HACIA LA RUTA LIBERTADORA DE PISBA (1819)


HumanArtes. Revista Electrónica de Ciencias Sociales y Educación
Año 6, N° 12, enero – junio 2018
www.revista-humanartes.webnode.es
Recibido: 13/6/2017
Aprobado: 20/8/2017


HACIA LA RUTA LIBERTADORA DE PISBA (1819)
Richard José Lobo Sivoli
Mérida, Venezuela
histomil1813@gmail.com

Resumen
El presente artículo tiene como finalidad de realizar una revisión al valor histórico y estratégico de la operación militar del paso del Ejército Libertador por el sendero de Indios del páramo de Pisba, ubicado en la Cordillera Oriental del departamento de Boyacá (actual Rep. de Colombia), con el propósito de expulsar las fuerzas militares realistas de la Nueva Granada. Para el desarrollo de esta complicada maniobra, el Libertador Simón Bolívar utilizaría la recién liberada provincia de Guayana (actual estado Bolívar – Rep. Bolivariana de Venezuela) como base de operaciones y el páramo de Pisba como una vía estratégica para la incursión en suelo neogranadino. Las conclusiones derivadas de la investigación serán de utilidad para el fortalecimiento teórico del pensamiento histórico – militar venezolano y como referencia para el estudio continuo de la doctrina militar venezolana y meridional.
Palabras Claves: Ejército, Libertador, Páramo, Llanos, Operación, Pisba, Guayana, Nueva Granada, Simón Bolívar.

Abstract
This article aims to review the historical and strategic value of the military operation of the passage of the Liberating Army through the path of Indians of the Páramo de Pisba, located in the Eastern Cordillera of the department of Boyacá (now Rep. of Colombia) , which had the purpose of expelling the realistic military forces of New Granada. For the development of this complicated maneuver, the Liberator Simón Bolívar used the newly liberated province of Guayana (present Bolivar state - Bolivarian Republic of Venezuela) as base of operations and the Páramo of Pisba and as a strategic route for the incursion in the Neogranadin soil. The conclusions derived from the research will be useful for the theoretical strengthening of Venezuelan historical - military thinking and as a reference for the continuous study of Venezuelan and southern military doctrine.
Keywords: Army, Liberator, Páramo, Plains, Operation, Pisba, Guayana, Nueva Granada, Simón Bolívar.


INTRODUCCIÓN

Con Boyacá comenzó Bolívar su paso libertario por los pueblos hermanos que conforman la América Meridional, pero antes de sucederse esta gran batalla la genialidad del Libertador se puso una vez más a prueba en su condición de jefe militar y conductor de tropas, permitiéndole ser el arquitecto de un elaborado plan que tomaría por sorpresa al enemigo que hostilizaba al pueblo neogranadino. Comprendía Bolívar que estas dos naciones eran como hermanas siamesas, su supervivencia y sus destinos estaban íntimamente ligados. La marcha del Ejército Libertador por el Páramo de Pisba, específicamente por el corredor conocido antiguamente como el sendero de los indios, se convertiría en la ruta estratégica para la incursión armada sobre la Nueva Granada.

La toma de la provincia de Guayana entre 1816 y 1817 fue la clave para que los planes del Libertador comenzaran a materializarse. Ya contaba con una extraordinaria base de operaciones, la cual le permitió generar una serie de condiciones políticas, sociales y económicas para iniciar con su plan de avance hacia la Nueva Granada. Previamente, antes de abrir operaciones las tropas realistas se mantenían en constante movimiento por el llano y el centro del país. Para ello Bolívar tuvo que mover a su ejército, desarrollándose las campañas del Centro y Apure, ambas marcadas por el fracaso. No por culpa de la planificación, ni por los soldados, sino por desobediencia e indisciplina que aún existía entre los oficiales patriotas.

El paso del Ejército Libertador por el sendero de los indios del páramo de Pisba fue de gran valor en lo estratégico, militar y político. La estrategia de Bolívar sin duda buscó utilizar el factor sorpresa a través de una maniobra osada y rápida. De esta manera lograría batir al enemigo y así unificaría plenamente los ejércitos de Venezuela y de la Nueva Granada, cumpliendo además con tres objetivos claves para la independencia total de la América Meridional: libertar definitivamente Venezuela con esta acción directa sobre Nueva Granada; abrir las operaciones para la Campaña del Sur; y comenzar a materializar los proyectos manifestados en Jamaica (1815) y Angostura (1819).


LA POLÍTICA ANTES DE LA CAMPAÑA

Luego de aquellos memorables hechos históricos del 19 de abril de 1810 y 5 de julio de 1811, el orden en que vivían los habitantes de las provincias que se declararon independientes de España fue sacudido drásticamente; Venezuela e incluso toda la América Meridional y otros países más hacia el Sur, pronto se verían comprometidos en una larga y sangrienta guerra que buscaba el cambio del orden social, económico y militar en las colonias. Las clases criollas comenzarían a exigir autonomía en cuanto a su derecho de existir, además de definir su papel dentro del contexto internacional.
En nuestras batallas por la independencia continental la idea estuvo sobre las espadas: éstas sirviendo a aquellas, nunca la idea al servicio de las armas. Las acciones de guerra para que tengan validez humana deben representar civismo, ideales de libertad y de justicia pues de lo contrario sólo son choque bárbaro, inútil para la elevación de los pueblos, para la dignificación de las gentes. (Nucete, Pérez, Iribarren, 1969, p.4)

Simón Bolívar, formado académicamente por reconocidos maestros de la élite caraqueña y militarmente como cadete del Batallón de Milicias de Blancos de los Valles de Aragua y en el campo de batalla, se convertiría definitivamente en el líder político y militar de un proyecto que comenzó décadas atrás. El joven general tendría la obligación de hacer un gran esfuerzo para agrupar todos los elementos necesarios para consolidar una línea política que le permitiera llevar con éxito su plan de libertar a la América Meridional y darle un sistema político que pudiera ofrecer las mejores condiciones de vida al pueblo. Bien lo decía Maquiavelo en su obra el Príncipe: “Un ciudadano que llegado a príncipe por el favor del pueblo ha de tener a conservar su afecto, lo cual es fácil, ya que el pide únicamente no ser oprimido” (2012, p.66). Sin duda alguna su crecimiento político lo fue concibiendo “en la lectura, en la práctica y en la relación con hombres notables por sus conocimientos políticos” (Bencomo, 2010, p.15).

Las aptitudes políticas en el Libertador fueron consagradas en sus escritos, ya se conocían extraordinarios trabajos políticos e intelectuales como su publicación en el Morning Chronicle (5 de septiembre de 1810); su discurso ante la Sociedad Patriótica (entre el 3 y 4 de julio de 1811); en la memoria dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada por un caraqueño, conocido también como Manifiesto de Cartagena (5 de diciembre de 1812); el Manifiesto de Carúpano (7 de septiembre de 1814); y la Contestación de un Americano Meridional a un Caballero de esta Isla, muy difundida con el nombre de Carta de Jamaica (6 de septiembre de 1815); obras insignes de estudios políticos cuya vigencia han vencido al tiempo. Es por ello que cada acción militar de Bolívar estaba acompañada de una profunda lección política y esto se puede verificar leyendo su extensa correspondencia, donde explica sobre la organización política y administrativa que va dando a las provincias liberadas por sus armas (Bencomo, 2010, p.139).

