MANIFIESTO DE CARÚPANO 1814
Luego de los revese sufridos en los campos de
batalla con la incursión de José Tomás Boves y su forma particular de hacer la
guerra, el segundo intento por fundar una república libre y soberana estaba a punto de
culminar.
El Libertador Simón Bolívar asumió toda la
responsabilidad ante el Congreso de Tunja por no poder concretar por los
momentos la empresa libertaria que juró realizar. El 7 de septiembre de 1814 dio
a conocer un documento conocido como “Manifiesto de Carúpano”. Este manuscrito tan
brillantemente redactado por el Libertador es todo un opúsculo de su personalidad
y de su inquebrantable moral. Además es testimonio de su firme voluntad de no
envainar su espada, ni dar descanso a su brazo hasta liberar a su Patria y
romper las cadenas de la dominación española.
Tomado del Catálogo Digital del Archivo del Libertador Simón Bolívar
disponible en http://www.archivodellibertador.gob.ve
DOCUMENTO 924. Manifiesto del Libertador, fechado en Carúpano el 7 de
septiembre de 1814*
SIMÓN BOLÍVAR, Libertador de Venezuela y General en Jefe de sus ejércitos.
A sus conciudadanos.
Ciudadanos:
Infeliz del magistrado que autor de las calamidades o de los crímenes de
su Patria se ve forzado a defenderse ante el tribunal del pueblo de las
acusaciones que sus conciudadanos dirigen contra su conducta; pero es
dichosísimo aquel que corriendo por entre los escollos de la guerra, de la
política y de las desgracias públicas, preserva su honor intacto y se presenta
inocente a exigir de sus propios compañeros de infortunio una recta decisión
sobre su inculpabilidad.
Yo [1] he sido elegido por la suerte de las
armas para quebrantar vuestras cadenas, como también he sido, digámoslo así, el
instrumento de que se ha valido la Providencia para colmar la medida de
vuestras aflicciones. Sí, yo os he traído la paz y la libertad, pero en pos de
estos inestimables bienes han venido conmigo la guerra y la esclavitud. La
victoria conducida por la justicia fue siempre nuestra guía hasta las ruinas de
la ilustre capital de Caracas, que arrancamos de [2] manos de sus opresores. Los guerreros
granadinos no marchitaron jamás sus laureles mientras combatieron contra los
dominadores de Venezuela, y los soldados caraqueños fueron coronados con igual
fortuna [3] contra los fieros españoles que
intentaron de nuevo subyugarnos. Si el destino inconstante hizo alternar la
victoria entre los enemigos y nosotros, fue sólo en favor de pueblos americanos
que una inconcebible demencia hizo tomar las armas para destruir a sus
libertadores y restituir el cetro a sus tiranos. Así, parece que el cielo para
nuestra humillación y nuestra gloria ha permitido que nuestros vencedores sean
nuestros hermanos y que nuestros hermanos únicamente triunfen de nosotros.
El Ejército Libertador exterminó las bandas enemigas, pero no ha podido ni
debido exterminar unos pueblos por cuya dicha ha lidiado en centenares de
combates. No es justo destruir los hombres que no quieren ser libres, ni es
libertad la que se goza bajo el imperio de las armas contra la opinión de seres
fanáticos cuya depravación de espíritu les hace amar las cadenas como los
vínculos sociales.
No os lamentéis, pues, sino de vuestros compatriotas que instigados por
los furores de la discordia os han sumergido en ese piélago de calamidades,
cuyo aspecto solo hace estremecer a la naturaleza, y que sería tan horroroso
como imposible pintaros. Vuestros hermanos y no los españoles han desgarrado
vuestro seno, derramado vuestra sangre, incendiado vuestros hogares, y os han
condenado a la expatriación.
Vuestros clamores deben dirigirse contra esos ciegos esclavos que pretenden
ligaros a las cadenas que ellos mismos arrastran; y no os indignéis contra los
mártires que fervorosos defensores de vuestra libertad han prodigado su sangre
en todos los campos, han arrostrado todos los peligros, y se han olvidado de sí
mismos por salvaros de la muerte o de la ignominia. Sed justos en vuestro
dolor, como es justa la causa que lo produce. Que vuestros tormentos no os
enajenen, ciudadanos, hasta el punto de considerar a vuestros protectores y
amigos como a cómplices de crímenes imaginarios, de intención, o de omisión.
