputados electos formaron la “Junta General de
Diputación de las Provincias de Venezuela”. (p. 122)
El
Congreso permitió que se fueran generando las condiciones para la conformación
de la República, el 5 de marzo de 1811 se nombra a tres ciudadanos para ejercer
el Poder Ejecutivo; Cristóbal Mendoza, quien sería el primer jefe del Ejecutivo
(se encuentra fuera de Caracas y es suplido interinamente por Manuel
Moreno de Mendoza), Baltasar Padrón y Juan de Escalona. Se establece además una
Alta Corte de Justicia. No pasó mucho tiempo para que se consumara lo iniciado
un año atrás, el 5 de julio de 1811 se aprobó la Declaración de Independencia germinando
así una nación denominada Confederación Americana de Venezuela (2012, p. 124), la
cual tuvo su asidero legal el 21 de diciembre de 1811, “bajo la inspiración de
la Constitución de los Estados Unidos y de la Declaración Francesa de los
Derechos del Hombre, la primera constitución latinoamericana, Constitución
Federal para los Estados de Venezuela” (2012, p. 134).
Este
ensayo por crear una República independiente fue fuertemente criticado por
aquellos criollos que vivían siguiendo las leyes naturales que ponían a la
cabeza a un rey o enviado de Dios para signar el camino a sus súbditos. Para la
época un connotado crítico de los hombres del 19 de abril fue el doctor José
Domingo Díaz (2012), quien afirmaba ya a finales de 1812, lo siguiente:
Entretanto
la situación de Caracas era la más lamentable. A los estragos y miserias
causados por el terremoto se había unido una calamidad no conocida desde el descubrimiento
y la civilización de aquellos países. Faltaba la moneda; el papel había llegado
a un descrédito tal que no circulaba a dos mil por cien de pérdida, su valor
era imaginario. Los pueblos que proveían aquella capital estaban en
incomunicación con ella, bien por no recibir semejante numerario, bien por el
horror que les inspira la catástrofe, y los demás, ocupados por las armas
españolas, lo estaban aún con más extensión. El hambre se dejó ver con todas
sus formas por primera vez en un suelo que parecía exento de ella por la
naturaleza, y alimentados universalmente con la verdolaga que se recogía por
entre las ruinas, muy pronto apareció la disentería. (p. 36)
En
medio de la difícil situación en que se encontraba Venezuela en 1812 a raíz del
terremoto y la invasión de Monteverde, los sucesos se precipitaron trayendo
como consecuencia la capitulación firmada por el Generalísimo Francisco de
Miranda el 24 de julio de 1812 que daba por terminada la Primera República.
José Domingo Díaz (2012) describió de esta manera a los protagonistas del 19 de
abril:
(…) el
que por su talento no esperaba figurar en el gobierno español, el que por sus
deudas era reconvenido y aguardaba ser perseguido por sus acreedores, el vago
disoluto que por sus delincuencias veía la espada de la justicia sobre su
cabeza, detenida únicamente por la benignidad del gobierno; el disipado que en
juegos y pasatiempos perdía cantidades mayores que sus rentas, el ambicioso
para quien era pequeño su rango; el presumido que en medio de miserables
conocimientos se creía capaz de mandar grandes Estados; el incauto que, sin
reflexión, esperaba en promesas un nuevo orden de cosas capaz de nuevas
prosperidades; estos fueron los agentes de aquel vergonzoso día. (p. 65)
Después
de la capitulación se sometió a juicio a los ciudadanos que fueron involucrados
en la insurrección, Bolívar logró salir de Caracas en exilio hacia Curazao gracias
a la intervención de un viejo amigo de la familia llamado Francisco Iturbe. Sus
días en la isla fueron terribles, en su propia letra decía “yo me hallo sin
medio alguno para alimentar mi vida, que ya comienzo a ver con demasiado hastío y hasta con horror" (ADL, 1812, d. 66). A principios de noviembre de 1812, Bolívar se embarcó rumbo a
Cartagena acompañado de algunos patriotas que también se encontraban en el
exilio; como Ribas, Briceño Méndez, Tejada, entre otros. Fueron largos días y
noches lidiando contra el hambre y la miseria, pero su mente y espíritu se
alimentaban de pensamientos y reflexiones sobre lo ocurrido con el primer
intento de fundar la República libre.