Bolívar en el Manifiesto de Cartagena y en la Carta de Jamaica había criticado con argumentos inobjetables las instituciones adoptadas por los pueblos de Venezuela y Nueva Granada. Preconizando, en cambio, las ideas de unidad, solidez, estabilidad y eficiencia en el gobierno, deseaba para los pueblos americanos no la organización teórica más perfecta, sino la más conforme con sus convicciones físicas y económicas y con la situación creada por la guerra: en síntesis, un Gobierno que fuera la convincente transición entre el régimen español y el nuevo régimen de libertad. (Belaunde, 1983, p. 156)

Tras los intentos fallidos de construcción de la independiente República de Venezuela (1811-1814), el general Simón Bolívar, caudillo que capitalizará el mando absoluto de los ejércitos desplegados a nivel nacional, volvería a trazar un nuevo plan para continuar con la guerra y asegurarse una importante victoria que debilitase las fuerzas enemigas. De tal manera que asociado a la estrategia militar, los aspectos políticos se vieron íntimamente involucrados en sus de decisiones. El escenario que sortearía Bolívar en 1819 no se parecía en nada al de la Campaña Admirable de 1813; la República no sería aquella de 1811 surgida y amparada bajo una constitución, y tampoco sería la de 1813 nacida de la guerra; mucho menos contaría entre sus colaboradores más cercanos a bizarros oficiales como Atanasio Girardot, Antonio Ricaurte, Vicente Campo Elías, José Félix Ribas o, a un soberbio dragón como José María Rivas Dávila.

El Libertador reaparecería una vez más en el escenario de la guerra nombrado como Jefe Supremo de la República de Venezuela en 1816, teniendo la difícil tarea de reorganizar las fuerzas militares y políticas de la nación, para ello debió poner en práctica todo aquello que había aprendido a tan escasos años atrás; no se tiene dudas de la calidad de su formación intelectual, se conoce sobre su afición por los clásicos filosóficos, políticos y militares de la antigüedad. La nación se encontraba en una difícil situación, pues los grandes caudillos patriotas para el momento se encontraban en total anarquía a su jefatura, teniendo por un lado, a un Mariño junto a su paisano oriental Bermúdez que no lo reconocían como Jefe; a un Páez desbocado por los llanos apureños; y a un Piar que actuaba como si fuese el Jefe Supremo (Castillo, 1972, p. 147). Sobre esta situación Caracciolo Parra (1984) afirmaba que: “Es prueba de grandeza haber logrado imponer su autoridad a los revoltosos generales independientes y conservar la discrecional en el ambiente jurídico y de suspicacia que tendrán más tarde los consejos y congresos de Colombia” (p. 34). A mediados de 1817, Bolívar le hace saber al coronel Pedro Briceño Méndez su opinión sobre las impresiones que había recogido luego del Congresillo de Cariaco del 8 de mayo de 1817; le explica que ha mantenido una conducta serena y moderada a tales acciones y al comportamiento mezquino de sus colegas generales, dejando en claro que no ha sido por debilidad; pero al final de la misma, lanza unas fuertes palabras que resonarían sin duda alguna en sus compañeros, exaltando su derecho legítimo de ser Jefe: “aquí no hay tiranos ni anarquía, mientras yo respire con la espada en la mano” (ADL, 1817, d. 1882). Sobre esta conducta Castillo Lara (1972) dice:

Él ha venido soportando y tragándose todas las anarquías, desconocimientos y desplantes de los pequeños y grandes caudillos. El tascar el freno se armonizaba mal con su carácter. Pero ahora rodeado de tropas y oficiales suyos, veteranos y fieles, y seguro del territorio de guayanés, ve llegar el momento de imponer su autoridad y cortar la anarquía que los devoraba. (p. 150)

Ya en el último semestre del año 1817, como un buen creador de repúblicas, comienza a reorganizar política y económicamente la provincia de Guayana donde ha encontrado cobijo para instalar su base de operaciones, “(…) organiza entonces el Gobierno. Le da un cariz de Estado soberano en sus órganos y administración. Crea un Consejo de Estado, con voto consultivo y en parte funciones legislativas” (p. 151). Procurará Bolívar no cometer los mismo errores de gobierno que en la Segunda República, esta vez contará con algunos años más de experiencia en lo político. Al respecto Thibaud (2003) escribió:

La conquista de un arraigo territorial permite la estabilización de una república en armas y en harapos. La posesión de la humilde capital que es Angostura le permite en efecto restablecer un orden legal, por primera vez desde la derrota de 1814. Le asegura además a los patriotas una comodidad material y psicológica que desconocían desde la desbandada de diciembre de 1814. La legitimidad de este primer gobierno militar no es de esencia popular. Después de haber sido separadas, las fuerzas militares y la república ya no forman sino un solo conjunto, como lo demuestran las elecciones de 1818, donde es el ejército, ergo el pueblo, quien elige a los representantes del Congreso. (p. 229)

El 1 de octubre de 1818, en su discurso en la sesión del Consejo de Estado en Angostura, Bolívar realizó un breve análisis sobre la situación de la guerra hasta el momento. Explicaba como el ejército español se encontraba en un estado de angustia y desorden producto de los continuos reveses en el campo de batalla. Por su parte, las tropas patriotas se encontraban en sus mejores momentos para poder continuar la guerra y llevarla a feliz término.
Pero para poder continuar con la contienda armada era necesario el llamado al Congreso de Venezuela, la patria necesitaba el concurso de todos sus ciudadanos para lograr la victoria definitiva. El Libertador exponía en su discurso para la sesión del Consejo de Estado en Angostura (ADL, 1818) lo siguiente:

(…) que nuestros guerreros combaten, que nuestros ciudadanos pacíficos ejerzan las augustas funciones de la soberanía. Todos debemos ocuparnos en la salud de la República; como debemos desear que todos a la vez la consignamos. (d. 3310)

En la genialidad de su pensamiento político, llamar a un Congreso en Angostura significaría para él la autorización moral y jurídica para abrir su campaña libertadora en la Nueva Granada. “Afirmar el poder de los independentistas en un Virreinato como Nueva Granada era dar un certero golpe al poderío español en todo el Continente pues allí seguirían las victoriosas jornadas del Sur” (Nucete, et al., 1969, p. 5).

En el insigne Congreso de Angostura llevado a cabo desde el 15 de febrero de 1819 hasta el 31 de julio de 1821, el Libertador Simón Bolívar exponía sus ideas sobre la conformación de un gran Estado, libre, soberano y gustoso de las leyes. Para Ángel Brice (1968), “El Discurso de Angostura, ejemplo de elocuencia y fuente clara e inagotable de ideas políticas, es la mejor prueba de que Bolívar estaba inspirado en un republicanismo efectivo, cónsono con el medio donde debía aplicarse” (p. 75).

