HumanArtes.
Revista Electrónica de Ciencias Sociales y Educación
Año
6, N° 12, enero – junio 2018
www.revista-humanartes.webnode.es
Recibido:
13/6/2017
Aprobado:
20/8/2017
HACIA LA RUTA LIBERTADORA DE PISBA
(1819)
Richard José Lobo Sivoli
Mérida, Venezuela
histomil1813@gmail.com
Resumen
El presente artículo tiene como
finalidad de realizar una revisión al valor histórico y estratégico de la
operación militar del paso del Ejército Libertador por el sendero de Indios del
páramo de Pisba, ubicado en la Cordillera Oriental del departamento de Boyacá
(actual Rep. de Colombia), con el propósito de expulsar las fuerzas militares
realistas de la Nueva Granada. Para el desarrollo de esta complicada maniobra,
el Libertador Simón Bolívar utilizaría la recién liberada provincia de Guayana
(actual estado Bolívar – Rep. Bolivariana de Venezuela) como base de
operaciones y el páramo de Pisba como una vía estratégica para la incursión en
suelo neogranadino. Las conclusiones derivadas de la investigación serán de utilidad
para el fortalecimiento teórico del pensamiento histórico – militar venezolano
y como referencia para el estudio continuo de la doctrina militar venezolana y
meridional.
Palabras Claves: Ejército, Libertador, Páramo,
Llanos, Operación, Pisba, Guayana, Nueva Granada, Simón Bolívar.
Abstract
This article
aims to review the historical and strategic value of the military operation of
the passage of the Liberating Army through the path of Indians of the Páramo de
Pisba, located in the Eastern Cordillera of the department of Boyacá (now Rep.
of Colombia) , which had the purpose of expelling the realistic military forces
of New Granada. For the development of this complicated maneuver, the Liberator
Simón Bolívar used the newly liberated province of Guayana (present Bolivar
state - Bolivarian Republic of Venezuela) as base of operations and the Páramo
of Pisba and as a strategic route for the incursion in the Neogranadin soil.
The conclusions derived from the research will be useful for the theoretical strengthening
of Venezuelan historical - military thinking and as a reference for the
continuous study of Venezuelan and southern military doctrine.
Keywords: Army, Liberator, Páramo,
Plains, Operation, Pisba, Guayana, Nueva Granada, Simón Bolívar.
INTRODUCCIÓN
Con Boyacá comenzó Bolívar su paso
libertario por los pueblos hermanos que conforman la América Meridional, pero
antes de sucederse esta gran batalla la genialidad del Libertador se puso una vez más a prueba en su
condición de jefe militar y conductor de tropas, permitiéndole ser el
arquitecto de un elaborado plan que tomaría por sorpresa al enemigo que
hostilizaba al pueblo neogranadino. Comprendía Bolívar que estas dos naciones
eran como hermanas siamesas, su supervivencia y sus destinos estaban íntimamente
ligados. La marcha del Ejército Libertador por el Páramo de Pisba,
específicamente por el corredor conocido antiguamente como el sendero de los indios, se convertiría en
la ruta estratégica para la incursión armada sobre la Nueva Granada.
La toma de la
provincia de Guayana entre 1816 y 1817 fue la clave para que los planes del
Libertador comenzaran a materializarse. Ya contaba con una extraordinaria base
de operaciones, la cual le permitió generar una serie de condiciones políticas,
sociales y económicas para iniciar con su plan de avance hacia la Nueva
Granada. Previamente, antes de abrir operaciones las tropas realistas se
mantenían en constante movimiento por el llano y el centro del país. Para ello
Bolívar tuvo que mover a su ejército, desarrollándose las campañas del Centro y
Apure, ambas marcadas por el fracaso. No por culpa de la planificación, ni por
los soldados, sino por desobediencia e indisciplina que aún existía entre los
oficiales patriotas.
El paso del
Ejército Libertador por el sendero de los indios del páramo de Pisba fue de
gran valor en lo estratégico, militar y político. La estrategia de Bolívar sin
duda buscó utilizar el factor sorpresa a través de una maniobra osada y rápida.
De esta manera lograría batir al enemigo y así unificaría plenamente los
ejércitos de Venezuela y de la Nueva Granada, cumpliendo además con tres
objetivos claves para la independencia total de la América Meridional: libertar
definitivamente Venezuela con esta acción directa sobre Nueva Granada; abrir las
operaciones para la Campaña del Sur; y comenzar a materializar los proyectos
manifestados en Jamaica (1815) y Angostura (1819).
LA POLÍTICA ANTES
DE LA CAMPAÑA
Luego de aquellos
memorables hechos históricos del 19 de abril de 1810 y 5 de julio de 1811, el
orden en que vivían los habitantes de las provincias que se declararon
independientes de España fue sacudido drásticamente; Venezuela e incluso toda
la América Meridional y otros países más hacia el Sur, pronto se verían
comprometidos en una larga y sangrienta guerra que buscaba el cambio del orden
social, económico y militar en las colonias. Las clases criollas comenzarían a
exigir autonomía en cuanto a su derecho de existir, además de definir su papel
dentro del contexto internacional.
En nuestras batallas
por la independencia continental la idea estuvo sobre las espadas: éstas
sirviendo a aquellas, nunca la idea al servicio de las armas. Las acciones de
guerra para que tengan validez humana deben representar civismo, ideales de
libertad y de justicia pues de lo contrario sólo son choque bárbaro, inútil
para la elevación de los pueblos, para la dignificación de las gentes. (Nucete,
Pérez, Iribarren, 1969, p.4)
Simón Bolívar,
formado académicamente por reconocidos maestros de la élite caraqueña y militarmente
como cadete del Batallón de Milicias de Blancos de los Valles de Aragua y en el
campo de batalla, se convertiría definitivamente en el líder político y militar
de un proyecto que comenzó décadas atrás. El joven general tendría la
obligación de hacer un gran esfuerzo para agrupar todos los elementos
necesarios para consolidar una línea política que le permitiera llevar con
éxito su plan de libertar a la América Meridional y darle un sistema político
que pudiera ofrecer las mejores condiciones de vida al pueblo. Bien lo decía
Maquiavelo en su obra el Príncipe: “Un ciudadano que llegado a príncipe por el
favor del pueblo ha de tener a conservar su afecto, lo cual es fácil, ya que el
pide únicamente no ser oprimido” (2012, p.66). Sin duda alguna su crecimiento
político lo fue concibiendo “en la lectura, en la práctica y en la relación con
hombres notables por sus conocimientos políticos” (Bencomo, 2010, p.15).
Las aptitudes
políticas en el Libertador fueron consagradas en sus escritos, ya se conocían
extraordinarios trabajos políticos e intelectuales como su publicación en el
Morning Chronicle (5 de septiembre de 1810); su discurso ante la Sociedad
Patriótica (entre el 3 y 4 de julio de 1811); en la memoria dirigida a los
ciudadanos de la Nueva Granada por un caraqueño, conocido también como
Manifiesto de Cartagena (5 de diciembre de 1812); el Manifiesto de Carúpano (7
de septiembre de 1814); y la Contestación de un Americano Meridional a un
Caballero de esta Isla, muy difundida con el nombre de Carta de Jamaica (6 de
septiembre de 1815); obras insignes de estudios políticos cuya vigencia han
vencido al tiempo. Es por ello que cada acción militar de Bolívar estaba
acompañada de una profunda lección política y esto se puede verificar leyendo
su extensa correspondencia, donde explica sobre la organización política y
administrativa que va dando a las provincias liberadas por sus armas (Bencomo,
2010, p.139).