Arribó
a Cartagena de Indias en octubre
de 1812[[1]] y de inmediato como hombre de armas,
ofreció sus servicios militares a los neogranadinos, quienes habían seguido el
ejemplo de Caracas abrazando la idea independentista. Al habérsele hecho un
estudio de sus méritos y la validez de su grado de coronel, el jefe del Poder
Ejecutivo de la provincia, don Manuel Rodríguez Torices, lo designó para ocupar
una plaza como oficial bajo las órdenes del coronel francés, Pedro Labatut;
pasando de inmediato a comandar las guerrillas de Barrancas a orillas del río
Magdalena (Cova, s/f, p.77). La formación del carácter del futuro genio de
América aún debía soportar nuevas pruebas, pues su jefe, Labatut, conocía de
los sucesos en Venezuela y era amigo personal de Miranda, con quien llegó al
nuevo continente ejerciendo por algún tiempo la piratería en el Caribe. El
coronel Labatut de inmediato sintió el recelo y desconfianza por el joven
caraqueño.
El 15
de diciembre de 1812, Bolívar publicó en Cartagena de Indias “Memoria dirigida a los
Ciudadanos de la Nueva Granada por un Caraqueño”, mejor conocido como
“Manifiesto de Cartagena”, donde explicó las causas de la pérdida
de la primera República en Venezuela. De este célebre documento podemos
resaltar lo siguiente:
a) Destaca
la excesiva tolerancia asumida por el gobierno con la ciudad subalterna de
Coro, la cual no aceptó la legitimidad del nuevo orden republicano,
declarándose como ferviente enemiga de la causa libertadora.
b) La falta
de voluntad de los gobernantes para aplicar las leyes como factor determinante por
la salud de la patria, pues se cometieron atroces delitos acompañados de un
perdón indigno.
c) La
deficiente organización del Estado que afectó directamente la formación de una
fuerza armada bien adiestrada, pues existían cuerpos de milicias
indisciplinadas en lugar de ejércitos instruidos para la batalla y la vida
castrense. Bolívar pensaba que la
República necesitaba más que hombres pagados a ciudadanos
bien dispuestos y preparados para proteger la patria cuando ésta estuviese en
peligro.
d) La
falta de unidad entre los venezolanos hizo que las provincias se distanciaran
aún más. El Congreso Federal le concedió a Caracas el noble puesto de ser la
capital, lo cual despertó recelo entre las otras, en especial la provincia de
Valencia.
e) La
naciente República se vio ahogada por el incremento desmedido de la burocracia
y de las rentas públicas, pues se debía pagar a una gran cantidad de
funcionarios, oficinistas, secretarios, jueces, magistrados, legisladores,
entre otros; cuyo monto fue imposible cancelar a pesar del establecimiento del
papel moneda, el cual los pueblos se vieron reacios a aceptar.
f) La
naturaleza también jugó un papel significativo como causa del desmoronamiento
de la República ,
ya que el 26 de marzo de 1812 un terremoto azotó cruelmente a Venezuela, siendo
Caracas una de las provincias más afectadas. Esto repercutió indiscutiblemente
en la moral de los ciudadanos quienes fueron objeto de la más vil manipulación por
parte del clero católico, pues unos curas apátridas y otros extranjeros
utilizaron este trágico momento para avivar el descontento del pueblo y
llevarlos a la sublevación. Acontecimientos que se hubiesen contrarrestado
contado con un gobierno sólido, que actuase rápido, dándole respuestas al
pueblo en tan grave situación.
g) El
Libertador insistió en criticar al sistema federal adoptado. Sin duda, este
régimen podía brindar felicidad a cualquier sociedad, pero en nuestro caso sus
postulados resultaban contrarios para un Estado naciente. La nueva República
debía organizarse sobre bases sólidas que solamente podría ejecutar un Estado
unitario y articulado con todas las provincias (ADL, 1812, d. 112).