Ya contaría la República con verdaderos mecanismo políticos y administrativos que la enrumbarían al normal funcionamiento de sus actividades. Para ese momento Bolívar estaba atravesando por un interesante momento histórico en su vida, sobre sus hombros pesaba un gran cúmulo de aprendizajes dejados por victorias y derrotas pasadas y la responsabilidad de no poder vacilar en encontrar la fórmula militar y política que pueda asegurar el éxito de los planes futuros.
Desde luego, dar orden a la nación y formar un piso político sólido, era lo que se proponía el Libertador antes de comenzar a materializar su plan de invasión sobre la Nueva Granada y consolidar su propuesta sobre la creación de la República de Colombia. “En síntesis, durante los años de 1817 a 1819 el movimiento republicano logra un nivel de organización real como nunca antes, desde el inicio mismo de la Revolución” (Irwin y Micett, 2008, p.47).

Ya la veo sentada sobre el trono de libertad empuñando el cetro de la justicia, coronada por la Gloria, mostrando al mundo antiguo la majestad del mundo moderno”. Así se expresa Bolívar cuando presenta el tema referente a la reunión de Nueva Granada y Venezuela para formar un gran Estado, porque, según él, esto ha sido el voto uniforme de los pueblos y de los gobiernos de estos dos países. El estado propuesto es el que meses después nacería con el nombre de República de Colombia. (Bencomo, 2010, p. 107)

La idea de unificación de ambas naciones la traía consigo Bolívar desde las primeras acciones por la independencia. Durante su periodo de amistad con el generalísimo Francisco de Miranda le permitió conocer sus proyectos de unión y alianzas con otras naciones hermanas. En la praxis se dieron pasos agigantados para alcanzar este objetivo mirandino, basta con saber que el 28 de mayo de 1811, se dio como concluido el tratado estratégico de alianza y federación firmados por el Presidente del Estado Independiente de Cundinamarca, Jorge Tadeo Lozano de Peralta y González Manrique; y el enviado de Venezuela, canónigo doctor don José Cortés Madariaga. Sobre este tema Austria (1960) manifiesta que:

El objeto principal de este tratado, es asegurarse mutuamente los dos Estados contratantes, la libertad e independencia que acaban de conquistar y que, en caso de verse atacados por cualesquiera potencia extraña, sea la que fuere, con el objeto de privarlos de esta libertad e independencia, en el todo o en alguna parte, harán causa común y sostendrán la guerra a toda costa, sin deponer las armas hasta que estén asegurados de que no se despojará de aquellos preciosos bienes. (p.p. 238-239)

Bolívar siempre mantuvo viva esta idea, no descansaría hasta verla materializada y convertida en un “vasto Estado geopolítico, maquinaria político-guerrera contra el absolutismo el España” (Nucete, et al., 1969, p.71). La razón asistió al escritor Rómulo Niño (1966), cuando expone lo siguiente:

A partir del año 19, Bolívar se va a dedicar con mayor empeño a la creación de Colombia y del órgano de consulta latinoamericano. En esta tarea se verá ayudado por los buenos sucesos militares, aunque tendrá los obstáculos de los reveses políticos y del incremento federal-separatista-caudillista. (p. 117)

Bolívar siempre se mantuvo atento al proyecto de Miranda. En una comunicación escrita el 4 de marzo de 1813, explicaba a los representantes del Poder Ejecutivo de la Unión que: “La suerte de la Nueva Granada está íntimamente ligada con la de Venezuela; si ésta continúa en cadenas, la primera las llevará también” (ADL, 1813, d. 134). Más tarde en su análisis geopolítico y geoestratégico llamado tradicionalmente como Carta de Jamaica (1815), profundizaría más sobre este tema de la perfecta unidad entre ambas y expresa:

La Nueva Granada se unirá con Venezuela, si llegan a convenirse en formar una república central, cuya capital sea Maracaibo o una nueva ciudad que, con el nombre de Las Casas (en honor de este héroe de la filantropía), se funde entre los confines de ambos países, en el soberbio puerto de Bahíahonda. Esta posición, aunque desconocida, es más ventajosa por todos respectos. Su acceso es fácil, y su situación tan fuerte, que puede hacerse inexpugnable. Posee un clima puro y saludable, un territorio tan propio para la agricultura como para la cría de ganados, y una grande abundancia de maderas de construcción. Los salvajes que la habitan serían civilizados, y nuestras posesiones se aumentarían con la adquisición de la Goajira. Esta nación se llamaría Colombia como un tributo de justicia y gratitud al criador de nuestro hemisferio. (ADL, 1815, d. 1302)

El Libertador seguía de cerca los levantamientos en contra de la dominación colonial que se generaban desde la América Meridional hasta las zonas más alejadas del Sur. Atento a esto, no vaciló en comunicarse con el excelentísimo señor Supremo Director de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Juan Martín Pueyredon, donde le expresaba su reconocimiento por los esfuerzos realizados en al Sur en nombre de la libertad; y además aprovechaba la ocasión de brindar su amistad, cooperación y le invita a construir una América más fuerte y unida que cualquier otra República (ADL, 1818, d. 2825).

Esta invitación de unir esfuerzos por la misma causa es un sorprendente movimiento político por parte de Bolívar, ya que de esta manera comenzaría abonar el terreno para sus planes futuros. Si bien en Angostura hablaba de la República de Colombia; pronto hablará de la América unida, pero esto sólo lo lograría al concretar con victorias militares, y por ende, llevando a cabo la extraordinaria maniobra que estaba planificando.

Por otro lado, las gestiones hechas por el encargado de negocios de Venezuela en Londres, don Luis López Méndez, estaban dando sus frutos. Precisamente sobre este tema con Inglaterra el historiador Alfonzo Rumazo González (2006) expone:

En donde la revolución americana ha adquirido excepcional prestigio es en Inglaterra. Terminadas las campañas contra Napoleón, el Gobierno británico dispone de armas que no sabe en qué emplear y se las vende gustoso a los republicanos de Venezuela; tolera, además, el viaje de voluntarios, que, desplazados de la lucha Europea, no tienen cómo ganarse la vida y prefieren la aventura en tierras lejanas a morirse de hambre. Llegan así a Angostura varias embarcaciones con armas y soldados ingleses. Los expedicionarios de la lejana Albión fueron más una carga que una ayuda al principio, pues no hablaban una palabra de castellano y les venía dificilísimo adaptarse. (p. 188)

Comenzando a dilucidar los planes generales de la futura campaña ya para el 26 de mayo de 1819, el Libertador comenzó a dar instrucciones previas al Dr. Francisco Antonio Zea, vicepresidente del Estado. Le escribe informándole sobre sus intenciones de marchar sobre Cúcuta, y le explica que era el momento preciso para liberar a la Nueva Granada, esto dado a una serie de condiciones que Bolívar valora como estratégicas: las condiciones climáticas, el factor sorpresa, la rapidez del movimiento de tropas, como también el avituallamiento para el ejército en movimiento (ADL, 1819, d. 3720).

