RASGOS MILITARES DE LA CARACAS DE
FINALES DEL SIGLO XVIII
MSc. Richard José Lobo Sivoli
Mérida, Venezuela
histomil1813@gmail.com
Es
importante conocer que para finales del XVIII la corona española dictó una
serie de medidas de ordenamientos que iban desde lo político, judicial, administrativo,
hasta lo militar y eclesiástico. En el caso de Venezuela, por Real Cédula de
Carlos III se agregaban a la jurisdicción gubernativa y militar de la Capitanía
General de Venezuela las provincias de Cumaná, Guayana, Maracaibo, e islas de
Trinidad y Margarita. El 13 de junio de 1786 se creó la Real Audiencia de
Caracas. El 3 de junio de 1793 se promulgó la Real Cédula de creación del
Consulado de Caracas, y finalmente, el 24 de noviembre de 1803 se dictó desde
la sede católica una Bula Papal creando el Arzobispado de Caracas (Grases,
1988, p.p. XVI-XVIII).
Para
este territorio lleno de incalculables riquezas era necesario establecer sistemas
de controles y defensa. Desde los primeros tiempos de la conquista y la colonización
de América una de las respuestas para el problema de la defensa lo constituían
las huestes o mesnadas levantadas por un conquistador como su capitán y
financiador. A éste, años después le seguía el Encomendero, quien con el objeto
de mantener la paz y el equilibrio del orden económico debía armar a un grupo de
hombres, según fuese la situación. “Estas huestes dan paso a las milicias que
constituían grupos de reserva al gobernador colonial” (Liendo, 2001, p. 49). En
las costas y tierras adentro se ordenaba la construcción de fortalezas, fuertes
y cuarteles según se fueran asentando los conquistadores (p.17).
La
Caracas de finales del siglo XVIII, según José Domingo Díaz, era la provincia
más feliz del nuevo mundo: crecía a un ritmo acelerado gracias a la paz que
reinaba en cada uno de sus rincones, producto de las sabias decisiones tomadas
por su majestad. “En 1778 la población de la capital consistía en dieciocho mil
habitantes, y en 1805 en treinta y cinco mil; en este periodo la agricultura,
el comercio y las rentas habían triplicado” (Díaz, 2012, p.p. 3,4).
No
sólo ésta era la opinión del criollo defensor de la corona. Por otro lado, se
pueden conocer las interesantes opiniones de un grupo de franceses, quienes
luego de haber prestado sus servicios en la revolución de los Estados Unidos de
América, visitaron nuestro país en 1783. Este grupo de oficiales estaba
conformado por el caballero de Coriolis, Louis Alexandre Bertheier, el príncipe
de Broglie, el conde de Segur y el conde de Dumas. En sus descripciones sobre
la ciudad los visitantes coincidían en lo agradable del clima producto de
encontrarse en un valle rodeado de montañas, la cual, permitía que la estación
estuviera detenida en una eterna primavera. Muy rara vez, y sobre todo en los
días más calurosos, la temperatura llegaba a estar entre 23 a 25 grados
centígrados, y las más bajas entre 15 y 17 grados. Este clima era tan benigno
que en las calles aún se podía ver pasear a ancianos de 70 años. La ciudad
albergaba entre 25 mil a 28 mil personas; sus casas tendían a ser muy
espaciosas pero en general de un solo piso, relacionado tal vez a los temblores
y terremotos; sus calles, muy bien medidas al estilo europeo, y sus cuatro
plazas públicas muy bien adornadas, en especial la plaza real (Duarte, 1988,
p.p. 143-144).
Las
costumbres, como las horas para ir a la iglesia, las tres comidas, las
meriendas, la siesta, los bailes, e incluso la hora de encontrarse los amantes
y, sobre todo, las hermosas damas caraqueñas, no fueron pasadas desapercibidas.
Los visitantes franceses quedaron impresionados: no cesaron en ningún momento
de elogiar la amabilidad con que fueron recibidos y el alto de grado de
civilización de esta colonia española.