La
intensión de Bolívar era hacer comprender a los neogranadinos que lo ocurrido
en Venezuela, tarde o temprano pasará en su país; si no obran juntos en el
saneamiento del gobierno y la derrota definitiva de los españoles. El destino
de la Nueva Granada está íntimamente ligado al de Venezuela.
La Nueva República en Armas
En julio de 1810, la recién formada
Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII publicó un documento sobre
la Organización Militar para la Defensa y
Seguridad de la Provincia de Caracas, el cual plantea un novísimo sistema
de organización militar producto de un profundo análisis sobre la importancia geoestratégica
de la nación y de sus innumerables riquezas económicas. Prestó especial
atención para que el ciudadano una vez cumplido con su deber de defender la
patria, debía volver inmediatamente a sus tareas cotidianas, garantizando así
que el aparato productivo de la provincia no se detuviera (Grases, 1967, p.p. 5-15).
El territorio comienza a fraccionarse, no
todas las provincias de la Capitanía estaban unidas al grito libertario de los
hombres del 19 de abril. Maracaibo y Guayana aún se mantenían fieles a los
preceptos españoles y dudaban de las intenciones de los capitalinos, la
población de Coro y su gobernador el brigadier Ceballos se mantenían en total desobediencia
por lo determinado en Caracas. Para hacer entrar en razón a los sublevados en
Coro fue enviado el general en jefe, marqués del Toro, con un ejército
compuesto por una división del batallón de pardos de Valencia, la compañía de
caballería del Pao y reforzado con piquetes de cañones y artilleros. Según
Grases (1967) para esta operación se contaba con el apoyo del coronel don Luis
Santineli, jefe de la vanguardia; el teniente coronel Leandro Palacios al mando
de la 3ra división; el teniente coronel don Juan Paz del Castillo
comandante de la 2da división; el capitán don Tomás Montilla
(caballería); y el capitán don Diego Jalón (artillería). Nombres que serán
recordados años después en el mismo Ejército Libertador de Simón Bolívar (p.p.
17-22).
Esta primera incursión del ejército
patriota terminó siendo infructuosa. El propio capitán Diego Jalón en su parte
dirigido al Comandante General del Cuerpo expresa lo siguiente:
Nuestra
retirada hará honor a su General y pequeño cuerpo ejército de 1.600 hombres que
rodeado de 6.000 enemigos de infantería y caballería, obstinados en
destruirlos, una cuantiosa artillería inesperada, unos caminos intransitables y
unos terrenos tan estériles, desviaron de envolver, si éste no hubiese sabido
superar cuantos obstáculos se le han presentado. (p.34)
Excelente descripción hecha por el capitán
Jalón, en estas cortas líneas de su parte señala los aspectos determinantes que
se encontraron en los campos de batalla: factor sorpresa, amplio conocimiento
del terreno donde se dirige la operación y el cálculo de los recursos empleados
en el combate. Tal vez el marqués del Toro no previó estos elementos en su misión.
José Domingo Díaz (2012), lo describe así:
El
marqués del Toro mandaba en jefe este ejército; el marqués del Toro, que siendo
un simple particular había comenzado su carrera militar por el empleo de
coronel del batallón de milicias de Blancos de Aragua, y cuya incapacidad en su
profesión le hacía nulo aun para mandar una compañía, sin embargo de la banda
de mariscal de campo con que le había distinguido aquel gobierno. (p.24)
Poco tiempo después ocurre otro
incidente con sesenta naturales de las islas Canarias, quienes alzando sus
voces con “vivas al rey, y mueran los traidores”, pretendieron tomar por
sorpresa a la junta caraqueña. Estos acontecimientos desde luego eran
preocupantes para los patriotas que no querían cometer errores y comprometer
los esfuerzos que se estaban haciendo para consolidar la república.
Debido a esto los integrantes de la
Sociedad Patriota enviaron una serie de razonamientos al Supremo Gobierno; y
entre ellos, el 1 de octubre de 1811, hacen saber sobre su inquietud al peligro
que representa concentrar todo el poder militar en los hermanos Ayala y por
otro lado, la inminente necesidad de aumentar la fuerza armada “en número y
disciplina, o por decirlo de una vez, el pueblo de Venezuela en masa debería
armarse por defender su independencia y veríamos entonces renovarse entre
nosotros los maravillosos triunfos que ilustran la historia de los pueblos
libres” (Grases, 1967, p.p.50,51). Sobre estas reflexiones hechas por la
Sociedad Patriótica, el gobierno sólo contestó que las tomaría en cuenta.