La seguridad de los territorios libres de Venezuela y la estabilidad política debían permanecer íntegras, por lo que ordenó que al general Mariño que se incorporara al congreso; al general Bermúdez le dio el mando de los ejércitos de oriente; y al general Urdaneta le dio instrucciones precisas de desplazarse al Bajo Apure para cooperar con el incremento del parque de guerra del nuevo ejército, además con las ordenes de socorrer el Oriente si así fuese requerido. Al Dr. Zea, le otorgó la autoridad sobre estos generales (O’Leary, 1981, p.p.371-373).

Es así como antes del paso del Ejército Libertador por el páramo de Pisba para lograr la libertad del pueblo neogranadino, podemos discernir como Bolívar políticamente maneja su fase preparatoria en tres grandes aspectos:

a) Reordenamiento político a través del Congreso de Angostura.
b) Redistribución de los caudillos y mandos militares.
c) Apertura de la política exterior a través del estrechamiento de lazos diplomáticos con el imperio Británico.

LA ESTRATEGIA SE PONE EN MARCHA

Ya para el año de 1819, el Libertador Simón Bolívar estaba consagrándose como un extraordinario líder conductor de tropas, todo ello lo debía a su formación militar integral, que no era otra sino la armonía de su genio intelectual y guerrero. Sabía el general que para cumplir con los objetivos propuestos, antes de la movilización de las tropas era necesario estudiar detalladamente cada elemento que incide en la guerra como: los hombres, el terreno, el clima, la política, entre otros. Una vez reunida la información se analiza hasta que comienzan a generarse las conclusiones necesarias que permitan construir una estrategia.

A pesar de todas las ocupaciones políticas, administrativas, económicas y militares que mantuvieron a Bolívar ocupado desde su retorno en 1816, siguió considerando en su mente su próximo movimiento, debía centrarse en un profundo análisis para determinar si ya las condiciones estaban dadas para su inesperado y secreto plan de operaciones. Las campañas del Centro y de Apure, fueron las piezas que terminaron de ordenar las ideas que andaban sueltas en su mente.
El oficial patriota Francisco José de Paula Santander Omaña, sería el encargado de dar inicio a tan importante empresa. Para ello el 12 de agosto de 1818, el jefe supremo de la República de Venezuela Simón Bolívar, lo asciende al grado de general de brigada de los Ejércitos de Venezuela. Una vez más demostraba el Libertador su estatura moral, su carisma de ser un verdadero líder; ya que eran conocidos los desaciertos que tuvieron ambos oficiales en el pasado. De hecho a Perú de Lacroix (2012) le diría años más tarde cuando trata de hacer una clasificación de sus generales y colaboradores, que el general Santander entraría en la clasificación número tres, donde se encuentran aquellos generales que tienen virtudes sólo para el Estado Mayor y para atender funciones en el gabinete (p. 54).

El 15 de agosto aún con el sudor en la frente y las manos ensangrentadas de la triste Campaña del Centro, Bolívar reúne todas sus fuerzas y lanza una proclama a los granadinos (ADL, 1818), que entre otras cosas dice lo siguiente:

¡Granadinos! El día de la América ha llegado, y ningún poder humano puede retardar el curso de la naturaleza guiado por la mano de la Providencia. Reunid vuestros esfuerzos a los de vuestros hermanos: Venezuela conmigo marcha a libertaros, como vosotros conmigo en los años pasados libertasteis a Venezuela. Ya nuestra vanguardia cubre con el brillo de sus armas provincias de vuestro territorio, y esta misma vanguardia poderosamente auxiliada, ahogará en los mares a los destructores de la Nueva Granada. El sol no completará el curso de su actual período sin ver en todo vuestro territorio altares a la, libertad. (d. 3164)

Ya Santander, ungido por el Libertador como comandante de la Vanguardia del Ejército Libertador tenía clara sus instrucciones para movilizarse. De igual manera 19 de agosto de 1818 le informa sobre su decisión al general Páez.

He oficiado directamente al Comandante General de las armas de la Provincia de Casanare, y al Coronel Justo Briceño, que queden bajo las órdenes del General del ejército de operaciones de la Nueva Granada, Santander y a las autoridades civiles, le auxilien con cuanto necesite, para de este modo aprovechar el tiempo y obrar con prontitud. La operación que intento sobre la Nueva Granada debe necesariamente producir, tanto a aquella como a Venezuela, incalculables ventajas. (ADL, 1818, d. 3183)

Según Thibaud (2003), Santander con su misión definida sale de Angostura con cuatro barcos que transportaban 1.000 fusiles y 30 quintales de pólvora. Sólo es acompañado de unos pocos oficiales y no tenía ningún soldado bajo sus órdenes (p. 296). Al llegar al Casanare se consigue con una provincia compuesta de pocos habitantes; campesinos en su mayoría, la pobreza estaba a la orden del día, pero aun así logra formar una división de infantería y caballería, apoyado por algunos jefes locales. Ya la provincia estaba atenta a las órdenes del Libertador, aun sin acercarse sus ejércitos (Lecuna, 1960, p.p. 295-296).

Bolívar, conociendo la situación que estaba atravesando Santander, le escribió con palabras tranquilizadoras, recordándole que su misión en la provincia era de conservar el orden y la disciplina. Veía improbable que desde la Nueva Granada saliese una expedición exclusivamente por su presencia allí, el territorio era hostil y los separaba gran distancia. Si eso llegase a suceder, le pidió que adoptase un sistema de guerrillas para desesperar al enemigo. Además le dio la buena noticia de que estaba por llegar una expedición con los refuerzos de Inglaterra; compuesto por once fragatas que transportan 2.600 hombres de infantería, otra más con 1.500 hombres y el general D’Evereux con un fuerte número de combatientes. Todo lo descrito, más los 5.000 hombres que integraban el ejército serían suficiente para dar la libertad a la Nueva Granada (O’Leary, 1981, p.p. 200-201). Thibaud (2003) en defensa de Santander expone lo siguiente:

Tras este paso, la tarea de domesticar a los amos de Casanare es más difícil. Las limitaciones de la guerrilla le van a permitir a Santander imponerse sobre ellos e imponerse a sí mismo las normas de las partidas. Recorre en sentido inverso el proceso por el que Páez lo había privado del mando en 1816. La época era la de la guerra irregular, el único medio de sobrevivir; su personalidad y sus hábitos se volvían no sólo inútiles sino engorrosos o peligrosos para los hombres que tenía a cargo. Pero en 1818, la regularización de la guerra impuesta por el cambio de estrategia, pone de nuevo las riendas en sus manos. Su conocimiento de la ciencia del estado mayor y las tácticas de infantería son un elemento invaluable en el proceso de normalización de las fuerzas armadas. Sin caer en una explicación de un determinismo muy estricto, se podría concluir que la forma de la guerra, que depende de las condiciones políticas y del progreso técnico de los beligerantes, controla los procesos de formalización del instrumento armado y de la personalidad de los oficiales que lo dirigen. (p. 298)

Por otro lado, el general Bolívar sabía que era necesario mantener y resguardar el oriente del país ante cualquier ataque realista y se debía proteger a toda costa la estratégica provincia de Guayana. Para tal fin, el general en jefe López Cotreras (1971) explica de la siguiente manera la distribución de los mandos hecha por el Libertador.

