LOS BOLÍVAR EN ARMAS
(PRIMEROS AÑOS DE SIMÓN BOLÍVAR)
MSc.
Richard José Lobo Sivoli
Sociedad Divulgadora de la Historia
Militar de la República Bolivariana de Venezuela
Mérida, Venezuela
histomil1813@gmail.com
Simón
José Antonio provenía de una familia con una larga trayectoria y tradición
política, comercial y militar, quienes sobresalieron siempre en los servicios
que prestaron a la corona española en ambos lados del hemisferio. De hecho:
El
mismo nombre de Simón tenía historia en la colonia, porque Simón de Bolívar se
llamó el primero de los antepasados que pasó a la América, y también su hijo,
por lo cual se le distinguió, según costumbre de la época, diciendo Simón de
Bolívar el Viejo y Simón de Bolívar el Mozo. (Mijares, 1987, p. 12)
El
tema castrense era un punto de honor en la familia Bolívar: se puede ubicar
cinco generaciones directas que prestaron sus servicios como hombres de
uniforme, sin descuidar jamás sus compromisos con el negocio familiar.
Si
algo caracterizaba a la élite criolla eran las apetencias de honor, prestigio y
vanidad en su entorno político y social. Una buena parte de los mantuanos
caraqueños dividía su tiempo entre sus producciones agrícolas, la sociedad, sus
relaciones, los compromisos con el espíritu y la familia, las reuniones y
tertulias, y algo cardinal en sus vidas: la milicia. Representaba en sí el
deber ser de un mantuano venezolano. Los códigos inherentes a ello era toda la
proyección mental del Antiguo Régimen, sus claves medievales, heredadas de los
primeros conquistadores – los beneméritos de Indias – que aún vivían en el
estamento militar al que accedían por su condición hidalga, noble, caballeresca.
(Cardozo y Butto, 2013, p.p. 23,24)
Se
inicia con el hijo de Simón Bolívar el Mozo, don Antonio de Bolívar, nacido en
1596, quien sobresalió por ser un hombre intrépido, durante su carrera militar
logró obtener el grado de capitán. Para los Bolívar la política era parte esencial
de sus vidas: el capitán don Antonio fue encomendero de San Mateo y de Cagua, alcalde
de la Hermandad en Caracas, corregidor y justicia mayor de los Valles de Aragua
y Turmero. Su bautizo fue en Caracas el 7 de marzo de 1596 (Sagrario), fueron
sus padrinos, Juan de Ibarra y Francisca de Rojas. Contrajo matrimonio en
Caracas el 20 de febrero de 1622 (Sagrario), con Doña Leonor de Argumedo
Rebolledo y Armendáriz (Herrera, 2010, p.p. 143,144).
A
medida que las generaciones se aclimataban en estas tierras meridionales, más
se acentuaban sus rasgos bizarros. Nació posteriormente don Luís de Bolívar y
Rebolledo, bautizado en Caracas el 22 de febrero de 1627, quien alcanzó el
grado de capitán de infantería, y gracias a sus conocimientos de estrategia
militar y pensando en cuidar sus bienes comerciales logró identificar la
necesidad de fortificar el puerto de La Guaira; ruta indispensable para el
comercio y las comunicaciones entre la corona y la colonia. Para ello, el 8 de
mayo de 1667 contribuyó con 1.000 pesos para sus reparaciones y remodelaciones
(p. 141). Ocupó cargos políticos como alcalde de Caracas, corregidor y justicia
mayor de los Valles de Aragua. Hasta ese momento, los Bolívar se habían enlazado
con la flor y nata de la sociedad caraqueña; don Luís, le da otro matiz a los
genes de los familiares ya que contrae nupcias con doña María Villegas y
Guevara, pariente del valiente y bárbaro don Juan de Villegas, quien ocupó el
cargo de gobernador y capitán general de la Provincia de Venezuela y fue fundador
de Barquisimeto.
De
la unión de los Bolívar y los Villegas nace don Juan de Bolívar y Villegas,
quien hizo gala en vida de lo mejor de su familia. En su hoja militar, el
teniente coronel Juan de Bolívar se destaca por haber participado en la defensa
de La Guaira en contra de los piratas y contrabandistas.