Mientras tanto, se seguían desarrollando
acciones que desde luego necesitaron de la intervención decidida y enérgica de
un aparato militar que lograse mantener viva las esperanzas de los patriotas. En
Valencia, el 13 de agosto de 1811 se levantaban los estandartes de Castilla y
el pueblo en general entraba en rebelión a favor de corona española. Díaz
(2012), afirma que: “Aquella operación había sido concebida y ejecutada por
hombres de otra capacidad, por muchos honrados blancos naturales del país, por
los vizcaínos avecindados en él y por un gran número de mulatos” (p.27).
Como consecuencia del fracaso del
marqués del Toro en suprimir esta revuelta, el Congreso decide designar como
comandante y poner al frente de todos los procedimientos militares a don
Francisco de Miranda. En esta operación recibe su bautismo de fuego el coronel
Simón Bolívar, aunque algunos biógrafos del Libertador difieren, la mayoría
coincide en que el general Miranda no estaba dispuesto a dar la autorización
para que el coronel Simón Bolívar comandase un batallón. El Dr. Fernando Falcón
(2006) nos explica esta situación de la siguiente manera:
Este
incidente es narrado de forma más o menos unánime por la gran mayoría de los
biógrafos del Libertador. Tienen su origen en comentarios que le hiciese
Cristóbal Hurtado de Mendoza a Rafael María Baralt, los cuales fueron
ratificados por Francisco Javier Yánes y luego reproducidos en el Resumen de la
Historia de Venezuela (…) Los memoristas de época como Briceño Méndez y O´Leary
también incluyen esta anécdota como parte de sus recuerdos personales (…) A
pesar de la unanimidad de los biógrafos en relación con el incidente no hay
acuerdo en relación con la forma en que Bolívar marcha a la campaña. Para
algunos, participó en la misma como edecán del marqués del Toro, cargo éste
bien poco airoso para un coronel. Otros consideran que debido a que Bolívar
solicitó ser juzgado en Consejo de Guerra, Miranda accedió a que marchase a la
cabeza de su unidad. Los diversos acontecimientos de la campaña permiten
suponer que esta ultima versión es la más válida aunque, paradójicamente, la
menos acogida por los biógrafos del Libertador. (p.128)
Finalmente
sobre este tema agrego que el historiador venezolano Augusto Mijares (1987), no
asegura en ningún momento que Bolívar fuera edecán del marqués del Toro; al
contrario afirma que combate como jefe del Batallón Aragua:
(…) los
rebeldes de Valencia lograron derrotar al Marqués del Toro, a quien una vez más
confió el ejército el gobierno. Entonces se organizó una expedición al mando de
Miranda, y Bolívar hizo de ella sus primeras armas, ya de Coronel y como Jefe
del Batallón Aragua. El General Miranda, que según el escocés Semple, entonces
en Venezuela, “se expuso él mismo considerablemente”, cita por tres veces a
Bolívar en sus partes al gobierno: para indicar que con don Fernando del Toro
–que quedó herido y para siempre inválido– atacó el 23 de julio los dos puntos
en donde el enemigo se había hecho fuerte; entre los oficiales que
sobresalieron en esa acción; y, el 13 de agosto, para anunciar que “se ha
distinguido en las diversas funciones que ha tenido a su cargo” y que, en unión
del Capitán Francisco Salias, lleva al Ejecutivo informes verbales. (p.204)
Lo
cierto fue que Bolívar participa en esta contienda que presentó resultados
pocos favorables para el cuarto marqués del Toro, quien resultó herido en una
pierna tras recibir una carga de metralla; esto lo imposibilitará de por vida y
por ende tuvo poca participación en los acontecimientos venideros. Por su
parte, Miranda lanzó su proclama a los valencianos, donde entre otras cosas,
destacó la misión del ejército que asistió de inmediato a Valencia para guiarla
por el camino correcto de la libertad, tranquilidad y el orden, donde la moral
es base fundamental del establecimiento de la sociedad y el respeto hacia la
religión que hace bueno a los ciudadanos (Grases, 1967, p.p. 55-57).
