BOLÍVAR LIBERTADOR
MSc.
Richard José Lobo Sivoli
Sociedad Divulgadora de la Historia
Militar de la República Bolivariana de Venezuela
Mérida, Venezuela
histomil1813@gmail.com
Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y
Palacios, fue el creador de la República de Colombia (la grande)
y Libertador de seis naciones que conocemos en la actualidad con los nombres de
Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Panamá.
Como solía suceder en la Caracas colonial, los hijos de
los mantuanos ya tenían su futuro echado al nacer. Las mujeres procuraban ser desposadas
a temprana edad por reconocidos varones de la sociedad; y los hombres debían
encargarse de sus fortunas, educarse en colegios superiores, tomar los hábitos
religiosos o comenzar a escalar en la vida militar. La familia conformada por
el coronel Juan Vicente Bolívar y doña María de la Concepción Palacios no
escapó a esta realidad: al menor de sus hijos se le presentaban dos opciones de
vida; ser militar como su padre o un hombre de Dios como su tío Juan Félix
Xerés de Aristeguieta Bolívar. El destino se encargó de enrumbar el futuro de
este niño, que luego hombre, sería conocido por toda la América y el mundo entero
como “El Libertador”.
Bolívar nació el 24 de julio de 1783 en
la ilustre ciudad de Caracas y fue bautizado el 30 de julio de 1783 en la
Catedral de Caracas, con el nombre de Simón José Antonio de la Santísima
Trinidad. Nació en el seno de una de las
familias más acaudaladas de la
Venezuela colonial, cuya procedencia era española,
específicamente vasca, de donde proviene su apellido Bolívar, que
etimológicamente significa “Pradera de Molinos”. El recién nacido no probó sus
primeros alimentos maternales de su progenitora, sino de dos mujeres sin
vínculo consanguíneo con él, pero que ejercieron el rol de nodrizas: la primera
doña Inés Mancebo y Quiroga de Miyares; y la otra la negra esclava Hipólita, a
quien Simón expresaba públicamente su cariño y la llamaba su otra madre.
Con tan sólo dos años y medio el 19 de
enero de 1786 perdió a su padre, obligando a su joven madre a tomar las riendas
del hogar, a administrar la cuantiosa fortuna familiar y a asegurarse de la
formación y educación de sus hijos: María Antonia, Juana Nepomucena, Juan Vicente y Simón José
Antonio. A la edad de nueve años el infortunio volvió a tocar su hogar, su
madre muere y la custodia del niño Simón pasó a su abuelo materno don Feliciano
Palacios y Sojo. Finalmente, la custodia
quedó en manos de su tío materno don Carlos Palacios.
Su formación académica fue llevada de
manos de los mejores maestros de la Caracas de entonces. Entre ellos se pueden
nombrar a Carrasco y Fernando Vides, con clases de escritura y aritmética; al
presbítero José Antonio Negrete con historia y religión; Guillermo Pelgrón con latín;
y literatura con el joven Andrés Bello. Tiempo después, en 1795, ocurrieron
algunos sucesos inquietantes dentro del seno familiar con respecto a su custodia,
por lo que se encontraría con Simón Rodríguez un joven autodidacta, idealista y
ambicioso, quien tuvo la oportunidad de ser el maestro que más influyó sobre
Simón Bolívar. La fascinación por los estudios formó el intelecto de Simón,
quien tuvo la oportunidad de leer a los políticos y escritores franceses más
importantes de su época entre los que destacan: Montesquieu, Rousseau, D'Alambert, Condillac, Lalande, Voltaire,
Locke, Helvetius, Ossian, Goguet, Llorente, Napoleón Bonaparte, Rollin,
Berthollet, De Pradt, Filangieri, Mahon, La Fontaine, Constant, Madame Staël,
Grotius, Humboldt, Ramsay, Beaujour, Mably, Dumeril, Delius, Montholon, Arrien,
Sismondi, los clásicos de la antigüedad, griegos y romanos Homero, Polibio,
Plutarco, César, Virgilio, Aristóteles, Platón, los grandes escritores modernos
italianos, ingleses y españoles, además de filósofos, historiadores, oradores y
poetas.
El destino quiso que el joven Simón
siguiera los pasos de su padre y sus bisabuelos, abrazando la carrera de las
armas de manera temprana. Así, en sus hojas de servicio y evaluación como
cadete consta registro de su edad, 14 años al momento de su ingreso. El empleo
como cadete inició con fecha del 14 de enero de 1797, con una duración de 11
meses y 7 días hasta el 31 de diciembre de 1797.
Bolívar realizó largos viajes por el viejo continente
europeo, los cuales sirvieron para continuar con su educación. En uno de ellos,
conoció a su amor eterno, María
Teresa Josefa Antonia Joaquina Rodríguez del Toro y Alayza Medrano (1781-1803). Sin embargo, el
impredecible destino la alejó de su lado tan sólo ocho meses después de su
boda, dejando al joven caraqueño sentimentalmente destrozado, quien juró ante
el cadáver de su esposa no volverse a casar, juramento que efectivamente
cumplió.