En
definitiva, la ciudad, y en general la Capitanía, estaban pasando por una
situación de acelerado progreso. La pequeña Caracas de entonces seguía
creciendo considerablemente, lo que trajo como consecuencia que el 13 de
noviembre de 1778 por Real Orden se dividiera en ocho departamentos,
denominándose: La Pastora, Las Mercedes, La Trinidad, San Pablo, San Felipe de
Neri, Santa Rosalía, San Lázaro y la Candelaria (p. 104). Por tal razón, era necesario
proteger la ciudad de los ataques de los enemigos de la corona española y de
los vándalos que hacían mella en la ruta marítima, especialmente por La Guaria,
vía principal para el acceso a Caracas desde el mar.
De hecho eran 17
el total de fuertes, atalayas y castillos que desde las costas de La Guaira se
iban levantando y recorriendo el camino a Caracas. El Puerto de La Guaira,
principal de la Gobernación, requería refuerzos y comenzando con La Pólvora y
El Asoleo, en 1590 se erige todo un sistema defensivo que fue puesto a prueba
muchas veces, pudiendo ser quebrantado en algunas oportunidades. (Liendo, 2001,
p. 24)
Aunque
la propia naturaleza brindaba protección a la capital gracias a sus montañas, fue
a la plaza de La Guaria la que debió resistir los ataques de los mercenarios. En
dos oportunidades fue comprometida; el 27 de junio de 1680 fue tomada por el
pirata francés Francisco Grammont de la Mothe; y el 18 de febrero de 1743 le
tocó el turno al comandante de la Marina Real inglesa Charles Knowles, quien
sólo la atacó sin tener la oportunidad de ocuparla.
La
corona española se mantuvo atenta a tal situación, esto se puede constatar en
las diferentes comunicaciones entre el rey y sus funcionarios de las colonias:
por ejemplo, en comunicación del 17 de junio de 1681, se hace una relación sobre
la artillería, pertrechos, armas y municiones que por orden de su majestad se
remitieron a las partes de las Indias en los galeones a cargo del señor general
marqués de Brenes. En el caso de Caracas
se envió un patache con 50 quintales de pólvora en sus jarras y barriles (Suárez,
1978, p. 16).
Por
otro lado, en la comunicación con fecha del 16 de junio de 1691, se describe las
mismas relaciones de materiales bélicos pero esta vez despachadas a través de
los navíos de la flota del señor general don Gaspar Manuel de Velasco y del
gobernador Juan Tomás Miluti, a razón de:
Para Caracas:
· Dos
piezas de artillería de hierro de a doce libras, 4.300 balas de hierro rasas;
las 507 de 14; 1.810 de 12; 1.158 de a 10; 350 de a 6; y las 467 restantes de a
cinco libras de calibre.
· 2.150
balas de hierro de diferencia, las 717 palanquetas, 717 angelotes, y las 716
puntas de diamante.
· 28
quintales de cuerda, con otros barriles.
· Cien
mosquetes vizcaínos con sus frascos y frasquillos, en 13 cajones.
· Cien
horquillas para dichos mosquetes.
· 200
arcabuces con sus frascos y frasquillos, en 20 cajones.
· Doscientos
Tahalíes de bandoleras, en dos barriles.
· Quinientas
varas de lienzo bramante crudo.
· Una
guindaresa de cáñamo blanca.
· Doce
cedazos para gramar pólvora, en dos barriles.
· Veinte
quintales de balas de plomo de mosquete rasas, en veinte cajoncillos.
· 30
quintales de balas de arcabuz en 30 cajones.
·
80 quintales y diez libras de pólvora
empacada, en 267 jarras de barro metidas en otros tantos barriles. (p.p. 45,46).
No solamente
Caracas era dotada con pertrechos militares, muy necesarios para tener las
costas libres de invasores, azotes del comercio ultramarino o para mantener el
orden interno de las regiones, sino que también buena parte era dirigida a
otros puntos como Margarita, Mérida y La Grita, Cumaná, Araya, Maracaibo, isla
de la Trinidad y Guayana.