Bolívar activa la organización de nuevos cuerpos de tropa utilizando el material de guerra que recibe por el bergantín inglés “Saruh”, a cuyo fin dispone que Bermúdez, auxiliado por las escuadras de Brión y Díaz, actúe sobre las costas de Paria; Mariño en Maturín; Sedeño en los llanos orientales; Monagas, en Barcelona; Anzoátegui, en Las Misiones de Guayana, y Torres, en Angostura; a todos los cuales ordena desplegar gran actividad y energía en el reclutamiento y organización de los cuerpos, de modo de alistarlos para ser empleados conforme a los planes de comando. (p.132)

Finalizando el año de 1818, los planes operacionales no se sucedieron como los había planificado Bolívar; por un lado, Bermúdez y Mariño fracasaron en sus misiones; y por el otro se descubrió un movimiento subversivo liderado por el coronel Wilson, el cual desconocía la autoridad de Bolívar y reconocía el mando del general Páez como capitán general (p.132). En vista de estos acontecimientos, el Libertador decide incorporarse a las fuerzas de Apure. El 20 de enero de 1819, reorganizó el ejército; al general José Antonio Páez le otorgó el mando de la Caballería y lo ascendió al grado de general de división; el mando de la Infantería se lo confió al general de división José Antonio Anzoátegui; la Artillería al coronel Bartolomé Antonio de la Concepción Salom Borges; los hospitales sedentarios y ambulantes al doctor Thomas Foley (O’Leary, 1981, p. 212).

Pronto comenzaron a llegar noticias esperanzadoras para el Libertador. El general Santander cumplía a cabalidad con las órdenes dadas y mantenía activa la provincia; levantaba la opinión entre los pobladores sobre la causa libertaria; aumentó su división a 2.000 combatientes, apertrechándolos con los 1.200 fusiles que llegaron de Guayana. En marzo le hizo frente a las tropas del brigadier Barreiro y las hizo retroceder (López, 1971, p.p. 134-136). Bolívar, al enterarse de estas noticias le demostró su agradecimiento por haber salvado los planes que se mantenían, y por ende haber salvado la República. Además, ya la hora de tomar decisiones radicales para momentos complejos estaba llegando. A Santander, su comandante de Vanguardia le escribe (ADL, 1819):

Para ejecutar una operación que medito sobre la Nueva Granada, conviene que reúna US. todas sus fuerzas en el punto más cómodo y favorable para entrar al interior inmediatamente que reciba US. las órdenes que le comunicaré, luego que haya formado el plan y combinado los movimientos entre ese cuerpo y los demás que deben cooperar a la empresa.
Aun no sé positivamente el día, ni me he decidido sobre el modo en que debe ejecutarse; así me limito a indicar a US. el movimiento para que se prepare, y a encargarle con el último encarecimiento el secreto, sin el cual nada podrá hacerse. US. sólo, sólo debe saberlo. (d, 3715)

LAS TROPAS EN MOVIMIENTO

El 23 de mayo de 1819, exactamente a seis años después de haber sido aclamado como Libertador en la provincia de Mérida, desde su campamento ubicado en la aldea de Setenta, Bolívar reunió a sus oficiales para una junta de guerra. Asistieron a ella Soublette, Anzoátegui, Briceño Méndez, Carrillo, Iribarren, Rangel, Rook, Plaza y Manrique. Sobre la reunión el general O’Leary (1969) relata lo siguiente:

Habló Bolívar y repitiendo lo que ya había dicho a Páez, pintóles el estado del ejército, el peligro de permanecer en los llanos durante la estación de las lluvias, consumiendo sus recursos y expuestos a las enfermedades en climas tan mortíferos. Leyó en seguida Soublette, jefe de estado mayor, los despachos que se habían recibido en Casanare, y volviendo Bolívar a tomar la palabra, expuso su plan de sorprender al enemigo que ocupaba la Nueva Granada, y que para ejecutarlo la invadiría por la vía de Cúcuta con las divisiones de Páez y Anzoátegui, en tanto que Santander haría una diversión por Casanare. Empero no era éste su verdadero plan; sin embargo, encargó a todos los presentes la más absoluta reserva, a que ninguno de ellos faltó; todos aprobaron el proyecto y nadie más que Iribarren, único que pocos días después trató de frustrarlo, induciendo a la deserción al cuerpo que él mandaba. El general Pedro León Torres no concurrió a esta junta ni supo lo que en ella se había resuelto, lo que le ofendió grandemente. (p.184)

El 26 de mayo de 1819, Bolívar se dirigió al señor Vicepresidente, Dr. Francisco Antonio Zea, con la intensión de anunciarle sobre la decisión que ha sido tomada con la anuencia de sus altos oficiales. La marcha sobre la Nueva Granada ya no podía esperar.

Mi pensamiento es marchar a Cúcuta con la mayor parte de este ejército, dejando aquí resto para la seguridad del Bajo Apure. Entretanto el señor general Santander entrará por Soatá a incorporarse con nosotros por aquella parte. La rapidez será la divisa de esta campaña. No daremos tiempo a Morillo para que nos tome la espalda, pues para cuando él pueda emprender algo contra nosotros ya habremos vuelto sobre él con fuerzas dobles o triples de las que llevamos. La Nueva Granada se halla en el estado más propicio para ser libertada, y creemos con fundamento que lo será con poca dificultad, y entonces nuestros medios para finalizar la guerra se habrán aumentado muy considerablemente. Hace mucho tiempo que estoy meditando esta empresa y espero que sorprenderá a todos, porque nadie está preparado para oponérsele; así lo creo y es de desear. (ADL, 1819, p.3720)

El plan contemplaba la reunión de Bolívar con Santander en Pamplona, dejando el Bajo Apure a la seguridad del general Pedro León Torres, mientras que el general Arismendi llamaría la atención del enemigo por Barinas. Bermúdez se mantendría en Guayana atento del oriente de Caracas y Calabozo; y el general Rafael Urdaneta con la orden de entrar en Apure. Ya lo advirtió O’Leary en su relato sobre la reunión en la aldea de Setenta; el primer plan que se proponía no era el verdadero, es por ello que el 3 de junio de 1819, el Libertador le informa al Vicepresidente del Estado Francisco Zea, que para asegurar el éxito de las acciones ha resuelto modificar el plan, quedando entonces de la siguiente manera:

Aunque la empresa es fácil del modo que la anuncié a V.E. para asegurar más el resultado he variado las operaciones. En lugar de ir a Cúcuta me dirijo a Casanare con la infantería. Reunido allí con el señor general Santander ocuparé a Chita, que es la mejor entrada a la Nueva Granada. Entre tanto el señor general Páez con una columna de caballería, tomará los valles de Cúcuta y llamará la atención del enemigo hacia allí, lo que facilitará en gran modo la operación, porque obligamos al enemigo o a concentrar sus fuerzas en Sogamoso o a dividirlas para atender a todas partes. En el primer caso nos abandona las provincias de Pamplona y Socorro, y parte de las de Santa Marta y Tunja. En el segundo nos será muy fácil batirlo y es más seguro el resultado. (ADL, 1819, d. 3734)

Bolívar concibiendo el plan desde una perspectiva bastante amplia y considerando todo el territorio de la Nueva Granada, en la misma comunicación a Zea le ordena que desde el propio Congreso se gire las instrucciones pertinentes para que el general McGregor abriese operaciones sobre la costa de Santa Marta. Los dos ejércitos obrando desde dos puntos diferentes les darían una considerable ventaja sobre el enemigo. Por un lado, presionaría a los realistas obligándolo a estar atento en dos frentes, cortándole además posibles vías de escape; y por otro, temiendo de la falla de alguna de las expediciones, la otra podría ir en auxilio y permitiría un corredor para la evasión.