Bolívar en el Manifiesto
de Cartagena y en la Carta de Jamaica había criticado con argumentos
inobjetables las instituciones adoptadas por los pueblos de Venezuela y Nueva
Granada. Preconizando, en cambio, las ideas de unidad, solidez, estabilidad y
eficiencia en el gobierno, deseaba para los pueblos americanos no la
organización teórica más perfecta, sino la más conforme con sus convicciones
físicas y económicas y con la situación creada por la guerra: en síntesis, un
Gobierno que fuera la convincente transición entre el régimen español y el
nuevo régimen de libertad. (Belaunde, 1983, p. 156)
Tras los intentos
fallidos de construcción de la independiente República de Venezuela
(1811-1814), el general Simón Bolívar, caudillo que capitalizará el mando
absoluto de los ejércitos desplegados a nivel nacional, volvería a trazar un
nuevo plan para continuar con la guerra y asegurarse una importante victoria
que debilitase las fuerzas enemigas. De tal manera que asociado a la estrategia
militar, los aspectos políticos se vieron íntimamente involucrados en sus de
decisiones. El escenario que sortearía Bolívar en 1819 no se parecía en nada al
de la Campaña Admirable de 1813; la República no sería aquella de 1811 surgida
y amparada bajo una constitución, y tampoco sería la de 1813 nacida de la
guerra; mucho menos contaría entre sus colaboradores más cercanos a bizarros
oficiales como Atanasio Girardot, Antonio Ricaurte, Vicente Campo Elías, José
Félix Ribas o, a un soberbio dragón como José María Rivas Dávila.
El Libertador
reaparecería una vez más en el escenario de la guerra nombrado como Jefe
Supremo de la República de Venezuela en 1816, teniendo la difícil tarea de
reorganizar las fuerzas militares y políticas de la nación, para ello debió
poner en práctica todo aquello que había aprendido a tan escasos años atrás; no
se tiene dudas de la calidad de su formación intelectual, se conoce sobre su
afición por los clásicos filosóficos, políticos y militares de la antigüedad.
La nación se encontraba en una difícil situación, pues los grandes caudillos
patriotas para el momento se encontraban en total anarquía a su jefatura,
teniendo por un lado, a un Mariño junto a su paisano oriental Bermúdez que no
lo reconocían como Jefe; a un Páez desbocado por los llanos apureños; y a un
Piar que actuaba como si fuese el Jefe Supremo (Castillo, 1972, p. 147). Sobre
esta situación Caracciolo Parra (1984) afirmaba que: “Es prueba de grandeza
haber logrado imponer su autoridad a los revoltosos generales independientes y
conservar la discrecional en el ambiente jurídico y de suspicacia que tendrán
más tarde los consejos y congresos de Colombia” (p. 34). A mediados de 1817,
Bolívar le hace saber al coronel Pedro Briceño Méndez su opinión sobre las
impresiones que había recogido luego del Congresillo de Cariaco del 8 de mayo
de 1817; le explica que ha mantenido una conducta serena y moderada a tales
acciones y al comportamiento mezquino de sus colegas generales, dejando en
claro que no ha sido por debilidad; pero al final de la misma, lanza unas
fuertes palabras que resonarían sin duda alguna en sus compañeros, exaltando su
derecho legítimo de ser Jefe: “aquí no hay tiranos ni anarquía, mientras yo
respire con la espada en la mano” (ADL, 1817, d. 1882). Sobre esta conducta
Castillo Lara (1972) dice:
Él ha venido
soportando y tragándose todas las anarquías, desconocimientos y desplantes de los
pequeños y grandes caudillos. El tascar el freno se armonizaba mal con su
carácter. Pero ahora rodeado de tropas y oficiales suyos, veteranos y fieles, y
seguro del territorio de guayanés, ve llegar el momento de imponer su autoridad
y cortar la anarquía que los devoraba. (p. 150)
Ya en el último
semestre del año 1817, como un buen creador de repúblicas, comienza a
reorganizar política y económicamente la provincia de Guayana donde ha
encontrado cobijo para instalar su base de operaciones, “(…) organiza entonces
el Gobierno. Le da un cariz de Estado soberano en sus órganos y administración.
Crea un Consejo de Estado, con voto consultivo y en parte funciones
legislativas” (p. 151). Procurará Bolívar no cometer los mismo errores de
gobierno que en la Segunda República, esta vez contará con algunos años más de
experiencia en lo político. Al respecto Thibaud (2003) escribió:
La conquista de un
arraigo territorial permite la estabilización de una república en armas y en
harapos. La posesión de la humilde capital que es Angostura le permite en
efecto restablecer un orden legal, por primera vez desde la derrota de 1814. Le
asegura además a los patriotas una comodidad material y psicológica que
desconocían desde la desbandada de diciembre de 1814. La legitimidad de este
primer gobierno militar no es de esencia popular. Después de haber sido
separadas, las fuerzas militares y la república ya no forman sino un solo
conjunto, como lo demuestran las elecciones de 1818, donde es el ejército, ergo
el pueblo, quien elige a los representantes del Congreso. (p. 229)
El 1 de octubre de
1818, en su discurso en la sesión del Consejo de Estado en Angostura, Bolívar
realizó un breve análisis sobre la situación de la guerra hasta el momento.
Explicaba como el ejército español se encontraba en un estado de angustia y
desorden producto de los continuos reveses en el campo de batalla. Por su
parte, las tropas patriotas se encontraban en sus mejores momentos para poder
continuar la guerra y llevarla a feliz término.
Pero para poder
continuar con la contienda armada era necesario el llamado al Congreso de
Venezuela, la patria necesitaba el concurso de todos sus ciudadanos para lograr
la victoria definitiva. El Libertador exponía en su discurso para la sesión del
Consejo de Estado en Angostura (ADL, 1818) lo siguiente:
(…) que nuestros
guerreros combaten, que nuestros ciudadanos pacíficos ejerzan las augustas
funciones de la soberanía. Todos debemos ocuparnos en la salud de la República;
como debemos desear que todos a la vez la consignamos. (d. 3310)
En la genialidad de
su pensamiento político, llamar a un Congreso en Angostura significaría para él
la autorización moral y jurídica para abrir su campaña libertadora en la Nueva
Granada. “Afirmar el poder de los independentistas en un Virreinato como Nueva
Granada era dar un certero golpe al poderío español en todo el Continente pues
allí seguirían las victoriosas jornadas del Sur” (Nucete, et al., 1969, p. 5).
En el insigne
Congreso de Angostura llevado a cabo desde el 15 de febrero de 1819 hasta el 31
de julio de 1821, el Libertador Simón Bolívar exponía sus ideas sobre la
conformación de un gran Estado, libre, soberano y gustoso de las leyes. Para
Ángel Brice (1968), “El Discurso de Angostura, ejemplo de elocuencia y fuente
clara e inagotable de ideas políticas, es la mejor prueba de que Bolívar estaba
inspirado en un republicanismo efectivo, cónsono con el medio donde debía
aplicarse” (p. 75).