Los directores de vuestros destinos no menos que sus cooperadores, no han
tenido otro designio que el de adquirir una perpetua felicidad para vosotros,
que fuese para ellos una gloria inmortal. Mas, si los sucesos no han correspondido
a sus miras, y si desastres sin ejemplo han frustrado empresa tan laudable, no
ha sido por efecto [4] de ineptitud o cobardía; ha sido, sí,
la [5]
inevitable consecuencia de un proyecto agigantado, superior a todas las fuerzas
humanas. La destrucción de un gobierno, cuyo origen se pierde en la obscuridad
de los tiempos; la subversión de principios establecidos; la mutación de
costumbres; el trastorno de la opinión, y el establecimiento en fin de la
libertad en un país de esclavos, es una obra tan imposible de ejecutar
súbitamente, que está fuera del alcance de todo poder humano; por manera que
nuestra excusa de no haber obtenido lo que hemos deseado, es inherente a la
causa que seguimos, porque así como la justicia justifica la audacia de
haberla emprendido, la imposibilidad de su adquisición califica la
insuficiencia de los medios. Es laudable, es noble y sublime, vindicar la
naturaleza ultrajada por la tiranía; nada es comparable a la grandeza de este
acto y aun cuando la desolación y la muerte sean el premio de tan glorioso
intento, no hay razón para condenarlo, porque no es lo asequible lo que se
debe hacer, sino aquello a que el derecho nos autoriza.
En vano esfuerzos inauditos han logrado innumerables victorias, compradas
al caro precio de la sangre [6] de nuestros heroicos soldados.
Un corto número de sucesos por parte de nuestros contrarios, ha [7] desplomado el edificio de nuestra
gloria, estando la masa de los pueblos descarriada por el fanatismo religioso,
y seducida por el incentivo de la anarquía devoradora. A la antorcha de la
libertad, que nosotros hemos presentado a la América como la guía y el objeto
de nuestros conatos, han opuesto nuestros enemigos la hacha incendiaria de la
discordia, de la devastación y el grande estímulo de la usurpación de los
honores y de la fortuna a hombres envilecidos por el yugo de la servidumbre y
embrutecidos por la doctrina de la superstición. ¿Cómo podría preponderar la
simple teoría de la filosofía política sin otros apoyos que la verdad y la
naturaleza, contra el vicio armado con el desenfreno de la licencia, sin más
límites que su alcance y convertido de repente por un prestigio religioso en
virtud política y en caridad cristiana? No, no son los hombres vulgares los
que pueden calcular el eminente valor del reino de la libertad, para que lo
prefieran a la ciega ambición y a la, vil codicia. De la decisión de esta
importante cuestión ha dependido nuestra suerte; ella estaba en manos de
nuestros compatriotas que pervertidos han fallado contra nosotros; de resto
todo lo demás ha sido consiguiente a una determinación más deshonrosa que
fatal, y que debe ser más lamentable por su esencia que por sus resultados.
Es una estupidez maligna atribuir a los hombres públicos las vicisitudes
que el orden de las cosas produce en los Estados, no estando en la esfera de
las facultades de un [8]
general o magistrado contener en un momento de turbulencia, de choque, y de
divergencia de opiniones el torrente de las pasiones humanas, que agitadas por
el movimiento de las revoluciones se aumentan en razón de la fuerza que las
resiste. Y aun cuando graves errores o pasiones violentas en los jefes causen
frecuentes perjuicios a la República, estos mismos perjuicios deben, sin
embargo, apreciarse con equidad y buscar su origen en las causas primitivas de
todos los infortunios: la fragilidad de nuestra especie, y el imperio de la
suerte en todos los acontecimientos. El hombre es el débil juguete de la
fortuna, sobre la cual suele calcular con fundamento muchas veces, sin poder
contar con ella jamás, porque nuestra esfera no está en contacto con la
suya [9]
de un orden muy superior a la nuestra. Pretender que la política y la guerra
marchen al grado de nuestros proyectos, obrando a tientas con sola la
pureza [10] de nuestras intenciones, y auxiliados
por los limitados medios que están a nuestro arbitrio, es querer lograr los
efectos de un poder divino por resortes humanos.