El
Teniente Coronel don Juan de Bolívar y Villegas, nació en el Estado Aragua
hacia 1665 y falleció allí en 1729. Capitán de Infantería, otorgó su testamento
en Caracas el 5 de noviembre de 1729. Fue Alcalde y Gobernador interino de
Caracas, Procurador General de la Provincia de Venezuela, Teniente de
Gobernador y Justicia Mayor de los Valles de Aragua y Turmero, Corregidor de
San José, San Mateo y Cagua, fundó la Villa de San Luís de Cura en 1719. En
1728 adquirió de los monjes benedictinos del Convento de Nuestra Señora de
Monserrat de Madrid el derecho a un título de MARQUÉS para sí y sus
descendientes mediante probanza genealógica y pago de 22,000 ducados. Se
encontraba en trámites de obtener los Reales Despachos al título de Castilla de
MARQUÉS DE SAN LUIS, con el Vizcondado previo de Cocorote, cuando falleció. (p.
139,140)
Contrae
nupcias por segunda vez en Caracas el 8 de enero de 1711, con doña Petronila de
Ponte, heredera de las minas y el señorío de Aroa, concedidas por el rey al
abuelo de ésta, Francisco María Narváez, en 1663 (Blanco, 2007, p. 43). Esta
vasta herencia como también el derecho vitalicio a ejercer jurisdicción civil y
criminal en San Luís de Cura pasa a manos de su hijo don Juan Vicente de
Bolívar y Ponte.
El
coronel Juan Vicente Bolívar y Ponte era un hombre muy reconocido por su
astucia en los negocios y su regia personalidad, lo que lo llevó a ser uno de
los principales defensores de La Guaira contra la escuadra británica del
Almirante Charles Knowles (1743), cuando contaba apenas con 17 años de edad
(Moreno, 2006, p. 36). Ocupar cargos militares y civiles ya se había hecho
costumbre en la familia Bolívar, Juan Vicente fue coronel del batallón de milicianos
del Valle de Aragua, con calidad “ilustre” en su hoja de servicios. Fue
asimismo procurador general de Caracas en 1747; teniente gobernador;
corregidor; cabo de guerra y juez de comisos de la Victoria y San Mateo en
1759; y administrador de la real hacienda en 1765 (Herrera, 2010, p.139). Siendo
un hombre muy rico para la época, contrae nupcias a los 47 años de edad doña
María de la Concepción Palacios y Blanco, quien apenas tenía 14 años.
En
consecuencia, la boda de don Juan Vicente y doña María de la Concepción,
sucedida en diciembre de 1773, reúne los intereses de dos poderosos clanes. El
consorte llega al templo con el uniforme de coronel de las milicias regladas de
los valles de Aragua y con la insignia del río Yaracuy, símbolos de autoridad
que ha concentrado en su persona como miembro del estamento primacial (Pino,
2012, p. 26).
La
unión de las dos casas incrementó aún más sus fortunas, posicionándose como
unas de las familias más ricas del Valle de Caracas. En consecuencia:
Los
parientes de Bolívar, por parte de madre, tanto de una como de otra rama, son
de los más antiguos y empingorotados de la Provincia. Los nombres de una y otra
familia figuran en la historia de la Provincia desde lueñes días. Los tíos
Palacios provienen de Miranda del Ebro, en Castilla la Vieja. Constituyen la
flor y nata de la colonia. Lo mismo los Blanco, con quienes los Palacios se
cruzan durante dos siglos. Aquellos Blanco provienen de Francia y de Flandes,
bien originarios de allí, o tal vez pasados a esas regiones como oficiales en las
tropas de los Reyes de España. (Blanco, 2007, p.37)
Desde
Bolívar “el Viejo” hasta esta segunda generación en ascendencia de Simón José
Antonio, vemos como cada una fue más activa que la anterior, pero el fin que perseguían
fue siempre el mismo: asegurar su poder en lo económico con simpatía en lo
político, ya que lo militar servía para el resguardo de las otras dos. Esta
casta de hijos de la Corona fue en su momento capaz de mantener durante casi un
siglo el orden socio – político de servir al rey y de mantener la estabilidad en
una de sus principales colonias. Esta realidad era característica de la
aristocracia de la época:
La
aristocracia local es una aristocracia cuyos orígenes se remontan hasta el
siglo XVI. Se caracteriza además por su excepcional estabilidad estructural y