Ya contaría la
República con verdaderos mecanismo políticos y administrativos que la enrumbarían
al normal funcionamiento de sus actividades. Para ese momento Bolívar estaba
atravesando por un interesante momento histórico en su vida, sobre sus hombros
pesaba un gran cúmulo de aprendizajes dejados por victorias y derrotas pasadas
y la responsabilidad de no poder vacilar en encontrar la fórmula militar y
política que pueda asegurar el éxito de los planes futuros.
Desde luego, dar
orden a la nación y formar un piso político sólido, era lo que se proponía el
Libertador antes de comenzar a materializar su plan de invasión sobre la Nueva
Granada y consolidar su propuesta sobre la creación de la República de
Colombia. “En síntesis, durante los años de 1817 a 1819 el movimiento
republicano logra un nivel de organización real como nunca antes, desde el
inicio mismo de la Revolución” (Irwin y Micett, 2008, p.47).
Ya la veo sentada
sobre el trono de libertad empuñando el cetro de la justicia, coronada por la
Gloria, mostrando al mundo antiguo la majestad del mundo moderno”. Así se
expresa Bolívar cuando presenta el tema referente a la reunión de Nueva Granada
y Venezuela para formar un gran Estado, porque, según él, esto ha sido el voto
uniforme de los pueblos y de los gobiernos de estos dos países. El estado
propuesto es el que meses después nacería con el nombre de República de
Colombia. (Bencomo, 2010, p. 107)
La idea de
unificación de ambas naciones la traía consigo Bolívar desde las primeras
acciones por la independencia. Durante su periodo de amistad con el
generalísimo Francisco de Miranda le permitió conocer sus proyectos de unión y
alianzas con otras naciones hermanas. En la praxis se dieron pasos agigantados
para alcanzar este objetivo mirandino, basta con saber que el 28 de mayo de
1811, se dio como concluido el tratado estratégico de alianza y federación
firmados por el Presidente del Estado Independiente de Cundinamarca, Jorge
Tadeo Lozano de Peralta y González Manrique; y el enviado de Venezuela,
canónigo doctor don José Cortés Madariaga. Sobre este tema Austria (1960)
manifiesta que:
El objeto principal
de este tratado, es asegurarse mutuamente los dos Estados contratantes, la
libertad e independencia que acaban de conquistar y que, en caso de verse
atacados por cualesquiera potencia extraña, sea la que fuere, con el objeto de
privarlos de esta libertad e independencia, en el todo o en alguna parte, harán
causa común y sostendrán la guerra a toda costa, sin deponer las armas hasta
que estén asegurados de que no se despojará de aquellos preciosos bienes. (p.p.
238-239)
Bolívar siempre mantuvo
viva esta idea, no descansaría hasta verla materializada y convertida en un
“vasto Estado geopolítico, maquinaria político-guerrera contra el absolutismo
el España” (Nucete, et al., 1969, p.71). La razón asistió al escritor Rómulo
Niño (1966), cuando expone lo siguiente:
A partir del año
19, Bolívar se va a dedicar con mayor empeño a la creación de Colombia y del
órgano de consulta latinoamericano. En esta tarea se verá ayudado por los
buenos sucesos militares, aunque tendrá los obstáculos de los reveses políticos
y del incremento federal-separatista-caudillista. (p. 117)
Bolívar siempre se
mantuvo atento al proyecto de Miranda. En una comunicación escrita el 4 de
marzo de 1813, explicaba a los representantes del Poder Ejecutivo de la Unión
que: “La suerte de la Nueva Granada está íntimamente ligada con la de
Venezuela; si ésta continúa en cadenas, la primera las llevará también” (ADL,
1813, d. 134). Más tarde en su análisis geopolítico y geoestratégico llamado
tradicionalmente como Carta de Jamaica (1815), profundizaría más sobre este
tema de la perfecta unidad entre ambas y expresa:
La Nueva Granada se
unirá con Venezuela, si llegan a convenirse en formar una república central,
cuya capital sea Maracaibo o una nueva ciudad que, con el nombre de Las Casas
(en honor de este héroe de la filantropía), se funde entre los confines de
ambos países, en el soberbio puerto de Bahíahonda. Esta posición, aunque
desconocida, es más ventajosa por todos respectos. Su acceso es fácil, y su
situación tan fuerte, que puede hacerse inexpugnable. Posee un clima puro y
saludable, un territorio tan propio para la agricultura como para la cría de
ganados, y una grande abundancia de maderas de construcción. Los salvajes que
la habitan serían civilizados, y nuestras posesiones se aumentarían con la
adquisición de la Goajira. Esta nación se llamaría Colombia como un tributo de
justicia y gratitud al criador de nuestro hemisferio. (ADL, 1815, d. 1302)
El Libertador
seguía de cerca los levantamientos en contra de la dominación colonial que se
generaban desde la América Meridional hasta las zonas más alejadas del Sur.
Atento a esto, no vaciló en comunicarse con el excelentísimo señor Supremo
Director de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Juan Martín Pueyredon,
donde le expresaba su reconocimiento por los esfuerzos realizados en al Sur en
nombre de la libertad; y además aprovechaba la ocasión de brindar su amistad,
cooperación y le invita a construir una América más fuerte y unida que
cualquier otra República (ADL, 1818, d. 2825).
Esta invitación de
unir esfuerzos por la misma causa es un sorprendente movimiento político por
parte de Bolívar, ya que de esta manera comenzaría abonar el terreno para sus
planes futuros. Si bien en Angostura hablaba de la República de Colombia;
pronto hablará de la América unida, pero esto sólo lo lograría al concretar con
victorias militares, y por ende, llevando a cabo la extraordinaria maniobra que
estaba planificando.
Por otro lado, las
gestiones hechas por el encargado de negocios de Venezuela en Londres, don Luis
López Méndez, estaban dando sus frutos. Precisamente sobre este tema con
Inglaterra el historiador Alfonzo Rumazo González (2006) expone:
En donde la
revolución americana ha adquirido excepcional prestigio es en Inglaterra. Terminadas
las campañas contra Napoleón, el Gobierno británico dispone de armas que no
sabe en qué emplear y se las vende gustoso a los republicanos de Venezuela;
tolera, además, el viaje de voluntarios, que, desplazados de la lucha Europea,
no tienen cómo ganarse la vida y prefieren la aventura en tierras lejanas a
morirse de hambre. Llegan así a Angostura varias embarcaciones con armas y
soldados ingleses. Los expedicionarios de la lejana Albión fueron más una carga
que una ayuda al principio, pues no hablaban una palabra de castellano y les
venía dificilísimo adaptarse. (p. 188)
Comenzando a
dilucidar los planes generales de la futura campaña ya para el 26 de mayo de
1819, el Libertador comenzó a dar instrucciones previas al Dr. Francisco
Antonio Zea, vicepresidente del Estado. Le escribe informándole sobre sus
intenciones de marchar sobre Cúcuta, y le explica que era el momento preciso
para liberar a la Nueva Granada, esto dado a una serie de condiciones que
Bolívar valora como estratégicas: las condiciones climáticas, el factor
sorpresa, la rapidez del movimiento de tropas, como también el avituallamiento
para el ejército en movimiento (ADL, 1819, d. 3720).