Los planes de
defensa para garantizar la viabilidad segura hacia el puerto de La Guaira y
viceversa eran constantemente revisados. La seguridad de Caracas dependía en
gran medida de la defensa de La Guaira; es por ello que el 13 de noviembre de
1765 el gobernador de Caracas, don José Solano y Bote, le expresó a don Julián
de Arriaga, secretario del Despacho Universal de Indias, la necesidad de
fortificar en la Guaira el cerro del Zamuro, y la importancia de conservación
de aquel puesto, inquietud compartida por las autoridades caraqueñas de la
época (p. 239). A raíz de esta situación, en el año 1766 arriba el ingeniero
militar español Miguel Roncali, conocido como el conde Roncali.
El 28 de julio
de 1766, el conde Roncali dio a conocer sus impresiones sobre la situación
encontrada en La Guaira y Puerto Cabello, fue claro al manifestar que La Guaira
es importante para la capital de la provincia por su cercanía a su frontera
marítima. Verificó el pobre estado de defensa que tenía la fortificación; la
misma es incapaz de defenderse activamente en caso de un ataque, lo que
incrementa la posibilidad de ser sitiada u ocupada. Sin embargo para el enemigo
no hubiese resultado fácil remontar el camino que comunica La Guaira con
Caracas, gracias a la abundante vegetación y los desfiladeros naturales
presentes a lo largo del camino. Por
esta razón los invasores hubiesen tenido que conformarse con la ocupación de La
Guaira y gozar de todos los beneficios que este puerto les pudo ofrecer por su
ubicación estratégica. Ahora bien, previendo esta situación, Roncali preparó un
plan para la defensa de La Guaira, proyectando la construcción de dos
fortificaciones principales: una en la loma llamada el Zamuro y la otra en Las
Tunas. El objetivo de estas fortificaciones era hacer llover metrallas
constantemente sobre las tropas que ocuparan el puerto. (p.p. 243,244-246).
Esta obra, de
gran infraestructura diseñada para la defensa de la Guaira, tuvo un costo para
la época de doscientos sesenta mil trecientos setenta y tres pesos.
Costo de construcción
de la infraestructura militar de La Guaira
Pesos
|
|
El Fuerte que ha de ocupar la altura de las Tunas
comprenhendiendo la escavazión y puentes de las Cortaduras importará
|
139.263
|
La obra proyectada para que ocupe la
altura del Zamuro costará
|
26.015
|
Para construir la Batería alta y
Escalera de comunicazión se necesitan
|
13.578
|
La Battería de San Juan con el cuerpo
de Guardia correspondiente y su cortadura costará
|
6.000
|
Para executar la Battería proyectada
en el puesto llamado del Palomo son menester
|
4.000
|
Los tres ordenes de edificios que han
de servir para quarteles y almacenes de viveres, con abitación alta y baja,
colocados junto a la Battería del Cólorado costarán
|
68.529
|
Para construir el Parapeto que circuye
exteriormente el Colorado y sirve para la defensa de los Escarpados
inmediatos apostando fusilería importará
|
988
|
En
conducir agua desde la Sierra a las Tunas, Zamuro, Battería del Colorado, a
fin de llenar los Algibes en caso de necesidad, se gastarán
|
2.000
|
Suma
total
|
260.373
|
Tabla Nº 1
Ya habiéndose
hecho referencia al valor estratégico de La Guaira, Caracas, como cualquier
capital en el mundo, necesitaba mantenerse resguardada tanto de los enemigos
internos como de los externos, para finales del siglo XVIII ya se contaba con
estructuras militares bien concebidas.
Carmen Liendo
(2001), en su obra ya citada anteriormente, señala según datos de Francisco
Depons, que las tropas acantonadas en Caracas para este periodo estaban en tres
mil cuatrocientos treinta y ocho efectivos discriminados de la siguiente
manera:
Número de Tropas acantonadas en Caracas 1804
Tropa de Línea
|
Totales
|
|
Caracas
|
||
Tropa
de Línea
|
||
12
Compañías: 1 de Granaderos
|
71
|
|
11
de Fusileros de 77 hombres
|
847
|
918
|
Artillería
|
||
1
Compañía
|
100
|
|
2
Compañías de milicias de blancos
|
200
|
|
4
Compañías de milicias de pardos
|
400
|
|
2
Compañías de milicias de negros
|
200
|
900
|
Milicias
|
||
1
Batallón de blancos de 9 compañías
|
800
|
|
1
Escuadrón de blancos
|
100
|
|
1
Escuadrón de pardos
|
720
|
1.620
|
3.438
|
Tabla Nº 2
Para el año de
1772, se realizó un inventario del material de guerra existente en los Reales
Almacenes de la ciudad de Caracas, a cargo del capitán de Infantería Salvador
Escurpí, el cabo de Artillería Pablo Vidal y el brigadier Joseph Carlos de
Agüero. En el inventario del almacén de la plaza Mayor se evidencia que el
material existente correspondía al uso de la defensa más que para realizar
alguna incursión armada: existían tan sólo 867 fusiles nuevos y 131 fusiles
antiguos, sin contar con la compra de 400 fusiles echa por el batallón de
Milicias de Blancos y los 605 fusiles por el batallón de Pardos, los cuales
serían utilizados para los ejercicios de enseñanza (Suárez, 1978, p.p. 259,260).