Yo, muy distante de tener la loca presunción de conceptuarme inculpable de
la [11]catástrofe de mi Patria, sufro al
contrario, el profundo pesar de creerme el instrumento infausto de sus espantosas
miserias; pero soy inocente porque mi conciencia no ha participado nunca del
error voluntario o de la malicia, aunque por otra parte [12] haya obrado mal y sin acierto. La
convicción de mi inocencia me la persuade mi corazón, y este testimonio es
para mí el más auténtico, bien que parezca un orgulloso delirio. He aquí la
causa porque desdeñando responder a cada una de las acusaciones que de buena o
mala fe se me puedan hacer, reservo este acto de justicia, que mi propia
vindicta exige, para ejecutarlo ante un tribunal de sabios, que juzgarán con
rectitud y ciencia de mi conducta en mi misión a Venezuela. Del Supremo
Congreso de la Nueva Granada hablo, de este augusto cuerpo que me ha enviado
con sus tropas a auxiliaros como lo han hecho heroicamente hasta expirar todas
en el campo del honor. Es justo y necesario que mi vida pública se examine con
esmero, y se juzgue con imparcialidad. Es justo y necesario que yo satisfaga a
quienes haya ofendido, y que se me indemnice de los cargos erróneos a que no he
sido acreedor. Este gran juicio debe ser pronunciado por el soberano a quien he
servido; yo [13] os aseguro que será tan solemne
cuanto sea posible, y que mis hechos serán comprobados por documentos
irrefragables. Entonces sabréis si he sido indigno de vuestra confianza, o si
merezco el nombre de Libertador. Yo os juro, amados compatriotas, que este
augusto título que vuestra gratitud me tributó cuando os vine a arrancar las
cadenas, no será vano. Yo os juro que libertador o muerto, mereceré siempre el
honor que me habéis hecho, sin que haya potestad humana sobre la tierra que
detenga el curso que me he propuesto seguir hasta volver segundamente a
libertaros, por la senda del occidente, regada con tanta sangre y adornada de
tantos laureles. Esperad, compatriotas, al noble, al virtuoso pueblo granadino
que volará ansioso de recoger nuevos trofeos, a prestaros nuevos auxilios, y a
traeros de nuevo la libertad, si antes vuestro valor no la adquiriere. Sí, sí,
vuestras virtudes solas son capaces de combatir con suceso contra esa multitud
de frenéticos que desconocen su propio interés y honor; pues jamás la libertad
ha sido subyugada por la tiranía. No comparéis vuestras fuerzas físicas con las
enemigas, porque no es comparable el espíritu con la materia. Vosotros sois
hombres, ellos son bestias, vosotros sois libres, ellos esclavos. Combatid,
pues, y venceréis. Dios concede la victoria a la constancia.
Carupano, septiembre 7 de 1814. 4°
BOLÍVAR.
* De copias de la primera mitad del siglo XIX, de letras distintas no
identificadas. En el Archivo del Libertador no existe el original de este
documento, pero se conservan dos copias manuscritas de la época.
Una, que señalamos como copia "A", en el volumen 21, folios
245-249; y otra que llamamos copia "B", en el volumen 70, folios
147-155.
Ambos textos difieren en algunos detalles que señalamos en las correspondientes
notas. Así mismo hemos compulsado el texto con la redacción dada en la parte
documental de la obra de Francisco Javier Yanes, “Relación documentada de los
principales sucesos ocurridos en Venezuela desde que se declaró Estado
independiente hasta el año de 1821”, Caracas, 1943, pp. 190-193. Sobre la
población de Carupano, donde está fechado el Manifiesto, véase la nota
principal del Doc. n° 922.
Notas
[1] 1.En la copia
"B" se lee: "Yo, ciudadanos, he sido". También en la copia
"A" figura la palabra "ciudadanos", pero está testada con
la misma tinta.
[2] 1.Copia
"B": "de las manos".
[3] 1.Copia
"B": "con igual forma contra". En la copia "A" se
testó: "forma" y se interlineó: "fortuna".
[4] 1.Copia
"B": "por defecto de".
[5] 1.Yanes dice:
"por la inevitable".
[6] 1.Copia
"B": "al caro precio de nuestros heroicos soldados".
[7] 1.Copia
"B": "han desplomado". En la copia "A", se había
escrito primeramente "han".
[8] 1.Yanes dice:
"ningún general".
[9] 1.Yanes dice:
"y es de un orden".
[10] Copia
"B": "con sólo la guía de la pureza de nuestras
intenciones". En la copia "A" se había escrito primero igual,
pero luego se transformó "sólo" en "sola", y se testó
"la guía de". Yanes dice: "con sólo la fuerza de nuestras
intenciones".
[11] 11.Copia
"B": "del catástrofe".
[12] 11.Copia
"B": "otra parte yo haya obrado". En la copia "A"
figura también "yo", testado.
[13] 11.Copia
"B": "y yo". En la copia "A", la "y"
está testada.
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