La seguridad de los
territorios libres de Venezuela y la estabilidad política debían permanecer
íntegras, por lo que ordenó que al general Mariño que se incorporara al
congreso; al general Bermúdez le dio el mando de los ejércitos de oriente; y al
general Urdaneta le dio instrucciones precisas de desplazarse al Bajo Apure
para cooperar con el incremento del parque de guerra del nuevo ejército, además
con las ordenes de socorrer el Oriente si así fuese requerido. Al Dr. Zea, le
otorgó la autoridad sobre estos generales (O’Leary, 1981, p.p.371-373).
Es así como antes
del paso del Ejército Libertador por el páramo de Pisba para lograr la libertad
del pueblo neogranadino, podemos discernir como Bolívar políticamente maneja su
fase preparatoria en tres grandes aspectos:
a) Reordenamiento
político a través del Congreso de Angostura.
b) Redistribución de
los caudillos y mandos militares.
c) Apertura de la
política exterior a través del estrechamiento de lazos diplomáticos con el
imperio Británico.
LA ESTRATEGIA SE PONE EN MARCHA
Ya para el año de
1819, el Libertador Simón Bolívar estaba consagrándose como un extraordinario
líder conductor de tropas, todo ello lo debía a su formación militar integral,
que no era otra sino la armonía de su genio intelectual y guerrero. Sabía el
general que para cumplir con los objetivos propuestos, antes de la movilización
de las tropas era necesario estudiar detalladamente cada elemento que incide en
la guerra como: los hombres, el terreno, el clima, la política, entre otros.
Una vez reunida la información se analiza hasta que comienzan a generarse las
conclusiones necesarias que permitan construir una estrategia.
A pesar de todas
las ocupaciones políticas, administrativas, económicas y militares que
mantuvieron a Bolívar ocupado desde su retorno en 1816, siguió considerando en
su mente su próximo movimiento, debía centrarse en un profundo análisis para
determinar si ya las condiciones estaban dadas para su inesperado y secreto
plan de operaciones. Las campañas del Centro y de Apure, fueron las piezas que
terminaron de ordenar las ideas que andaban sueltas en su mente.
El oficial patriota
Francisco José de Paula Santander Omaña, sería el encargado de dar inicio a tan
importante empresa. Para ello el 12 de agosto de 1818, el jefe supremo de la
República de Venezuela Simón Bolívar, lo asciende al grado de general de brigada
de los Ejércitos de Venezuela. Una vez más demostraba el Libertador su estatura
moral, su carisma de ser un verdadero líder; ya que eran conocidos los
desaciertos que tuvieron ambos oficiales en el pasado. De hecho a Perú de
Lacroix (2012) le diría años más tarde cuando trata de hacer una clasificación
de sus generales y colaboradores, que el general Santander entraría en la
clasificación número tres, donde se encuentran aquellos generales que tienen
virtudes sólo para el Estado Mayor y para atender funciones en el gabinete (p.
54).
El 15 de agosto aún
con el sudor en la frente y las manos ensangrentadas de la triste Campaña del
Centro, Bolívar reúne todas sus fuerzas y lanza una proclama a los granadinos
(ADL, 1818), que entre otras cosas dice lo siguiente:
¡Granadinos! El día
de la América ha llegado, y ningún poder humano puede retardar el curso de la
naturaleza guiado por la mano de la Providencia. Reunid vuestros esfuerzos a
los de vuestros hermanos: Venezuela conmigo marcha a libertaros, como vosotros
conmigo en los años pasados libertasteis a Venezuela. Ya nuestra vanguardia
cubre con el brillo de sus armas provincias de vuestro territorio, y esta misma
vanguardia poderosamente auxiliada, ahogará en los mares a los destructores de
la Nueva Granada. El sol no completará el curso de su actual período sin ver en
todo vuestro territorio altares a la, libertad. (d. 3164)
Ya Santander,
ungido por el Libertador como comandante de la Vanguardia del Ejército
Libertador tenía clara sus instrucciones para movilizarse. De igual manera 19
de agosto de 1818 le informa sobre su decisión al general Páez.
He oficiado
directamente al Comandante General de las armas de la Provincia de Casanare, y
al Coronel Justo Briceño, que queden bajo las órdenes del General del ejército
de operaciones de la Nueva Granada, Santander y a las autoridades civiles, le
auxilien con cuanto necesite, para de este modo aprovechar el tiempo y obrar
con prontitud. La operación que intento sobre la Nueva Granada debe
necesariamente producir, tanto a aquella como a Venezuela, incalculables
ventajas. (ADL, 1818, d. 3183)
Según Thibaud
(2003), Santander con su misión definida sale de Angostura con cuatro barcos
que transportaban 1.000 fusiles y 30 quintales de pólvora. Sólo es acompañado
de unos pocos oficiales y no tenía ningún soldado bajo sus órdenes (p. 296). Al
llegar al Casanare se consigue con una provincia compuesta de pocos habitantes;
campesinos en su mayoría, la pobreza estaba a la orden del día, pero aun así
logra formar una división de infantería y caballería, apoyado por algunos jefes
locales. Ya la provincia estaba atenta a las órdenes del Libertador, aun sin
acercarse sus ejércitos (Lecuna, 1960, p.p. 295-296).
Bolívar, conociendo
la situación que estaba atravesando Santander, le escribió con palabras
tranquilizadoras, recordándole que su misión en la provincia era de conservar
el orden y la disciplina. Veía improbable que desde la Nueva Granada saliese
una expedición exclusivamente por su presencia allí, el territorio era hostil y
los separaba gran distancia. Si eso llegase a suceder, le pidió que adoptase un
sistema de guerrillas para desesperar al enemigo. Además le dio la buena
noticia de que estaba por llegar una expedición con los refuerzos de
Inglaterra; compuesto por once fragatas que transportan 2.600 hombres de
infantería, otra más con 1.500 hombres y el general D’Evereux con un fuerte
número de combatientes. Todo lo descrito, más los 5.000 hombres que integraban
el ejército serían suficiente para dar la libertad a la Nueva Granada (O’Leary,
1981, p.p. 200-201). Thibaud (2003) en defensa de Santander expone lo
siguiente:
Tras este paso, la
tarea de domesticar a los amos de Casanare es más difícil. Las limitaciones de
la guerrilla le van a permitir a Santander imponerse sobre ellos e imponerse a
sí mismo las normas de las partidas. Recorre en sentido inverso el proceso por
el que Páez lo había privado del mando en 1816. La época era la de la guerra
irregular, el único medio de sobrevivir; su personalidad y sus hábitos se
volvían no sólo inútiles sino engorrosos o peligrosos para los hombres que
tenía a cargo. Pero en 1818, la regularización de la guerra impuesta por el
cambio de estrategia, pone de nuevo las riendas en sus manos. Su conocimiento
de la ciencia del estado mayor y las tácticas de infantería son un elemento
invaluable en el proceso de normalización de las fuerzas armadas. Sin caer en
una explicación de un determinismo muy estricto, se podría concluir que la
forma de la guerra, que depende de las condiciones políticas y del progreso
técnico de los beligerantes, controla los procesos de formalización del
instrumento armado y de la personalidad de los oficiales que lo dirigen. (p.