En 1805 viajó a Italia y en la antigua Roma juró en el
Monte Sacro, el 15 de agosto, consagrar su vida y sus esfuerzos para darle
libertad a su patria, liberándola del imperio español. Aquel torbellino
revolucionario que ardía en la América Meridional, sin duda, encendió la vida
de de Bolívar. La Junta Suprema de Caracas resolvió enviarlo a Londres para solicitar a la corona Inglesa el reconocimiento de la naciente República. No pudo cumplir con su objetivo, pero el joven coronel invitó al general Francisco de Miranda a regresar a su suelo natal.
El 13 de agosto de 1811 la población de Valencia se levantó en armas en contra de
los patriotas, esta jornada de lucha armada significaría para Bolívar su
bautizo de fuego en la guerra, demostrando valor y gallardía. El 24 de julio de
1812 cayó la Primera República en manos de los realistas con la firma de la Capitulación de San
Mateo.
Con un profundo dolor en su alma, el joven caraqueño
partió el 12 de agosto de 1812 en el velero Jesús, María y José, con destino a Curazao, dejando atrás las
costas venezolanas. Agotado por la miseria que vivía, dejó la isla a principios
de noviembre y se embarcó rumbo hacia Cartagena; se puso a la orden el Poder
Ejecutivo del Estado de Cartagena, donde se le reconoció su rango militar y
entró de inmediato en acción. Las victorias en suelo Neogranadino se fueron
generando unas tras otras, logrando pacificar el río Magdalena y expulsando a
los realistas. De esta manera, consigue la autorización para marchar sobre
Venezuela, llevando a cabo la extraordinaria Campaña Admirable y dando inicio a
la Segunda República.
Bolívar pronto se convertiría en el
personaje más importante de la gesta independentista de la América Meridional. La
historia fue testigo de cómo el Libertador fue madurando sus conocimientos
sobre las artes militares y políticas hasta verse convertido en un gran
estadista. Al fragor de la guerra fue su
intenso aprendizaje en el campo de batalla desde Valencia (1812) pasando por la
pacificación del Magdalena 1813; la Campaña Admirable 1813; la Expedición de
los Cayos 1816; la toma de Guayana 1816-17; la Campaña del Centro 1817-18; la
campaña de Nueva Granada 1819; además los clarines de gloria que todavía hoy se
escuchan: Boyacá 1819; Carabobo 1821; Bomboná 1822; Pichincha 1822; Junín 1824 y
Ayacucho 1824.
Las aptitudes como político y estadista del
Libertador fueron consagradas en escritos como:
·
Publicación en el diario
inglés “Crónica de la Mañana” (5
de septiembre de 1810): “la idea de la unidad
americana aprendida en Miranda”.
·
Discurso
ante la Sociedad Patriótica (entre el 3 y 4 de julio de 1811) “Pongamos
sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana: vacilar es
perdernos”.
·
Memoria dirigida a los
ciudadanos de la Nueva Granada por un caraqueño, conocido también como
Manifiesto de Cartagena (5 de diciembre de 1812) “Libertar a la Nueva Granada
de la suerte de Venezuela y redimir a ésta de la que padece, son los objetos
que me he propuesto en esta memoria”.
·
Manifiesto de Carúpano (7 de
septiembre de 1814) “Vosotros sois hombres, ellos son bestias, vosotros sois
libres, ellos esclavos. Combatid, pues, y venceréis. Dios concede la victoria a
la constancia”.
·
Contestación
de un Americano Meridional a un Caballero de esta Isla, muy difundida con el
nombre de Carta de Jamaica (6 de septiembre de 1815) “¡Qué
bello sería que el Istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto
para los griegos!”.
·
Discurso
de Angostura (12 de febrero de 1819) “¡Dichoso
el ciudadano que bajo el escudo de las armas de su mando ha convocado la
soberanía nacional para que ejerza su voluntad absoluta!”; obras
insignes de estudios políticos cuya vigencia han vencido al tiempo.
Exiliado de Venezuela, la
tierra que lo vio nacer y traicionado por sus colaboradores más cercanos, el
creador de la República de Colombia y Libertador de seis naciones muere en la el 17 de diciembre de 1830, a los 47 años de
edad en la ciudad de Santa Marta (actual
Rep. de Colombia), pero no sin antes dejarnos su lección final:
“A
los pueblos de Colombia
Colombianos:
Habéis
presenciado mis esfuerzos para plantear la libertad donde reinaba antes la
tiranía. He trabajado con desinterés, abandonando mi fortuna y aun mi
tranquilidad. Me separé del mando cuando me persuadí que desconfiábais de mi
desprendimiento. Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que
me es más sagrado, mi reputación y mi amor a la libertad. He sido víctima de
mis perseguidores, que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los
perdono.
Al
desaparecer de en medio de vosotros, mi cariño me dice que debo hacer la
manifestación de mis últimos deseos. No aspiro a otra gloria que a la
consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la
Unión: los pueblos obedeciendo al actual gobierno para libertarse de la
anarquía; los ministros del santuario dirigiendo sus oraciones al cielo; y los
militares empleando su espada en defender las garantías sociales.
¡Colombianos!
Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye
para que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al
sepulcro.
Hacienda
de San Pedro, en Santa Marta, a 10 de diciembre de 1830.
Simón
Bolívar”
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