generacional, respaldada por las estrategias matrimoniales y la organización de
los núcleos familiares en torno a un patriarca. En ese aspecto, las élites
caraqueñas se inscriben, sin lugar a dudas, en la larga duración que caracteriza
a las élites principales de la Colonia. (Langue, 2000, p. 63)
La
ilustración lideraba las olas de cambios en todos los órdenes sociales y se
venía deslumbrando a finales del XVIII en todos los círculos de personas
letradas, donde se hablaba y se analizaba sobre conceptos nuevos para la época
como: la felicidad de ser humano con el bien material, el utilitarismo, la
razón como elemento fundamental, la crítica a la religión, la autonomía del
hombre, el progreso, el igualitarismo, el individualismo, las reformas, el
despotismo ilustrados, entre otros temas de interés que lograrían en un corto
tiempo transformar las viejas estructuras con que se concibieron las colonias
europeas de ultramar. Por supuesto estos cambios no dejaron de lado a la
Capitanía General de Venezuela. José Domingo Díaz (2012), un criollo de
nacimiento pero heredero del más profundo sentimiento de servicio a la corona
española se expresaba sobre este fenómeno nacido, del ingenio de los pensadores
europeos de la ilustración, de la siguiente manera:
La
ignorancia, la imprecaución, la malicia o la novelería hacían ver entonces como
llenas de sabiduría las producciones de aquella gavilla de sediciosos llamados filósofos, que, abrigados en París como
su principal residencia, había medio siglo que trabajaban sin cesar en llevar a
cabo su funesta conjuración: la anarquía
del género humano. El mundo estaba anegado con estos pestilentes escritos,
y ellos también penetraron en Caracas, y en la casa de una de sus principales
familias. Allí fue donde se oyeron por primera vez los funestos derechos del hombre, de donde cundieron
sordamente por todos los jóvenes de las numerosas ramas de aquella familia. (p.
4)
En
medio de estas tribulaciones del acontecer político, militar y religioso en que
se encontraba el mundo occidental, entre la Independencia de los Estados Unidos
de América (1776) y la Revolución Francesa (1789), nace el 24 de julio de 1783,
el cuarto hijo del coronel don Juan Vicente Bolívar y Ponte y de doña María de
la Concepción Palacios y Blanco, al que llamarían Simón José Antonio de la Santísima Trinidad
Bolívar y Palacios. Siguiendo la tradición católica de la familia, fue
presentando ante el altar de la Catedral de Caracas para recibir el sacramento
del bautismo el 30 de julio de ese mismo año, siendo el padrino su abuelo
materno don Feliciano de Palacios Sojo (Herrera, 2010, p. 136).
Hijo
de un Coronel, nieto de un General, Gobernador de Venezuela, Simón Bolívar
cuenta entre sus ascendientes, por línea recta de varón, Capitanes Generales de
la Provincia, fundadores de pueblos, defensores del país contra los indios y
contra los europeos, contra los contrabandistas y contra los piratas. En suma,
hombres de acción y benefactores sociales. (Blanco, 2007, p. 43)
Los
primeros años de Simón transcurrieron en la normalidad de una familia
perteneciente a la aristocracia caraqueña de la época, con una madre siempre en
casa, conduciendo los quehaceres del hogar y pendiente de las demandas de los
asuntos sociales, y un padre muy activo velando por la administración de la
fortuna familiar. El recién nacido no probó sus primeros alimentos maternales de
su progenitora sino de dos mujeres extrañas para él: la primera doña Inés
Mancebo y Quiroga de Miyares, esposa del militar realista Fernando Miyares, y
la otra la negra esclava Hipólita, a quien Simón expresaba públicamente su
cariño y la llamaba su otra madre, tal cual lo podemos ver plasmado en una
comunicación que le envió a su hermana María Antonia el 10 de julio de 1825
desde Cuzco, donde decía entre otras cosas: “Te mando una carta de mi madre
Hipólita, para que le des todo lo que ella quiere; para que hagas por ella como
si fuera tu madre, su leche ha alimentado mi vida y no he conocido otro padre
que ella” (ADL, 1825, d. 155).