España
contrariada con los sucesos de una de sus provincias más importantes, resuelve
con enviar desde la isla de Puerto Rico una compañía de marina comandada por el
capitán de fragata don Domingo de Monteverde, con la misión de pacificar la
insolente provincia. Sobre la cantidad de efectivos que conformaban las tropas patriotas
Díaz (2012) afirma que para “el Jueves Santo, 26 de marzo de 1812, el ejército
sedicioso de Venezuela contaba de cinco mil hombres, divididos en dos cuerpos,
uno de tres mil, llamado Ejército de Operaciones, y otro de dos mil, conocido
con el nombre de Reserva” (p.30).
Por
otro lado, el terremoto del 26 de marzo de 1812 significó un golpe duro para
los patriotas ya que los contrarios utilizarían esta afrenta natural como un
designio del todo todopoderoso. Pero a pesar de este desafortunado embate por
parte de la naturaleza, la lucha por la libertad se mantuvo más viva que nunca.
De Austria (1960) dice que:
Al
siguiente día, 30 de abril, ya estaban organizadas tres divisiones de las
mejores tropas que quedaban en la República, y empezaron a marchar aquel mismo
día por la ruta de los valles de Aragua (…). El Batallón 1° de línea, a las
órdenes de su comandante, coronel Antonio José Urbina; el 2° de línea, a las
del teniente coronel Ramón Ayala, gravemente contuso en el terremoto; el
Batallón de milicias de blancos, a las del comandante Adriano Blanco; el
Batallón de pardos, a las del comandante Carlos Sánchez; el Batallón de
morenos, a las del comandante Francisco de Paula Camacho; el Batallón
Barlovento, a las del coronel José Félix Ribas; el Batallón del Sur, a las del
coronel Antonio Alcover; el Batallón del Hatillo, a las del comandante Manuel
Escalona; el Batallón de Zapadores, a las del teniente coronel Béniz; la
artillería, con la dotación de diez piezas de campaña, a las del coronel Manuel
Cortés; dos escuadrones de caballería, a las de los comandantes José Laso y
Antonio Solórzano; algunas compañías de los agricultores de caballería e
infantería, mandadas por los capitanes Francisco Tovar y José María Ustáriz, y
un piquete de extranjeros bajo las órdenes del coronel Ducaylá. Marchó, además,
un número de oficiales y jefes sueltos para el ejército. (p.p.300-301)
La
estrella de la victoria no siempre acompañó al generalísimo en esta empresa por
mantener la República, las derrotas sufridas en Carora y Guayana fueron
mermando la moral en el ejército de Miranda.
Mucho
se ha criticado a Miranda por su táctica defensiva y mucho se la criticaron
entonces los oficiales venezolanos, pues ninguno de ellos se explicaba como
disponiendo de un número muy superior de tropas al de Monteverde, optaba por la
inactividad en cambio de tratar de destruir en un ataque inmediato. Esta
extraña conducta no carecería de serios fundamentos. Miranda vio en San Carlos
que la batalla se decidía porque sus tropas se incorporaban a los ejércitos
enemigos, y en la acción de Los Guayos, donde los republicanos disponían de
4.000 hombres, no pudo evitar que más de la mitad de los mismos, al avanzar de
Monteverde, se negara primero a hacer fuego y después abandonara las filas para
unirse a las tropas realistas. Miranda optó entonces por la defensiva, con el
fin de conservar sus posiciones esenciales mientras trataba de obtener ayuda
militar de Inglaterra.
(Liévano, 2005, p. 69)
Para
culminar con este cuadro desafortunado para la causa patriota, se debe dar
especial atención a lo ocurrido luego de que el coronel Simón Bolívar es
enviado a la Plaza de Puerto Cabello como comandante político-militar y
sub-delegado de las rentas nacionales.