298)
Por otro lado, el
general Bolívar sabía que era necesario mantener y resguardar el oriente del
país ante cualquier ataque realista y se debía proteger a toda costa la
estratégica provincia de Guayana. Para tal fin, el general en jefe López
Cotreras (1971) explica de la siguiente manera la distribución de los mandos
hecha por el Libertador.
Bolívar activa la
organización de nuevos cuerpos de tropa utilizando el material de guerra que
recibe por el bergantín inglés “Saruh”, a cuyo fin dispone que Bermúdez,
auxiliado por las escuadras de Brión y Díaz, actúe sobre las costas de Paria;
Mariño en Maturín; Sedeño en los llanos orientales; Monagas, en Barcelona;
Anzoátegui, en Las Misiones de Guayana, y Torres, en Angostura; a todos los
cuales ordena desplegar gran actividad y energía en el reclutamiento y
organización de los cuerpos, de modo de alistarlos para ser empleados conforme
a los planes de comando. (p.132)
Finalizando el año
de 1818, los planes operacionales no se sucedieron como los había planificado
Bolívar; por un lado, Bermúdez y Mariño fracasaron en sus misiones; y por el otro
se descubrió un movimiento subversivo liderado por el coronel Wilson, el cual
desconocía la autoridad de Bolívar y reconocía el mando del general Páez como
capitán general (p.132). En vista de estos acontecimientos, el Libertador
decide incorporarse a las fuerzas de Apure. El 20 de enero de 1819, reorganizó
el ejército; al general José Antonio Páez le otorgó el mando de la Caballería y
lo ascendió al grado de general de división; el mando de la Infantería se lo
confió al general de división José Antonio Anzoátegui; la Artillería al coronel
Bartolomé Antonio de la Concepción Salom Borges; los hospitales sedentarios y
ambulantes al doctor Thomas Foley (O’Leary, 1981, p. 212).
Pronto comenzaron a
llegar noticias esperanzadoras para el Libertador. El general Santander cumplía
a cabalidad con las órdenes dadas y mantenía activa la provincia; levantaba la
opinión entre los pobladores sobre la causa libertaria; aumentó su división a
2.000 combatientes, apertrechándolos con los 1.200 fusiles que llegaron de Guayana.
En marzo le hizo frente a las tropas del brigadier Barreiro y las hizo
retroceder (López, 1971, p.p. 134-136). Bolívar, al enterarse de estas noticias
le demostró su agradecimiento por haber salvado los planes que se mantenían, y
por ende haber salvado la República. Además, ya la hora de tomar decisiones
radicales para momentos complejos estaba llegando. A Santander, su comandante
de Vanguardia le escribe (ADL, 1819):
Para ejecutar una
operación que medito sobre la Nueva Granada, conviene que reúna US. todas sus
fuerzas en el punto más cómodo y favorable para entrar al interior
inmediatamente que reciba US. las órdenes que le comunicaré, luego que haya
formado el plan y combinado los movimientos entre ese cuerpo y los demás que
deben cooperar a la empresa.
Aun no sé
positivamente el día, ni me he decidido sobre el modo en que debe ejecutarse;
así me limito a indicar a US. el movimiento para que se prepare, y a encargarle
con el último encarecimiento el secreto, sin el cual nada podrá hacerse. US. sólo,
sólo debe saberlo. (d, 3715)
LAS TROPAS EN MOVIMIENTO
El 23 de mayo de
1819, exactamente a seis años después de haber sido aclamado como Libertador en
la provincia de Mérida, desde su campamento ubicado en la aldea de Setenta,
Bolívar reunió a sus oficiales para una junta de guerra. Asistieron a ella
Soublette, Anzoátegui, Briceño Méndez, Carrillo, Iribarren, Rangel, Rook, Plaza
y Manrique. Sobre la reunión el general O’Leary (1969) relata lo siguiente:
Habló Bolívar y
repitiendo lo que ya había dicho a Páez, pintóles el estado del ejército, el
peligro de permanecer en los llanos durante la estación de las lluvias,
consumiendo sus recursos y expuestos a las enfermedades en climas tan
mortíferos. Leyó en seguida Soublette, jefe de estado mayor, los despachos que
se habían recibido en Casanare, y volviendo Bolívar a tomar la palabra, expuso
su plan de sorprender al enemigo que ocupaba la Nueva Granada, y que para
ejecutarlo la invadiría por la vía de Cúcuta con las divisiones de Páez y
Anzoátegui, en tanto que Santander haría una diversión por Casanare. Empero no
era éste su verdadero plan; sin embargo, encargó a todos los presentes la más
absoluta reserva, a que ninguno de ellos faltó; todos aprobaron el proyecto y
nadie más que Iribarren, único que pocos días después trató de frustrarlo,
induciendo a la deserción al cuerpo que él mandaba. El general Pedro León
Torres no concurrió a esta junta ni supo lo que en ella se había resuelto, lo
que le ofendió grandemente. (p.184)
El 26 de mayo de
1819, Bolívar se dirigió al señor Vicepresidente, Dr. Francisco Antonio Zea,
con la intensión de anunciarle sobre la decisión que ha sido tomada con la
anuencia de sus altos oficiales. La marcha sobre la Nueva Granada ya no podía
esperar.
Mi pensamiento es
marchar a Cúcuta con la mayor parte de este ejército, dejando aquí resto para
la seguridad del Bajo Apure. Entretanto el señor general Santander entrará por
Soatá a incorporarse con nosotros por aquella parte. La rapidez será la divisa
de esta campaña. No daremos tiempo a Morillo para que nos tome la espalda, pues
para cuando él pueda emprender algo contra nosotros ya habremos vuelto sobre él
con fuerzas dobles o triples de las que llevamos. La Nueva Granada se halla en
el estado más propicio para ser libertada, y creemos con fundamento que lo será
con poca dificultad, y entonces nuestros medios para finalizar la guerra se
habrán aumentado muy considerablemente. Hace mucho tiempo que estoy meditando
esta empresa y espero que sorprenderá a todos, porque nadie está preparado para
oponérsele; así lo creo y es de desear. (ADL, 1819, p.3720)
El plan contemplaba
la reunión de Bolívar con Santander en Pamplona, dejando el Bajo Apure a la
seguridad del general Pedro León Torres, mientras que el general Arismendi
llamaría la atención del enemigo por Barinas. Bermúdez se mantendría en Guayana
atento del oriente de Caracas y Calabozo; y el general Rafael Urdaneta con la
orden de entrar en Apure. Ya lo advirtió O’Leary en su relato sobre la reunión
en la aldea de Setenta; el primer plan que se proponía no era el verdadero, es
por ello que el 3 de junio de 1819, el Libertador le informa al Vicepresidente
del Estado Francisco Zea, que para asegurar el éxito de las acciones ha
resuelto modificar el plan, quedando entonces de la siguiente manera:
Aunque la empresa
es fácil del modo que la anuncié a V.E. para asegurar más el resultado he
variado las operaciones. En lugar de ir a Cúcuta me dirijo a Casanare con la
infantería. Reunido allí con el señor general Santander ocuparé a Chita, que es
la mejor entrada a la Nueva Granada. Entre tanto el señor general Páez con una
columna de caballería, tomará los valles de Cúcuta y llamará la atención del
enemigo hacia allí, lo que facilitará en gran modo la operación, porque
obligamos al enemigo o a concentrar sus fuerzas en Sogamoso o a dividirlas para
atender a todas partes. En el primer caso nos abandona las provincias de
Pamplona y Socorro, y parte de las de Santa Marta y Tunja. En el segundo nos
será muy fácil batirlo y es más seguro el resultado. (ADL, 1819, d. 3734)
Bolívar concibiendo
el plan desde una perspectiva bastante amplia y considerando todo el territorio
de la Nueva Granada, en la misma comunicación a Zea le ordena que desde el
propio Congreso se gire las instrucciones pertinentes para que el general
McGregor abriese operaciones sobre la costa de Santa Marta. Los dos ejércitos
obrando desde dos puntos diferentes les darían una considerable ventaja sobre
el enemigo. Por un lado, presionaría a los realistas obligándolo a estar atento
en dos frentes, cortándole además posibles vías de escape; y por otro, temiendo
de la falla de alguna de las expediciones, la otra podría ir en auxilio y
permitiría un corredor para la evasión.