Para entender el carácter del futuro estadista y militar
es necesario hurgar un poco en su vida personal desde lo más temprano de su
infancia. Pierde a su padre el 19 de enero de 1786, aunque desde luego para el
momento es difícil que pueda entender el significado de la muerte, pues Simón
tendría apenas dos años y medio. “Una vida más larga del padre hubiérale
significado cuando menos un aprendizaje oportuno y temprano de las ciencias
militares” (Rumazo, 2006, p. 14). Años más tarde, a la edad de nueve años,
pierde a su madre, no es necesario ir más allá de lo que pudo sentir Simón
antes de cumplir sus primeros 10 años de vida, “el que es huérfano cuando niño,
se siente huérfano siempre, y en sus sentimientos se afina la sensibilidad, de
modo que sufre mucho más en lo hondo que los otros” (p. 18).
A la muerte de doña María Concepción la custodia de
Simón pasa a su abuelo don Feliciano Palacios y Sojo, pero finalmente producto
de situaciones familiares la custodia del niño queda en manos de su tío materno
don Carlos Palacios. Es necesario recordar que el niño era poseedor de una gran
herencia, dejada por sus padres y el vínculo de la Concepción.
Luego de sortear el destino del niño entre sus
familiares, comienza Simón a educarse, con la fortuna que poseía la familia no
es de extrañar que recibiera una excelente formación a académica de manos de
los mejores letrados de la Caracas de entonces. Las primeras letras vendrían a
muy temprana edad, entre los juegos y los viajes a las haciendas con su madre.
Entre los primeros maestros del niño se pueden nombrar a Carrasco y Fernando
Vides, con clases de escritura y aritmética; al presbítero José Antonio Negrete
con historia y religión; y Guillermo Pelgrón con algo de latín (Pérez, 1979, p.
30). Tiempo después, en 1795, ocurren algunos sucesos inquietantes dentro del
seno familiar, que llevaría al joven Simón a encontrarse con quien según su
puño y letra escribiría más tarde “mi amigo, con el compañero de mi infancia,
el confidente de todas mis alegrías, de todas mis penas, el mentor cuyos
consejos y consuelos han ejercido siempre tanto imperio sobre mí” (ADL, 1804,
d. 24). “Oh mi Maestro! ¡Oh mi
amigo! ¡Oh mi Robinson!” (d. 124), exclamaría el futuro Libertador en Pativilca
el 19 de enero de 1824. Se trataba de don Simón Rodríguez.
Simón Rodríguez era un joven autodidacta, idealista
y ambicioso, quien tendrá la oportunidad de ser el maestro que más influyó
sobre Simón Bolívar. Seguramente vio en el niño mantuano la oportunidad de
aplicar lo que mucho había estudiado de Rousseau, es posible que el mismo libro
Emilio hubiese sido su guía para enseñar. El historiador Manuel Pérez Vila en su obra La formación intelectual del Libertador (1979),
hace una referencia sobre este tema, a partir de la investigación realizada en
su momento por Cristóbal Mendoza:
Desde
luego me inclino a pensar – escribe el Dr. Mendoza – en presencia de los
documentos encontrados, que la tesis del Emilio es una mera fantasía provocada
en buena parte por el propio Libertador en su carta de Pativilca y también por
la carta inventada o por lo menos fundamentalmente adulterada para Fanny du
Villars o Teresa Laisney (…). Un análisis desapasionado de los hechos, a la vez
que descarta totalmente la tesis del influjo “ruseoniano” de Simón Rodríguez
sobre el espíritu del niño Bolívar en esa época, no permite negar que esos
meses de constante relación entre maestro y discípulo dejasen de tener su
importancia en la vida del niño Simón. Es muy posible que, dadas las cualidades
de pedagogo que Rodríguez poseía, éste lograse entonces despertar en el
espíritu de Bolívar la afición al estudio, o que por lo menos contribuyera con
sus consejos, con sus lecciones, a serenar aquel ánimo conturbado por una
crisis característica al fin y al cabo, de la primera adolescencia. (p.p.