Es así como el
cuerpo militar de Caracas se configuró. A partir de 1752 se concreta la
creación de una unidad regular: 720 hombres de infantería y 35 de caballería.
La tendencia a perder hombres y las dificultades para llenar las vacantes se
manifestarán en todo el período. La primera práctica fue incorporar hombres de
las milicias de la provincia de manera más o menos permanente al Ejército
Veterano. La continua recomposición del batallón trae a sus filas a uniformados
del Regimiento de la Reina de 1799 a 1803, como a un número ascendente de
criollos, los cuales suplantarán a los andaluces como grupo dominante. Este fue
el germen de no pocos conflictos dentro de la Institución: peninsulares y
criollos se disputaban el monopolio de privilegios, hidalguía y méritos.
(Liendo, 2001, p.p. 100,101)
La vida
cotidiana del caraqueño de la época, en especial de la clase criolla dominante,
transcurría apegada a códigos de comportamientos muy marcados donde prevalecía
el culto religioso, los agasajos de la alta sociedad y los negocios según la
actividad económica a la que se dedicaba el jefe de la familia. Pero, fieles
herederos de la gloria y el honor de sus antepasados conquistadores, veían en
las milicias otra vía oportuna para acceder al poder político que tanto
anhelaban. Por ello, no es casual que en los acontecimientos de principios del
siglo XIX fuesen la flor y nata de los apellidos caraqueños quienes estuviesen
al frente:
La formación de las milicias de castas venezolanas
representa, desde el punto de vista étnico-social, una empresa de gran
complejidad, contra la cual conspiraban, de hecho, la organización política,
las realidades económicas, los prejuicios sociales y, sobre todo, la estructura
social. El trabajo organizativo para el logro de ese objetivo se emprendió en
una época en la cual, a lo largo y ancho de las Indias, los círculos superiores
de la jerarquía social dieron rienda suelta a cierto exclusivismo segregacionista
que erosionaba las posibilidades de ascenso de los grupos sociales subalternos.
(Cardoza, 2012, p. 48)
La incursión de
los criollos en las direcciones de las milicias trae como consecuencia una
serie de descontentos entre los españoles, al punto de que durante la segunda
mitad del siglo XVIII eran constantes las misivas dirigidas al rey solicitando
su intervención para tratar este asunto. Se puede tomar como ejemplo de estas
pugnas entre españoles y criollos caraqueños el caso de un grupo de españoles
peninsulares quienes, en comunicación de fecha del 18 de junio de 1769,
suplican al rey acceder a sus derechos para ejercer cargos públicos así como lo
hacen los criollos: “Así es (Señor) que nosotros no podemos ser Alcaldes,
Regidores, Oficiales de Milicias, ni (en una palabra) obtener en esta Ciudad
empleo alguno honorífico” (Mago, 2012, p. 421). Son variados los argumentos que
utilizaban para explicar a su rey la incómoda situación que estaban padeciendo,
entre ellos se puede destacar el siguiente:
El año de 1764 levantó vuestro Governador en esta
Ciudad varias Compañías de milicias urvanas, que dividió por Provincias, y
entre otras, apedimento de estos Naturales, formó la que llevamos dicha de
caballería, con Título de Nobles Aventureros de Caracas, (la otra de Yfantería
se creó posterioremente) para la que nombró Capitán primero y segundo
Theniente, Dos Subtenientes, Dos Ayudantes, Brigadieres y otros Oficiales, y
entraron por Soldados de ella, sólo los Criollos que eligió el Cavildo,
graduando por Nobles a los que habían sido Alcaldes, Regidores, y sus hijos, y
excluyendo a quantos no fuesen de este distintivo, cuyo hecho privaron a los
Españoles de su goce, pero sin embargo vivíamos en la satisfacción (aunque muy
a pesar, y con repugnancia del Cavildo y sus secuaces) de que quando por todos
caminos nos quitaron el uso, no ya de distinción sino que tuviese algún uso de
ella (…). (p.p. 428,429)
Otro ejemplo sobre la compleja situación entre
españoles y criollos, que no era más que preludio de lo que sucedería en el
futuro, fue el caso seguido a don Sebastián de Miranda, cuestionando la
legalidad de la jerarquía de capitán que poseía (p.p. 454,455).