El Libertador estaba convencido del alto valor estratégico de esta operación, por considerar que ella daría un rumbo diferente a la guerra. Los años de enfrentamiento armado entre la provincia y la corona se habían alargado, se estaba perdiendo en los campos de batallas la hermosa juventud que tendría que desarrollar las naciones. Mientras que en otros países del mundo impulsaban su industria y su tecnología, nuestra población aún andaba en mesnadas persiguiendo al enemigo o escapando de él.

Bolívar luego de profundos análisis decide hacer cambios en el plan rector que había concebido para la incursión a la Nueva Granada. Distrae un poco su atención cuando se entera que las órdenes dadas para la ejecución de las operaciones secundarias no fueron cumplidas; Páez bajo cualquier excusa jamás inició movimiento más allá de Apure. El Libertador en comunicación fechada el 5 de junio de 1819, le reprende y muestra su preocupación, ya que tan sólo recibió para sus operaciones 200 yeguas inútiles de los 300 caballos que solicitó (ADL, 1819, d. 3741). Urdaneta encontró resistencia del general Arismendi, quien por razones personales siempre se creyó dueño de Margarita, y no le permitió sacar las fuerzas de la isla. Bermúdez se mantuvo como espectador. En el augusto Congreso de la Nación se desconoce la autoridad del Jefe Supremo general Simón Bolívar y Francisco Zea es removido (Castillo, 1972, 169). Pero como ocurrió en la Campaña de 1813, Bolívar una vez sumergido en el teatro de operaciones no daba importancia a las rivalidades mezquinas de los hombres, ni a las crisis políticas estériles, ya que atenderlas malgastaba el tiempo necesario que era utilizado para las acciones de mando.

Para movilizar el grueso de las tropas Bolívar tenía que tomar una decisión final, tal vez la madre de todas y la que garantizaría el éxito o el fracaso de la operación. Esta no era otra sino la de saber cuál era la vía que debía tomar para ocupar la capital de la Nueva Granada. En la mesa de discusión se planteaban tres alternativas: 

La primera era por las Salinas de Chita, un paso accesible y tranquilo que los españoles utilizaron para explotar su variada riqueza natural, destacando principalmente las fuentes minerales salíferas. Bolívar consideró esta vía por ser la más rápida para llegar a Tunja, pero la situación se complicaba por estar fuertemente fortificada.

La segunda vía propuesta era través de Labranza Grande, la cual presentaba características similares al de Salinas de Chita, fue un punto estratégico para el intercambio comercial, en especial para el negocio del ganado. Este camino conducía a Mongua, pueblo muy cercano a Sogamoso, donde estaba ubicado el Cuartel General de los realistas.

La última propuesta fue remontar por el Páramo de Pisba, ruta extremadamente peligrosa por sus caminos accidentados y lo difícil de su clima que sólo los baquianos podían transitar; de allí su nombre sendero de indios. Solitario e inhóspito por sus características era entonces poco transitado y por lo tanto poco reguarnecido. Por esta vía el Libertador podía sacar provecho al factor sorpresa.

De las tres propuestas la decisión fue el páramo de Pisba sería entonces la ruta libertadora de la Nueva Granada. Bolívar una vez que inició su  expedición no se detuvo en Guasdualito y atravesó el Arauca sin detener su marcha hasta llegar al Casanare. Las tropas soportaron duranteeste trayecto todo tipo de penurias inimaginables por el hombre: sed; hambre; enfermedades; caminos fangosos que detenían el rápido movimiento; los llanos totalmente inundados porque la estación de lluvia ya había comenzado. Las tropas marchaban por horascon el agua de los ríos hasta la cintura, los soldados y las bestias eran cruelmente mordidos por los caribes y de vez en cuando alguno podía terminar en las fauces de un caimán, animal que infundía terror entre los llaneros (Vawell, 1974, p.148).

La reorganización del Ejército Libertador fue anunciada por Orden General del 15 de junio de 1819: “Reunidas las fuerzas de Occidente a las que obraban en esta Provincia para dar principio a las operaciones sobre la Nueva Granada, ha dispuesto al Excelentísimo Señor Presidente de la República dar la siguiente organización. Todas las tropas que actualmente están bajo las órdenes del Señor General de Brigada Francisco de P. Santander continuarán del mismo modo bajo la denominación de División de Vanguardia que se le había dado anteriormente. Todas las tropas de infantería y caballería nacionales y extranjeras pertenecientes al Ejército de Occidente formarán una sola División a las órdenes del Señor General de Brigada José Antonio Anzoátegui y se denominará División de Retaguardia. Habrá un solo cuerpo de artillería a las órdenes del señor Comandante del ramo, Coronel Bartolomé Salom, y a él se reunirán todos los Oficiales de esta rama de ambas Divisiones. El señor Coronel Pedro Fortuol es Jefe de Estado Mayor de la División de Vanguardia, y el Teniente Coronel José María Córdova lo es de la Retaguardia. Para que sea uniforme el modo de reconocerse los individuos del Ejército, al ¿QUIÉN VIVE? Se responderá AMÉRICA LIBRE!...”. (Nucete et al., 1969, p.p. 127, 128)

Las tropas terminarían de llegar a la población del Pore el 23 de junio de 1819. Luego de haberse publicado las órdenes generales para la reorganización del Ejército Libertador, la distribución definitiva quedó de la siguiente manera:

Jefe del Ejército en Campaña: Libertador Simón Bolívar.
Jefe del Estado Mayor del Ejército en Campaña: Gral. Carlos Soublette.
Comandante General de la División de Vanguardia: Gral. Francisco de Paula Santander.
Jefe del Estado Mayor de la División de Vanguardia: Cnel. Pedro Fortuol.
Jefe del Batallón de Cazadores: Tte/Cnel. Antonio Arredondo.
Jefe del Batallón de 1º Línea: Tte/Cnel. Antonio Obando.
Comandante General de la División de Retaguardia: Gral. José Antonio Anzoátegui.
Adjunto al Comandante General de la División de Retaguardia: Cnel. Justo Briceño.
Jefe del Estado Mayor de la División de la Retaguardia: Tte/Cnel. José María Cordova.
Según Tomás Pérez Tenreiro, “En total, sumando los efectivos de las dos Divisiones, antes del ascenso hacia los páramos, se podrían calcular en unos 3.000 hombres. De los que sólo desembocarían cerca de 2.500”. (Nucete, et al., p. 131)

Como ya se señaló de las tres opciones para la ruta libertadora, Pisba era la acertada por ser una zona inhóspita y sin resguardo; las otras dos, aunque ofrecían condiciones óptimas para la marcha de las tropas, estaban fuertemente custodiadas. Una vez conocidos todos los pormenores que llevaron a la elección de cruzar el Páramo Pisba, llega el momento en que el Ejército Libertador se encuentre con el digno dominio de atrás.