El Libertador
estaba convencido del alto valor estratégico de esta operación, por considerar
que ella daría un rumbo diferente a la guerra. Los años de enfrentamiento
armado entre la provincia y la corona se habían alargado, se estaba perdiendo
en los campos de batallas la hermosa juventud que tendría que desarrollar las
naciones. Mientras que en otros países del mundo impulsaban su industria y su
tecnología, nuestra población aún andaba en mesnadas persiguiendo al enemigo o
escapando de él.
Bolívar luego de
profundos análisis decide hacer cambios en el plan rector que había concebido
para la incursión a la Nueva Granada. Distrae un poco su atención cuando se
entera que las órdenes dadas para la ejecución de las operaciones secundarias
no fueron cumplidas; Páez bajo cualquier excusa jamás inició movimiento más
allá de Apure. El Libertador en comunicación fechada el 5 de junio de 1819, le
reprende y muestra su preocupación, ya que tan sólo recibió para sus
operaciones 200 yeguas inútiles de los 300 caballos que solicitó (ADL, 1819, d.
3741). Urdaneta encontró resistencia del general Arismendi, quien por razones
personales siempre se creyó dueño de Margarita, y no le permitió sacar las
fuerzas de la isla. Bermúdez se mantuvo como espectador. En el augusto Congreso
de la Nación se desconoce la autoridad del Jefe Supremo general Simón Bolívar y
Francisco Zea es removido (Castillo, 1972, 169). Pero como ocurrió en la
Campaña de 1813, Bolívar una vez sumergido en el teatro de operaciones no daba
importancia a las rivalidades mezquinas de los hombres, ni a las crisis políticas
estériles, ya que atenderlas malgastaba el tiempo necesario que era utilizado
para las acciones de mando.
Para movilizar el
grueso de las tropas Bolívar tenía que tomar una decisión final, tal vez la
madre de todas y la que garantizaría el éxito o el fracaso de la operación.
Esta no era otra sino la de saber cuál era la vía que debía tomar para ocupar
la capital de la Nueva Granada. En la mesa de discusión se planteaban tres
alternativas:
La primera era por
las Salinas de Chita, un paso accesible y tranquilo que los españoles
utilizaron para explotar su variada riqueza natural, destacando principalmente
las fuentes minerales salíferas. Bolívar consideró esta vía por ser la más
rápida para llegar a Tunja, pero la situación se complicaba por estar
fuertemente fortificada.
La segunda vía
propuesta era través de Labranza Grande, la cual presentaba características
similares al de Salinas de Chita, fue un punto estratégico para el intercambio
comercial, en especial para el negocio del ganado. Este camino conducía a
Mongua, pueblo muy cercano a Sogamoso, donde estaba ubicado el Cuartel General
de los realistas.
La última propuesta
fue remontar por el Páramo de Pisba, ruta extremadamente peligrosa por sus
caminos accidentados y lo difícil de su clima que sólo los baquianos podían
transitar; de allí su nombre sendero de indios. Solitario e inhóspito por sus
características era entonces poco transitado y por lo tanto poco reguarnecido.
Por esta vía el Libertador podía sacar provecho al factor sorpresa.
De las tres
propuestas la decisión fue el páramo de Pisba sería entonces la ruta
libertadora de la Nueva Granada. Bolívar una vez que inició su expedición no se detuvo en Guasdualito y
atravesó el Arauca sin detener su marcha hasta llegar al Casanare. Las tropas
soportaron duranteeste trayecto todo tipo de penurias inimaginables por el
hombre: sed; hambre; enfermedades; caminos fangosos que detenían el rápido
movimiento; los llanos totalmente inundados porque la estación de lluvia ya
había comenzado. Las tropas marchaban por horascon el agua de los ríos hasta la
cintura, los soldados y las bestias eran cruelmente mordidos por los caribes y
de vez en cuando alguno podía terminar en las fauces de un caimán, animal que
infundía terror entre los llaneros (Vawell, 1974, p.148).
La reorganización
del Ejército Libertador fue anunciada por Orden General del 15 de junio de
1819: “Reunidas las fuerzas de Occidente a las que obraban en esta Provincia
para dar principio a las operaciones sobre la Nueva Granada, ha dispuesto al
Excelentísimo Señor Presidente de la República dar la siguiente organización.
Todas las tropas que actualmente están bajo las órdenes del Señor General de
Brigada Francisco de P. Santander continuarán del mismo modo bajo la
denominación de División de Vanguardia que se le había dado anteriormente.
Todas las tropas de infantería y caballería nacionales y extranjeras
pertenecientes al Ejército de Occidente formarán una sola División a las
órdenes del Señor General de Brigada José Antonio Anzoátegui y se denominará
División de Retaguardia. Habrá un solo cuerpo de artillería a las órdenes del
señor Comandante del ramo, Coronel Bartolomé Salom, y a él se reunirán todos
los Oficiales de esta rama de ambas Divisiones. El señor Coronel Pedro Fortuol
es Jefe de Estado Mayor de la División de Vanguardia, y el Teniente Coronel
José María Córdova lo es de la Retaguardia. Para que sea uniforme el modo de
reconocerse los individuos del Ejército, al ¿QUIÉN VIVE? Se responderá AMÉRICA
LIBRE!...”. (Nucete et al., 1969, p.p. 127, 128)
Las tropas
terminarían de llegar a la población del Pore el 23 de junio de 1819. Luego de
haberse publicado las órdenes generales para la reorganización del Ejército
Libertador, la distribución definitiva quedó de la siguiente manera:
Jefe
del Ejército en Campaña: Libertador Simón Bolívar.
Jefe
del Estado Mayor del Ejército en Campaña: Gral. Carlos Soublette.
Comandante
General de la División de Vanguardia: Gral. Francisco de Paula Santander.
Jefe
del Estado Mayor de la División de Vanguardia: Cnel. Pedro Fortuol.
Jefe
del Batallón de Cazadores: Tte/Cnel. Antonio Arredondo.
Jefe
del Batallón de 1º Línea: Tte/Cnel. Antonio Obando.
Comandante
General de la División de Retaguardia: Gral. José Antonio Anzoátegui.