41,42)
Esta fascinación por los estudios formaría el
intelecto de Simón, su afán por leer y aprender cada día más de lo que sucedía
en las afueras de Caracas, saber lo maravilloso de la cultura de otros mundos y
lo interesante del panorama político en la vieja Europa. El propio Bolívar (ADL,
1825) hace una referencia sobre su educación al general Francisco de Paula
Santander, desde Arequipa el 20 de mayo de 1825, producto del desatinado
comentario sobre su educación escrito por Gaspard Théodore Mollien en el
Morning Chronicle, del cual extraemos lo siguiente:
Lo
que dice de mí es vago, falso e injusto. Vago, porque no asigna mi capacidad;
falso, porque me atribuye un desprendimiento que no tengo; e injusto, porque no
es cierto que mi educación fue muy descuidada, puesto que mi madre y mis
tutores hicieron cuanto era posible porque yo aprendiese, me buscaron maestros
de primer orden en mi país. Robinson que usted conoce, fue mi maestro de
primeras letras y gramática; de bellas letras y geografía, nuestro famoso
Bello: se puso una academia de matemáticas sólo para mí por el padre Andujar,
que estimó mucho el Barón de Humboldt. Después me mandaron a Europa de
continuar mis matemáticas en la academia de San Fernando; y aprendí los idiomas
extranjeros con maestros selectos de Madrid: todo bajo la dirección del sabio
marqués de Ustáriz en cuya casa vivía. Todavía muy niño, quizá sin poder
aprender, se me dieron lecciones de esgrima, de baile y de equitación.
Ciertamente que no aprendí ni la filosofía de Aristóteles, ni los códigos del
crimen y del error; pero puede ser que Mr. de Mollien no haya estudiado tanto
como yo a Lock, Condillac, Buffon, Dalambert, Helvetius, Montesquieu, Mably,
Filanger, Lalandes, Rousseau, Voltaire, Rollin, Berthot y todos los clásicos de
la antigüedad, así filósofos, historiadores, oradores y poetas; y todos los
clásicos modernos de España, Francia, Italia y gran parte de los ingleses. Todo
esto lo digo muy confidencialmente para que no crea que su pobre presidente, ha
recibido tan mala educación como dice Mr. de Mollien y aunque por otra parte yo
no sé nada, no he dejado sin embargo, de ser educado como un niño de distinción
puede serlo en América bajo el poder español. (d.10287)
Sin duda alguna se sabe cómo los estadistas
militares más grandes de la historia eran fieles lectores. Tenemos el caso, por
ejemplo, de Alejandro Magno (356-323 A.C), quien siempre llevó consigo como
libro de cabecera la obra de Homero La
Ilíada; Julio Cesar (100-44 A.C) y su esmerada educación griega, más tarde
escribiría sobre dos de sus hazañas más grandes: “Comentarios de la Guerra de
las Galias” y “la Guerra Civil”; de Napoleón Bonaparte (1769-1821 D.C), tiempo
después Bolívar le confesaría al coronel Luis Perú de Lacroix (2009):
El
diario de Santa Helena; las campañas de Napoleón y todo lo que es suyo es para
mi la lectura la más agradable y la más provechosa: es donde debe estudiarse el
arte de la guerra, el de la política y el de gobernar. (p. 161)
También leía todo lo que venía de Voltaire, Rosseau,
Platón, las campañas de Federico el Grande y todo lo que le pudo ser útil para
su gran proyecto. Su afición por la lectura hacía que entrara en contacto con
los hombres del presente y del pasado, aprovechando y memorizando cada
enseñanza que lograba extraer. No se puede olvidar que ya joven se convirtió en
un terrateniente, y por supuesto, dedicó parte de su tiempo en la
administración de los bienes familiares dedicados en su mayor parte a la
agricultura y la ganadería. Su fortuna para principios del siglo XVIII “se ha
calculado en torno de 66.2 millones de dólares” (Herrera, 2014, p. 53).
Como ya se señaló anteriormente el joven Bolívar proviene
de una larga línea generacional de militares y milicianos al servicio de la
corona española.
El
abuelo paterno, don Juan de Bolívar y Martínez Villegas fue capitán de
infantería en 1717. Como sabemos, el padre fue coronel del batallón de blancos
de los valles de Aragua y jefe de una compañía de volantes. Esteban Palacios y
Blanco, uno de los tíos, gestiona en 1792 el ingreso a la Compañía de Reales
Guardias de Corps establecida en Madrid. Fernando del Toro e Ibarra, uno de los
primos, perteneció al Cuerpo de Reales Guardias en la Corte; mientras otra
figura de la estirpe, don Francisco Rodríguez del Toro e Ibarra, IV marqués del
Toro, ostenta en 1790 el grado de coronel de las Milicias Disciplinadas. El
suegro de su hermana María Antonia, coronel Manuel Clemente y Francia, es el
inspector de la Unidad de Milicias Blancas cuando llegan los papeles para el
ingreso del adolecente a la sexta compañía del Batallón de Milicias
Disciplinada de Blancos, en enero de 1797.