Sobre el actuar del coronel como comandante
de esta plaza se ha dicho mucho. Bolívar nunca logró ganarse la simpatía de los
pobladores del Puerto, por lo que debió adoptar medidas de rigor hacia sus
habitantes a fin de someterlos a las leyes de la nueva República. El efecto de aquella
actitud asumida por el comandante de la plaza no tardó en dejarse ver, pues los
mismos pobladores lo comenzaron a apodar “el tirano” (p.70).
La
situación se salió de control el 30 de junio sucedió lo inevitable. Los
prisioneros allí recluidos se levantaron en armas ayudados por indignos
oficiales patriotas y enarbolando una bandera roja. El líder de la revuelta fue
Francisco Fernández Vinoni, contaba con 100 hombres de la guarnición, el apoyo
de los presos y muchos ciudadanos partidarios de los realistas del Puerto, así
logró reunir más de 200 combatientes. En medio de tal situación, Bolívar ordenó
la rápida acción de las tropas aún leales a su mando, pero militarmente era
difícil o casi imposible resistir a tan feroz embate, pues el Castillo de San Felipe
además de estar blindado con poderosos muros, servía de almacén para los
víveres, armas y municiones de la Plaza (p.71).
Son conocidas las constantes
comunicaciones que el coronel Bolívar le dirigió al generalísimo, explicándole
sobre la comprometida situación en que se encontraba en aquella plaza, además
de los partes que le enviaba solicitando refuerzos para poder contener y
suprimir la sublevación que se estaba dando.
En
muy distinta posición se hubiera encontrado el coronel Bolívar y la importante
plaza que mandaba si el Generalísimo hubiera aceptado el plan que antes le
había propuesto y recomendado con mucho encarecimiento aquel jefe, que en
sustancia era que le mandase al puerto de Choroní una columna de tropas bien
equipadas, en cuyo puerto se embarcarían en los bergantines de guerra el Argos
y el Celoso, y en otras embarcaciones pequeñas y trasladadas a Puerto Cabello,
emprenderían un rápido movimiento por la retaguardia del enemigo, que combinado
con el grande ejército de los independientes que tenía a su frente, habría sin
duda producido grandes y seguras ventajas.(De Austria, 1960, p.324)
Tiempo
después con el coronel Bolívar inactivo militarmente en aquella hora crucial,
el desenlace final de la
Primera República se estaba consumando en Maracay. El 24 de
julio de 1812 se daba el toque final de la Capitulación de San
Mateo, armisticio aconsejado a Miranda por el Marqués Casa León y llevado a sus
últimas consecuencias por sus designados José Sata y Bussy, y Manuel Aldao. El
generalísimo la acepta tal cual como Domingo Monteverde lo esperaba y de esta
manera fueron aplacados los primeros vientos de independencia.
Referencias
Documentos
Catálogo
Digital del Archivo del Libertador Simón Bolívar (ADL) disponible en http://www.archivodellibertador.gob.ve
Bibliografía
Brewer
Carías, Allan R. (2012). Documentos Constitucionales de la Independencia.
Caracas: Editorial Jurídica Venezolana.
Brewer Carías, Allan Randolph. (2011). Los inicios del proceso constituyente
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Cova, J. A. (s/f). El Súper Hombre. Vida y Obra del Libertador.
Caracas: Distribuidora Escolar S.A.
De Austria, José. (1960). Bosquejo de la Historia Militar
de Venezuela. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional
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Díaz, José Domingo. (2012). Recuerdos de la rebelión de Caracas.
Caracas: Fundación Biblioteca Ayacucho, N° 9.
Falcón, Fernando. (2006) El cadete de los valles de Aragua.
Caracas: Universidad Central de Venezuela.
Grases, Pedro. (comp.) (1967). La Forja de un Ejército. Documentos de
historia militar 1810-1814. Caracas: Instituto Nacional de Hipódromos.
Langue, Frédérique. (2000). Aristócratas, Honor y Subversión en la
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Liévano
Aguirre, Indalecio. (2005). Bolívar.
La Habana: Editorial José Martí.
Mijares, Augusto. (1987). El Libertador, Caracas: Ediciones de la
Presidencia de la República.
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