Adjunto
al Comandante General de la División de Retaguardia: Cnel. Justo Briceño.
Jefe del Estado
Mayor de la División de la Retaguardia: Tte/Cnel. José María Cordova.
Según Tomás Pérez
Tenreiro, “En total, sumando los efectivos de las dos Divisiones, antes del
ascenso hacia los páramos, se podrían calcular en unos 3.000 hombres. De los
que sólo desembocarían cerca de 2.500”. (Nucete, et al., p. 131)
Como ya se señaló
de las tres opciones para la ruta libertadora, Pisba era la acertada por ser
una zona inhóspita y sin resguardo; las otras dos, aunque ofrecían condiciones
óptimas para la marcha de las tropas, estaban fuertemente custodiadas. Una vez
conocidos todos los pormenores que llevaron a la elección de cruzar el Páramo
Pisba, llega el momento en que el Ejército Libertador se encuentre con el digno
dominio de atrás.
Fueron cuatro duras
jornadas para atravesar el páramo. La vanguardia llegó a La Quebrada el 4 de
julio y en los días siguientes fue llegando el resto del ejército, o mejor sus
restos. Santander, un testigo presencial, escribe en esos días: “Un número
considerable de soldados quedaron muertos, al rigor del frío, en el Páramo de
Pisba: un número mayor había llenado los hospitales y el resto de la tropa no
podía hacer la más pequeña marcha. Los cuerpos de caballería, llegaron a Socha
sin un caballo, sin monturas y hasta sin armas…El ejército era un cuerpo
moribundo: uno u otro jefe eran los únicos que podían hacer el servicio. Pero
qué se podía temer, si a su frente estaba el General Bolívar? Aquí es donde
este hombre se hace superior a todos los hombres, desplegando una energía y
firmeza extraordinarias”. (Castillo, 1972, p.p. 172, 173)
Para comprender
esta difícil maniobra es necesario analizar algunos elementos por separado, por
ejemplo:
La tropa:Para que el ser humano
pueda mantener el normal funcionamiento de su ciclo de vital debe cumplir con
ciertas funciones básicas como: respirar, alimentarse, descansar, mantener la
temperatura corporal, entre otras. Este protocolo de vida fue totalmente
trastornado durante esta campaña. El ejército patriota venía padeciendo
miserias desde las campañas del Centro y Apure, en los llanos soportó la peor
parte. Para que el Ejército Libertador avanzara en esta situación era muy
difícil, Martínez y Otalora (2010) afirman que como consecuencia al temor a las
plagas, de las lluvias torrenciales que inundaban las sabanas, a la falta de
agua para tomar y el hambre que comenzaba a castigar; las tropas
expedicionarias comenzaron a condicionar sus movimientos (p. 93). Escenario que
pronto cambiará drásticamente al iniciarse la marcha de montaña.
En 1819, el ascenso
al páramo de Pisba —en donde no se podía conseguir nada para comer la muerte de
los animales de transporte e incluso las ocasiones en las que la tropa se
deshizo de sus raciones para protegerse del frío— contrasta con la abundancia
que encontraron los patriotas en los valles más templados y abastecidos del
altiplano. Las poblaciones de la provincia de Tunja, quienes desde 1816
cargaban con el sostenimiento de los soldados del Rey, recibieron, alimentaron
y aprovisionaron al ejército libertador, mientras que un cansado y hambriento
ejército real será derrotado en el campo de Boyacá. (p. 105)
Los soldados
literalmente trepaban los escarpados caminos del páramo, el furioso viento los
azotaba y las bajas temperatura comenzaron a causar estragos entre el ejército
y las pocas bestias de carga que les acompañaban. El propio O’Leary (1969)
dice:
El efecto del aire
frío y penetrante fue fatal en aquel día para muchos soldados; en la marcha
caían repentinamente enfermos muchos de ellos y a los pocos minutos expiraban.
La flagelación se empleó con buen éxito en algunos casos para reanimar a los
emparamados y así logró salvarse a un coronel de caballería. (p.194)
Según el doctor
colombiano, Tiberio Álvarez Echeverri (2016), anestesiólogo y especialista en
alivio del dolor, el tratamiento para darle mejoría a los pacientes
emparamados, estaba dirigido a mejorar la bradipnea, la bradicardia, la
hipotensión y la hipotermia, utilizando métodos físicos como: “fricciones,
masajes, abrigo, alimentos calientes, estimulantes cardíacos y respiratorios.
El procedimiento que usaban los patriotas era drástico y consistía en flagelar
a los emparamados, con lo cual se contribuía a que el organismo produjera mayor
cantidad de calor” (p.13). Por otro lado, las tropas compuestas en su mayoría
de llaneros no estaban acostumbradas a consumir agua fría, causándoles a los
combatientes serios cuadros de diarrea y cólicos estomacales.
En el libro de
Órdenes Generales del Ejército de Operaciones Generales de la Nueva Granada
1819 (1969) se encuentra una carta que le escribe el general Anzoátegui a su
esposa en Bogotá el 28 de agosto de 1819, le contaba lo vivido en esta
travesía:
Una vez en el
páramo de Pisba, yo y todos los compañeros nos creímos perdidos porque perdimos
mucha gente muerta por el frío y casi todos nos enfermamos. Sólo el genio del
Libertador pudo salvamos y nos salvó efectivamente; auxiliado eso sí por el
patriotismo y el entusiasmo de los patriotas de la provincia de Tunja,
especialísimamente por las mujeres que, no lo creerás se despojaron realmente
de su ropa para hacer con ella camisas, calzoncillos y chaquetas para nuestros
soldados y de todo lo que tenían en sus casas para socorremos. Fue esta una
resurrección milagrosa. Nos volvió la vida, el valor, y la fe, como lo verás
por los papeles que te adjunto, en donde se da cuenta de nuestras victorias de
Pantano de Vargas y Boyacá, y de mi ascenso a general de división en ese campo
de batalla, título que pone a tus pies tu querido esposo.- José (p.p. 18, 19)
Los soldados
pertenecientes a la Legión Británica que habían llegado para apoyar al Ejército
Libertador, debieron adaptar su fisionomía europea a todo lo nuevo que
encontraron en la América Meridional para poder sobrevivir.
El avituallamiento:
Santander
como jefe de la Vanguardiatendría la difícil tarea de avituallarse, y de
garantizar los suministros para el resto del ejército. El 2 de junio de 1819,
el Libertador le escribe haciendo énfasis en recordarle que confía en que haya
tomado las medidas necesarias “para tener abundantes trasportes para el parque,
y todo, caballos útiles que sean posibles para remontarnos, pues los que lleva
el ejército apenas alcanzarán hasta el Cuartel General de US” (ADL, 1819, d.
3740). El 4 de julio de 1819, le comunicó al general Páez, una serie de órdenes
entre la que destaca: “Según los estados de los fusiles traídos al Apure,
deberíamos tener 3.500, de los cuales sólo existen entre los que están en mano,
los que traigo en el parque y los que quedan en el parque del Caujaral, 2.500”
(O’Leary, 1981, p.393). Ya se había descrito anteriormente que Santander salió
de Angostura con 1.000 fusiles y 30 quintales de pólvora y que para enero de
1819 ya contaba con una división de 2.000 combatientes con los 1.200 fusiles
más que llegaban de Guayana. Tal vez, parte de este parque quedó en el fondo de
los ríos del Apure y el Casanare, otra parte, atascada en los pantanos y buena
parte de ellos en los barrancos del páramo.