(Pino, 2012, p. 30)
Por otro lado es interesante hacer
referencia sobre el encuentro del joven Simón con sus parientes militares en
Bilbao. El historiador Alejandro Cardozo Uzcátegui (2010), describe el
encuentro de Bolívar con el brigadier de los ejércitos del rey, Julián Manuel
Bolívar y Elorduy, héroe de las batallas en contra de los franceses. Además,
compartió con Damián, Juan y Pedro Antonio, todos parientes, todos militares
(p. 31). Podemos imaginarnos las innumerables preguntas que Simón les haría a
sus primos sobre las batallas contra los ejércitos de Francia, el cumplimiento
de las Ordenanzas, la vida castrense en España y sobre todo la confusa
situación política en que atravesaba la corona en esos momentos.
Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar
y Palacios ingresa en el Batallón de Milicias Regladas de Blancos de los Valles
de Aragua, donde es recibido por el teniente coronel Francisco Lozano y Ponte,
tal como lo expone su hoja de servicio (AGN, 1797, t.2, f.134), muy utilizada
por los biógrafos de Bolívar al momento de citar sus inicios en la vida
castrense.
La
formación militar de Bolívar durará exactamente año y medio, lo normal para un
cadete de infantería de milicias español en la segunda mitad del siglo XVIII.
En efecto, desde el 14 de enero de 1797 al 04 de julio de 1798, Simón Bolívar
permanecerá como cadete de la sexta compañía del Batallón de Milicias
Disciplinadas de Blancos de los Valles de Aragua, cuya sede del comando, para
la fecha, se encontraba en la población de Cagua. (Falcón, 2006, p.47)
Fernando
Falcón (2006) señala que: “el régimen de formación de un Cadete de Milicias
difería muy poco del señalado por las Ordenanzas Militares de 1768” (p.47). La
formación que recibían los cadetes era tal cual como se establecía en dichas
ordenanzas, indicaba que los cadetes se debían a ellas en todo lo relacionado a
sus estudios.
Según las Ordenanzas de
1768, los cadetes deberían ser instruidos en los regimientos, ante todo en el estudio de la misma
Ordenanza y todo lo que ella comportaba en cuanto a cuestiones de táctica, formación de los
cuerpos,
mando de las tropas, vestuario, administración
económica y jurídica de las
unidades militares, así como demás materias propias de la mecánica interna de los respectivos cuerpos. Una vez que
estuviesen adelantados en todas estas cuestiones “se le hará aprender la aritmética, geometría, y
fortificación”
señalaban las mismas ordenanzas. (Andujar, 1991, nº
19, p.39)
Más adelante Francisco Andujar
Castilla (1991), cita la obra de José Manuel Abarca, Discurso sobre fomentar la educación
de la nobleza destinada a la milicia,
quien expondría lo siguiente sobre el ser cadete:
Un Cadete, antes de serlo debería traer aprendido de “su casa”, en
primer lugar todas las “verdades de nuestra santa Religión... la ortografía y
puntuación para escribir bien... y a lo menos ha de traer estudiada la
gramática Castellana, Latina, y Retórica”, materias todas ellas necesarias e
imprescindibles para los nobles que pretendían seguir la carrera de las armas
(p.39).
Indudablemente,
tal aseveración de José Manuel Abarca coincide con el cadete Bolívar, quien
desde su propio hogar ya traía cierta formación moral e intelectual, producto
de las enseñanzas de la cuales ya ha hecho mención. Además es necesario
recordar que su padre fue coronel fundador del Batallón de Milicias de Blancos
de los Valles de Aragua y quien mantuvo su condición de comandante hasta su
muerte, y según el Reglamento para las Milicias de Infantería y Caballería de
la Isla de Cuba (1769), con el cual se regían las milicias en la Capitanía
General de Venezuela en el capítulo II “Del Gobierno y Policía”, en su artículo
50 determinaba que: “Los oficiales que quedaron reformados en la formación de
estos cuerpos, podrán ser reemplazados en las vacantes que ocurran, siendo
buenos; y sus hijos (quedando reemplazados) pueden ser cadetes; y aún ahora,
concurriendo en ellos las circunstancias que previenen las reales ordenanzas”.(p.