Fueron cuatro duras jornadas para atravesar el páramo. La vanguardia llegó a La Quebrada el 4 de julio y en los días siguientes fue llegando el resto del ejército, o mejor sus restos. Santander, un testigo presencial, escribe en esos días: “Un número considerable de soldados quedaron muertos, al rigor del frío, en el Páramo de Pisba: un número mayor había llenado los hospitales y el resto de la tropa no podía hacer la más pequeña marcha. Los cuerpos de caballería, llegaron a Socha sin un caballo, sin monturas y hasta sin armas…El ejército era un cuerpo moribundo: uno u otro jefe eran los únicos que podían hacer el servicio. Pero qué se podía temer, si a su frente estaba el General Bolívar? Aquí es donde este hombre se hace superior a todos los hombres, desplegando una energía y firmeza extraordinarias”. (Castillo, 1972, p.p. 172, 173)

Para comprender esta difícil maniobra es necesario analizar algunos elementos por separado, por ejemplo:

La tropa:Para que el ser humano pueda mantener el normal funcionamiento de su ciclo de vital debe cumplir con ciertas funciones básicas como: respirar, alimentarse, descansar, mantener la temperatura corporal, entre otras. Este protocolo de vida fue totalmente trastornado durante esta campaña. El ejército patriota venía padeciendo miserias desde las campañas del Centro y Apure, en los llanos soportó la peor parte. Para que el Ejército Libertador avanzara en esta situación era muy difícil, Martínez y Otalora (2010) afirman que como consecuencia al temor a las plagas, de las lluvias torrenciales que inundaban las sabanas, a la falta de agua para tomar y el hambre que comenzaba a castigar; las tropas expedicionarias comenzaron a condicionar sus movimientos (p. 93). Escenario que pronto cambiará drásticamente al iniciarse la marcha de montaña.

En 1819, el ascenso al páramo de Pisba —en donde no se podía conseguir nada para comer la muerte de los animales de transporte e incluso las ocasiones en las que la tropa se deshizo de sus raciones para protegerse del frío— contrasta con la abundancia que encontraron los patriotas en los valles más templados y abastecidos del altiplano. Las poblaciones de la provincia de Tunja, quienes desde 1816 cargaban con el sostenimiento de los soldados del Rey, recibieron, alimentaron y aprovisionaron al ejército libertador, mientras que un cansado y hambriento ejército real será derrotado en el campo de Boyacá. (p. 105)

Los soldados literalmente trepaban los escarpados caminos del páramo, el furioso viento los azotaba y las bajas temperatura comenzaron a causar estragos entre el ejército y las pocas bestias de carga que les acompañaban. El propio O’Leary (1969) dice:

El efecto del aire frío y penetrante fue fatal en aquel día para muchos soldados; en la marcha caían repentinamente enfermos muchos de ellos y a los pocos minutos expiraban. La flagelación se empleó con buen éxito en algunos casos para reanimar a los emparamados y así logró salvarse a un coronel de caballería. (p.194)

Según el doctor colombiano, Tiberio Álvarez Echeverri (2016), anestesiólogo y especialista en alivio del dolor, el tratamiento para darle mejoría a los pacientes emparamados, estaba dirigido a mejorar la bradipnea, la bradicardia, la hipotensión y la hipotermia, utilizando métodos físicos como: “fricciones, masajes, abrigo, alimentos calientes, estimulantes cardíacos y respiratorios. El procedimiento que usaban los patriotas era drástico y consistía en flagelar a los emparamados, con lo cual se contribuía a que el organismo produjera mayor cantidad de calor” (p.13). Por otro lado, las tropas compuestas en su mayoría de llaneros no estaban acostumbradas a consumir agua fría, causándoles a los combatientes serios cuadros de diarrea y cólicos estomacales.
En el libro de Órdenes Generales del Ejército de Operaciones Generales de la Nueva Granada 1819 (1969) se encuentra una carta que le escribe el general Anzoátegui a su esposa en Bogotá el 28 de agosto de 1819, le contaba lo vivido en esta travesía:

Una vez en el páramo de Pisba, yo y todos los compañeros nos creímos perdidos porque perdimos mucha gente muerta por el frío y casi todos nos enfermamos. Sólo el genio del Libertador pudo salvamos y nos salvó efectivamente; auxiliado eso sí por el patriotismo y el entusiasmo de los patriotas de la provincia de Tunja, especialísimamente por las mujeres que, no lo creerás se despojaron realmente de su ropa para hacer con ella camisas, calzoncillos y chaquetas para nuestros soldados y de todo lo que tenían en sus casas para socorremos. Fue esta una resurrección milagrosa. Nos volvió la vida, el valor, y la fe, como lo verás por los papeles que te adjunto, en donde se da cuenta de nuestras victorias de Pantano de Vargas y Boyacá, y de mi ascenso a general de división en ese campo de batalla, título que pone a tus pies tu querido esposo.- José (p.p. 18, 19)

Los soldados pertenecientes a la Legión Británica que habían llegado para apoyar al Ejército Libertador, debieron adaptar su fisionomía europea a todo lo nuevo que encontraron en la América Meridional para poder sobrevivir.

El avituallamiento: Santander como jefe de la Vanguardiatendría la difícil tarea de avituallarse, y de garantizar los suministros para el resto del ejército. El 2 de junio de 1819, el Libertador le escribe haciendo énfasis en recordarle que confía en que haya tomado las medidas necesarias “para tener abundantes trasportes para el parque, y todo, caballos útiles que sean posibles para remontarnos, pues los que lleva el ejército apenas alcanzarán hasta el Cuartel General de US” (ADL, 1819, d. 3740). El 4 de julio de 1819, le comunicó al general Páez, una serie de órdenes entre la que destaca: “Según los estados de los fusiles traídos al Apure, deberíamos tener 3.500, de los cuales sólo existen entre los que están en mano, los que traigo en el parque y los que quedan en el parque del Caujaral, 2.500” (O’Leary, 1981, p.393). Ya se había descrito anteriormente que Santander salió de Angostura con 1.000 fusiles y 30 quintales de pólvora y que para enero de 1819 ya contaba con una división de 2.000 combatientes con los 1.200 fusiles más que llegaban de Guayana. Tal vez, parte de este parque quedó en el fondo de los ríos del Apure y el Casanare, otra parte, atascada en los pantanos y buena parte de ellos en los barrancos del páramo.