Por otro lado, ya
se ha advertido sobre la mala o inexistente alimentación de las tropas. La
dieta era fundamentalmente la carne vacuna y todo aquello que el soldado
pudiese soportar en su estómago. La carne era arrancada del animal en tiras y
únicamente utilizando sal se ponía a secar al sol; los cueros secos que
quedaban eran consumidos como alimento. Sobre este asunto, se puede apreciar
como en la correspondencia, el Libertador manifiesta su preocupación a
Santander y le informa que tuvo que enviar a su Jefe de su Estado Mayor para
acelerar la marcha del ganado que estaba al otro lado del Tocaria, ya que su
división no tenía nada para comer. Afortunadamente al día siguiente el general Soublette
cumplió con la orden y ya se acercaba con unas trecientas reses; de este ganado
Bolívar destinaría una parte para la Vanguardia (O’Leary, 1981, p.p. 402, 403).
En el Libro de
Órdenes Generales (1969), se encuentra una comunicación de fecha 16 de junio de
1819, enviada desde el Tame, donde el general Soublette explica la forma de
traslado de parte del material de guerra.
La conducción del
Parque se hará por los indios del país que al cargo de sus oficiales se ponen a
la disposición del Sr. Comandante General de Artillería para que arregle este
ramo. Además el Jefe de E.M. de Retaguardia le pondrá a su disposición todos
los oficiales sobrantes y agregados a los dos cuerpos de Dragones y podrá
reemplazar al Capitán Álvarez y al Mayor Cegarra, todo con el objeto de que
destine un oficial al mando de cada 16 ó 20 mulas con sus correspondientes
arrieros. (p. 83)
El terreno: Ya se ha señalado
algunas de las razones para escoger esta ruta, el Páramo de Pisba que según la
lengua local significa “digno dominio de atrás”, se ubica a una altura de 2.400
– 3.900 msnm, con temperaturas que oscilan entre los 10ºC a los 18ºC. El
terreno, por supuesto, es un elemento importantísimo de considerar al momento
de planificar la guerra.
Las fronteras que
defienden los imperios consisten en llanuras, colinas y montañas. Si un
ejército desea cruzarlas y es superior en la caballería, hará bien en tomar su
línea de operaciones a través de las llanuras. Si su brazo montado es inferior,
preferirá las colinas; pero para el terreno montañoso debe asegurar
cuidadosamente cada paso mientras las atraviesa. (Yuchak, 2010, p.118)
Bolívar, como
estudioso de las tácticas de Napoleón Bonaparte, tendría presente esta
importante máxima napoleónica, y suficientes conocimientos en su bagaje sobre
la guerra y marchas de montañas. De hecho, Bonaparte no recomienda en la línea
de operaciones a travesar terrenos montañosos, debido a las grandes exigencias
que ello implica y en una marcha vital no siempre se cuenta con el tiempo
suficiente para la preparación. Bonaparte (2010) también recomienda que:
El truco del arte
militar en la montaña es no atacar nunca, porque aun cuando uno desee
conquistar, deberá abrirse camino por medio de maniobras de posiciones que
dejen al cuerpo del ejército encargado de la defensa sin ninguna alternativa
más que atacar o retirarse; y finalmente porque una línea de operaciones debe
servir como línea de retirada, ¿y cómo puede alguien pensar en retirarse a
través de gargantas, desfiladeros y precipicios?. (p. 119)
Ahora bien, la
misión que tenía el Ejército Libertador era atravesar el Páramo de Pisba de
manera rápida y sigilosa, evitando por todos los medios encontrarse con el
enemigo para luego reunirse todas las divisiones en Socha. Bolívar tenía aun
frescos sus recuerdos de seis años antes, cuando en medio de la Campaña Admirable,
atravesó los páramos de los Andes venezolanos, y conocía por su experiencia
como debía comandar las tropas en las altas montañas y así se lo hacía saber a
sus oficiales. Igualmente, el Libertador mantenía en su mente las enseñanzas
sobre hacer la guerra en montañas de los teóricos militares del siglo XVIII.
Pérez Tenreiro afirmaba que “Bolívar con seguridad los leyó. De uno guardaba el
texto; de otro llegaba al extremo de parafrasearlo en ocasiones y del último se
le puede seguir el rastro en algunos de sus escritos. Ellos son: Montecuculli,
Mauricio de Sajonia y el Conde Guibert” (Nucete, et al., 1969, p. 83).
Gracias a esta
extraordinaria maniobra Bolívar logró incursionar en la Nueva Granada donde se
produjeron dos grandes Batallas; Pantanos de Vargas y Boyacá, clarines de
gloria y honor que aún resuenan en los corazones de las y los patriotas.
CONCLUSIÓN
La Campaña de 1819
y en especial el paso de las tropas patriotas por el Páramo de Pisba,
indiscutiblemente han dejado su aporte al pensamiento militar meridional.
Angostura se convirtió en una excelente base de operaciones para los planes de
invasión a de la Nueva Granada. Su posición geoestratégica daría las ventajas
suficientes para mantener provisto a todo el Ejército Libertador; tanto en avituallamiento
como de las tropas extranjeras necesarias que llegaban para garantizar el éxito
de la futura campaña.
Los objetivos que
cumpliría el Libertador Simón Bolívar durante esta campaña fueron los
siguientes:
En lo militar: a)
expulsar al enemigo de la Nueva Granada a través de una acción armada; b) el
éxito de ello constituirá el epicentro de la conquista total de Venezuela; c)
unificar y reorganizar los ejércitos granadinos y venezolanos para abrir una
gran campaña al Sur.
En lo político:
materializar los postulados presentados en documentos como la Carta de Jamaica
(1815) y su discurso al Congreso de Angostura (1819).
Por otro lado, las
enseñanzas que dejaron las anteriores Campañas del Centro y de Apure son
historias de triunfos y derrotas, donde el personalismo de los jefes melló
sobre el actuar de las tropas y puso en peligro una vez más la República. Es
por ello, que el Libertador debía procurar tomar las mejores decisiones para
asegurar la victoria, de lo contrario habría perdido tropas y recursos sin
necesidad, los cuales resultarían necesarios más adelante. La decisión de
invadir la Nueva Granada por el Páramo de Pisba, a pesar de las bajas
temperaturas y las penurias que hizo pasar a las tropas, fue la más acertada.
Se mantuvo siempre claro en dos premisas fundamentales a cumplir: la sorpresa y
la rapidez de los movimientos.
Probaría
exitosamente Bolívar reunir un ejército multinacional en una campaña tan
importante y compleja como ésta. Ya lo había hecho anteriormente en la Campaña
Admirable de 1813, que dio paso al nacimiento de la Segunda República. Ahora
con ésta que traería consigo la gran victoria de Boyacá, expulsando a los
realistas de suelo granadino y acabando con un Virreinato entero. De esta
manera se logra abrir las puertas para la independencia definitiva de la América
Meridional.
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del Archivo del Libertador Simón Bolívar (ADL) disponible en http://www.archivodellibertador.gob.ve
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