En la compañía
de milicianos mencionada anteriormente en la comunicación enviada al rey, se
encontraban los apellidos más ilustres del mantuanaje caraqueño, los “Bolívar y
Palacios, Tovar y Blanco, Xerez de Arestigueta, Ibarra Galindo, Palacios y
Sojo, Verois y Rada” (Cardozo, Butto, 2013, p.33), los cuales paradójicamente
estarían directamente e indirectamente ligados a los acontecimientos del 19 de
abril de 1810 y en la vanguardia independentista como jefes militares.
Símbolo
emblemático para la memoria militar de la Caracas durante el siglo XVIII fue la
construcción del cuartel San Carlos.
Para levantar
las edificaciones del cuartel San Carlos se escogió un amplio lugar, las
Sabanas de La Trinidad, desde donde se podría maniobrar hacia todo el valle de
Caracas. Estratégicamente era el mejor terreno ya que desde ese lugar se
dominaba todo el valle de Caracas y además se controlaba el paso por la Puerta
de Caracas, lugar obligado para quienes iban al Puerto de la Guaira o venían de
él, ejerciendo la supervisión del acceso por el Camino Real, pero fuera del
núcleo primario de manzanas que a cordel trazaron los fundadores. (p. 103)
El 10
de enero de 1791 el superintendente de la obra le informaba a don Pedro de
Lerena la culminación del cuartel a través de una comunicación escrita,
llevándose inmediatamente los actos de bendición católica y entrega por el
Cuerpo de Ingenieros a la Plaza y Batallón de Veteranos, notificándole además
que desde el 30 de diciembre del año anterior ya se encontraba en dichas
instalaciones las tropas correspondientes (p. 111).
Emblema de la capital era su batallón
Caracas, nutrido de soldados y oficiales profesionales al mando del brigadier
Cagigal, “cuya lealtad a la Corona nunca estuvo en tela de
juicio. La renuncia de Emparan tuvo el efecto de inhibir su capacidad de
reacción ante un hecho que, en abril de 1810, no podía ser visto como una seña
de desobediencia al rey” (Thibaud, 2003, p. 34).
El nuevo gobierno se ganó a las fuerzas armadas gracias a la alza de
salarios y ascensos. La huida de los realistas —del brigadier Cagigal de
Caracas, pero también de Sámano, el coronel del Auxiliar de Santafé de Bogotá—,
permitió las promociones rápidas, incluso las de gentes de color. Arévalo, el
capitán pardo del 19 de abril, ascendió así al grado de coronel, a pesar de la
ordenanza de 1643. Manuel y Ramón de Ayala obtuvieron también este grado, y el
primero se convirtió en comandante de la estratégica plaza de La Guaira. Su
hermano, Juan Pablo, accedió a la presidencia de la junta de armas, que dirigía
a la institución militar. Juan de Escalona saltó del grado de capitán del
batallón de Caracas al de brigadier comandante de la plaza de La Guaira, sin
respeto por la continuidad de la graduación. El 18 de mayo de 1810, la Junta
procede además a hacer una serie de promociones, tanto en el seno del batallón
veterano de Caracas como en las milicias. En esta forma se promueve a sesenta y
seis miembros de las élites ilustradas. En el curso del año 1810, esta generosa
distribución obedeció a la necesidad de colocar hombres seguros en los puestos
dejados vacantes por la huida de los oficiales superiores y generales de la
Corona. (p. 35)
Es importante conocer que la escala de conflicto
luego de los acontecimientos de 1810 y 1811, apuntaban a los enfrentamientos
armados entre patriotas y realistas, la Venezuela de entonces, en las palabras
de Guillermo García Ponce (2002), “no reunía ninguna de las condiciones para el
establecimiento de una industria de guerra: era un país colonial, feudal –
esclavista, agropecuario, no siendo extraño que en su guerra predominara la
lanza y el caballo (…)” (p. 97). Esto obligó a los patriotas a crear
maestranzas de guerra para la elaboración y confección de las armas que
requerirían para enfrentar a un ejército imperial.