Por otro lado, ya se ha advertido sobre la mala o inexistente alimentación de las tropas. La dieta era fundamentalmente la carne vacuna y todo aquello que el soldado pudiese soportar en su estómago. La carne era arrancada del animal en tiras y únicamente utilizando sal se ponía a secar al sol; los cueros secos que quedaban eran consumidos como alimento. Sobre este asunto, se puede apreciar como en la correspondencia, el Libertador manifiesta su preocupación a Santander y le informa que tuvo que enviar a su Jefe de su Estado Mayor para acelerar la marcha del ganado que estaba al otro lado del Tocaria, ya que su división no tenía nada para comer. Afortunadamente al día siguiente el general Soublette cumplió con la orden y ya se acercaba con unas trecientas reses; de este ganado Bolívar destinaría una parte para la Vanguardia (O’Leary, 1981, p.p. 402, 403).
En el Libro de Órdenes Generales (1969), se encuentra una comunicación de fecha 16 de junio de 1819, enviada desde el Tame, donde el general Soublette explica la forma de traslado de parte del material de guerra.

La conducción del Parque se hará por los indios del país que al cargo de sus oficiales se ponen a la disposición del Sr. Comandante General de Artillería para que arregle este ramo. Además el Jefe de E.M. de Retaguardia le pondrá a su disposición todos los oficiales sobrantes y agregados a los dos cuerpos de Dragones y podrá reemplazar al Capitán Álvarez y al Mayor Cegarra, todo con el objeto de que destine un oficial al mando de cada 16 ó 20 mulas con sus correspondientes arrieros. (p. 83)

El terreno: Ya se ha señalado algunas de las razones para escoger esta ruta, el Páramo de Pisba que según la lengua local significa “digno dominio de atrás”, se ubica a una altura de 2.400 – 3.900 msnm, con temperaturas que oscilan entre los 10ºC a los 18ºC. El terreno, por supuesto, es un elemento importantísimo de considerar al momento de planificar la guerra.

Las fronteras que defienden los imperios consisten en llanuras, colinas y montañas. Si un ejército desea cruzarlas y es superior en la caballería, hará bien en tomar su línea de operaciones a través de las llanuras. Si su brazo montado es inferior, preferirá las colinas; pero para el terreno montañoso debe asegurar cuidadosamente cada paso mientras las atraviesa. (Yuchak, 2010, p.118)

Bolívar, como estudioso de las tácticas de Napoleón Bonaparte, tendría presente esta importante máxima napoleónica, y suficientes conocimientos en su bagaje sobre la guerra y marchas de montañas. De hecho, Bonaparte no recomienda en la línea de operaciones a travesar terrenos montañosos, debido a las grandes exigencias que ello implica y en una marcha vital no siempre se cuenta con el tiempo suficiente para la preparación. Bonaparte (2010) también recomienda que:

El truco del arte militar en la montaña es no atacar nunca, porque aun cuando uno desee conquistar, deberá abrirse camino por medio de maniobras de posiciones que dejen al cuerpo del ejército encargado de la defensa sin ninguna alternativa más que atacar o retirarse; y finalmente porque una línea de operaciones debe servir como línea de retirada, ¿y cómo puede alguien pensar en retirarse a través de gargantas, desfiladeros y precipicios?. (p. 119)

Ahora bien, la misión que tenía el Ejército Libertador era atravesar el Páramo de Pisba de manera rápida y sigilosa, evitando por todos los medios encontrarse con el enemigo para luego reunirse todas las divisiones en Socha. Bolívar tenía aun frescos sus recuerdos de seis años antes, cuando en medio de la Campaña Admirable, atravesó los páramos de los Andes venezolanos, y conocía por su experiencia como debía comandar las tropas en las altas montañas y así se lo hacía saber a sus oficiales. Igualmente, el Libertador mantenía en su mente las enseñanzas sobre hacer la guerra en montañas de los teóricos militares del siglo XVIII. Pérez Tenreiro afirmaba que “Bolívar con seguridad los leyó. De uno guardaba el texto; de otro llegaba al extremo de parafrasearlo en ocasiones y del último se le puede seguir el rastro en algunos de sus escritos. Ellos son: Montecuculli, Mauricio de Sajonia y el Conde Guibert” (Nucete, et al., 1969, p. 83).

Gracias a esta extraordinaria maniobra Bolívar logró incursionar en la Nueva Granada donde se produjeron dos grandes Batallas; Pantanos de Vargas y Boyacá, clarines de gloria y honor que aún resuenan en los corazones de las y los patriotas.

CONCLUSIÓN

La Campaña de 1819 y en especial el paso de las tropas patriotas por el Páramo de Pisba, indiscutiblemente han dejado su aporte al pensamiento militar meridional. Angostura se convirtió en una excelente base de operaciones para los planes de invasión a de la Nueva Granada. Su posición geoestratégica daría las ventajas suficientes para mantener provisto a todo el Ejército Libertador; tanto en avituallamiento como de las tropas extranjeras necesarias que llegaban para garantizar el éxito de la futura campaña.

Los objetivos que cumpliría el Libertador Simón Bolívar durante esta campaña fueron los siguientes:
En lo militar: a) expulsar al enemigo de la Nueva Granada a través de una acción armada; b) el éxito de ello constituirá el epicentro de la conquista total de Venezuela; c) unificar y reorganizar los ejércitos granadinos y venezolanos para abrir una gran campaña al Sur.
En lo político: materializar los postulados presentados en documentos como la Carta de Jamaica (1815) y su discurso al Congreso de Angostura (1819).

Por otro lado, las enseñanzas que dejaron las anteriores Campañas del Centro y de Apure son historias de triunfos y derrotas, donde el personalismo de los jefes melló sobre el actuar de las tropas y puso en peligro una vez más la República. Es por ello, que el Libertador debía procurar tomar las mejores decisiones para asegurar la victoria, de lo contrario habría perdido tropas y recursos sin necesidad, los cuales resultarían necesarios más adelante. La decisión de invadir la Nueva Granada por el Páramo de Pisba, a pesar de las bajas temperaturas y las penurias que hizo pasar a las tropas, fue la más acertada. Se mantuvo siempre claro en dos premisas fundamentales a cumplir: la sorpresa y la rapidez de los movimientos.

Probaría exitosamente Bolívar reunir un ejército multinacional en una campaña tan importante y compleja como ésta. Ya lo había hecho anteriormente en la Campaña Admirable de 1813, que dio paso al nacimiento de la Segunda República. Ahora con ésta que traería consigo la gran victoria de Boyacá, expulsando a los realistas de suelo granadino y acabando con un Virreinato entero. De esta manera se logra abrir las puertas para la independencia definitiva de la América Meridional.


REFERENCIAS 
Documentos:
Catálogo Digital del Archivo del Libertador Simón Bolívar (ADL) disponible en http://www.archivodellibertador.gob.ve


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Fuentes electrónicas
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http://www.revcolanestold.com.co/pdf/esp/1989/1989%20Enero%20-%20Marzo%20(simposio%20RCCP%20Medellin%20sep.1988)/mej/Una%20historia%20de%20la%20reanimacion.pdf.
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