35)
En
mención de lo anterior el joven Bolívar discurre en su formación militar en el
Batallón; en sus hojas de servicio y evaluación como cadete al momento de su
ingreso se registra su edad en 14 años, su calidad ilustre y su salud buena. El
empleo como cadete lo ubica con fecha 14 de enero de 1797, con una duración de
11 meses y 17 días hasta el 31 de diciembre de 1797. Con una evaluación
expresada de la siguiente manera: “Valor: se supone; Aplicación: la demuestra;
Capacidad: buena; Estado: soltero” (AGN, 1797, t.2, f.134).
Entre
el 4 de julio de 1798 y el 15 de enero de 1799, Bolívar permanecerá en la
unidad como subteniente de la 6ta Compañía de fusileros (con sede en
Maracay) y un mes (no hemos podido determinar cuál) “como Ayudante Mayor que
ejerció las funciones de el Sargento Mayor que se halla ausente”. (Falcón,
2006, p. 54)
Para el mes de mayo de 1810, Bolívar es ascendido a
capitán y posteriormente al grado de coronel. En el primero, Simón figuraba en
las listas enviadas por el depuesto capitán general Emparan antes de los
acontecimientos del 19 de abril (p.125); en el segundo, aunque aún esté en
debate entre los biógrafos del Libertador, podemos suponer que fue producto de
la importante misión diplomática que se le encomendó en Inglaterra, luego de
los sucesos del 19 de abril de 1810.
En todo caso, de la relación que hemos hecho se
desprende que:
Bolívar
pues, ha heredado de sus abuelos con la aptitud guerrera el amor de la política
y la tendencia al mando y al imperio.
También
ha heredado predisposiciones que el calor, el paludismo, el tabaco, la lucha
contra los indios y la barbarie ambiente acumularon seguramente en su raza
durante más de dos siglos de vida tropical. (Blanco, 1969, p. 88)
Simón Bolívar a los 29 años, 1812.
Fuente: Colección Casa Museo Quinta de
Bolívar. (Colombia)
REFERENCIAS
Documentos:
Archivo
General de la Nación. (A.G.N) Hojas Militares. Tomo 2. Folio 134.
Catálogo
Digital del Archivo del Libertador Simón Bolívar (ADL) disponible en http://www.archivodellibertador.gob.ve
Bibliografías:
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Bolívar. Caracas: El Centauro ed.
Cardozo, Alejandro y Buttó Luis (Dirs).
(2013). El Incesto Republicano,
relaciones civiles y militares en Venezuela 1812-2012. Caracas: Editorial
Buenos Aires.
Díaz, José Domingo. (2012). Recuerdos de la rebelión de Caracas.
Caracas: Fundación Biblioteca Ayacucho, N° 9.
Falcón, Fernando. (2006). El cadete de los valles de Aragua.
Caracas: Universidad Central de Venezuela.
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Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República.
Perú de Lacroix, Luis María. (2009).
El diario de Bucaramanga. Caracas:
Ministerio del Poder Popular para la Comunicación e Información.
Pino
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Caracas: Editorial Alfa.
Rumazo, Alfonso. (2006). Simón Bolívar. Caracas: Ediciones de la
Presidencia de la República.
Fuentes
electrónicas:
Andujar
Castillo, Francisco. La Educación de los
Militares de la España del Siglo XVIII, p. 39. Disponible en
https://www.google.co.ve/search?q=LA+EDUCACI%C3%93N+DE+LOS+MILITARES+EN+LA+ESPA%C3%91A+DEL+SIGLO+XVIII&ie=utf-8&oe=utf-8&aq=t&rls=org.mozilla:es-ES:official&client=firefox-a&channel=sb&gfe_rd=cr&ei=JQumU4yLFc_d8ge32YGwDw.
Consultado el 08 de mayo de 2014.
Reglamento para las
Milicias de Infantería y Caballería de la Isla de Cuba. Disponible
en https://archive.org/stream/reglamentoparala03peru#page/n5/mode/2up.
Consultado el 08 de mayo de 2014.
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