Las primeras maestranzas de guerra aparecieron en Caracas en 1811. La Gazeta de Caracas, en su número del 11
de junio, publicó una información dando cuenta de la existencia de una “fábrica
de fusiles”, en Petare. La Junta de Gobierno concedió su inmediata protección a
la empresa, que era dirigida por el “artista de herrería” don Manuel Toro,
colaborando en la maestranza, don Gerónimo Ricaurte, Dionisio Palacios y don
Manuel de las Casas. Los proyectos, impregnados de entusiasmo, consignaban la
intención de producir treinta fusiles diarios. Los primeros modelos obtuvieron
vivos elogios de las autoridades caraqueñas, las cuales tenían idea sobre las
necesidades de las milicias, pero que desconocían las duras realidades de la
guerra. Pese a las continuas reorganizaciones que practicó el gobierno, la
maestranza de Petare no dio los resultados apetecidos. (p. 98)
En todo caso, los patriotas pese a sus esfuerzos
locales, comprendía que las operaciones insurgentes dependería en gran medida
de las armas y pertrechos provenientes del exterior, es por ello, la necesidad
imperante de mantener el control en los puertos que facilitaran el comercio de
los mismos.
Referencias
Fuente Bibliográfica:
Cardozo, Alejandro y Buttó Luis. (Dirs).
(2013). El Incesto Republicano, relaciones civiles y militares en Venezuela
1812-2012. Caracas: Editorial Buenos Aires.
Díaz, José Domingo. Recuerdos de la rebelión de Caracas. Caracas: Fundación Biblioteca
Ayacucho, N° 9, 2012.
Duarte, Carlos. Testimonios de la visita de los oficiales franceses a Venezuela en
1783. Caracas: Academia Nacional de la Historia N° 242, 1998.
Grases, Pedro. (compilador y prólogo)Pensamiento Político de la Emancipación
Venezolana. Fundación Biblioteca Ayacucho N°133, Caracas, 1988.
Liendo, Carmen Brunilde. El Cuartel San Carlos y el Ejército de
Caracas 1771 – 1884. Caracas, 2001.
Mago, Lila. El
Cabildo de Caracas durante el período de los Borbones. Cartas del Cabildo de
Caracas 1741-1821. Caracas: Gráficas Franco, C.A., 1978.
Suárez, Santiago Gerardo. Fortificación y Defensa. Caracas:
ITALGRAFICAS, S.R.L., 1978.
Thibaud,
Clément. Repúblicas en armas. Los ejércitos
bolivarianos en la Guerra de Independencia en Colombia y Venezuela. Bogotá-Lima:
Planeta, Institut Français d’Etudes Andines, 2003.
Fuente
Electrónica:
Cardoza, Ebert. (2012) Milicias,
conflictividad social y reforma militar en la región andina venezolana (1781-1810). Disponible en http://saber.ucv.ve/jspui/bitstream/123456789/5161/1/TESIS%20FINAL%20H2012%20C3.pdf.
Consultado el 5 de diciembre 2013.
Tablas:
Nº1: Costo de
construcción de la infraestructura militar de La Guaira. Fuente: Suarez,
Santiago-Gerardo. Fortificación y
Defensa. Caracas: Academia Nacional de la Historia. N° 131, 1978. p. 249.
Nº2: Número de
Tropas acantonadas en Caracas en 1804. Fuente: Liendo, Carmen Brunilde. El Cuartel San Carlos y el Ejército de
Caracas 1771 – 1884. Caracas, 2001. p.77.
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