CAMPAÑA ADMIRABLE 1813
DOCUMENTO 560. Informe del secretario de la guerra, Tomas Montilla, fechado en Caracas el 31 de diciembre de 1813, relativo a la Campaña Admirable y a los sucesos militares hasta fines de 1813.*
Tomado del Catálogo
Digital del Archivo del Libertador Simón Bolívar disponible en http://www.archivodellibertador.gob.ve
El Secretario de Estado y del Despacho universal de
guerra, presenta a S. E. el Libertador de Venezuela, una sucinta exposición de
los sucesos militares del año de 1813.
A la completa subyugación de Venezuela, en 31 de julio
1812, siguió la salida de V. E. para Cartagena en 22 de agosto del mismo año,
después de vencer aquellos embarazos que han opuesto siempre los mandatarios
españoles al talento y mérito de los americanos.
Buscaba V. E. otro país en el Continente colombiano,
que no sufriendo el despotismo de los peninsulares, pudiera interesarse en la
emancipación de Venezuela.
Llegó V. E. a Cartagena en 14 de noviembre del mismo
año [1], y no bien pisó V. E. aquel suelo,
cuando conocidas sus ideas y el genio que tan altamente le ha distinguido, se
le destinó en 1° de diciembre a la expedición del Magdalena, cuyo mando en Jefe
le fue conferido en 29 del mismo. Aquí principian las brillantes acciones de
V. E. que la fama ha llevado a todas partes.
Ocupadas entonces por los tiranos varias Provincias de
la Nueva Granada, V. E. les dio la libertad, despejando así el único camino que
conducía a romper las cadenas de los venezolanos. Santa Marta fue la primera
donde dio a conocer V. E. sus grandes talentos militares; talentos que
honrando a Caracas la han producido tantos bienes. Ella fue el teatro de los
primeros triunfos de V. E., en las circunstancias más peligrosas en que se ha visto
Cartagena, y aun la Nueva Granada. El 23 de diciembre tomó V. E. a Tenerife,
con sólo las tropas de Barrancas; aquella villa tan importante, y propiamente
inexpugnable, que poseían los enemigos. El 30 del mismo se apoderó V. E. del
Guamal, el 1° de enero del año de 13 entró en el Banco, y el 2 siguió a
Chiriguaná, a donde se había refugiado el resto de las fuerzas enemigas. Una
División solamente de valerosos mompoxinos contribuyó a estas últimas glorias
de V. E.; el arte y el valor lo hicieron todo.
Ni las ventajas obtenidas por los españoles, ni la
desolación en que gemía el país, ni la defensa que prestaban unos puntos tan
fortificados, cuales eran el Banco y el Guamal, pudieron arredrar a V. E. En 8
de enero ocupó V. E. el puerto Real de Ocaña [2]; y en 11 del mismo la ciudad de este
nombre [3]. Así, en 18 días, se debió la libertad
de Santa Marta a los heroicos esfuerzos de V. E.
En menos tiempo la consiguió Pamplona por los mismos
principios. Las sangrientas acciones del Alto de la Aguada, San Cayetano y
Cúcuta, que V. E. mismo acaudilló, fijaron la suerte de este Estado; decidieron
igualmente de la de Casanare, que ocupada por el español Yáñez [4] con 1.500 combatientes, la evacuó
precipitadamente a la sola noticia de las derrotas de Correa [5].
Pacificadas las Provincias del este en la Nueva
Granada, tuvo V. E. la gloria de pasar el Táchira en 1° de marzo; permítame V.
E. recordarle las agradables impresiones que recibiría su corazón al pisar el
territorio de Venezuela. Ya las importantes victorias reportadas por V. E. le
habían merecido entre los granadinos un lugar preeminente; ya el nombre de V.
E. se repetía con entusiasmo por aquellos dignos republicanos. Los deseos de V.
E., sin embargo, no estaban satisfechos, y faltaba aún el grande objeto a que
V. E. aspiraba: la libertad de Venezuela. La Provincia de Mérida respira antes
que todas el aire benéfico de la libertad. La acción de La Grita la salvó
felizmente, y el Ejército Libertador enarboló en ella su pabellón el 23 de
abril. La ciudad de Trujillo contempla asombrada a los vencedores de Betijoque,
Carache y Niquitao, y en 15 de junio tiene la gloria de abrigar en su seno unos
guerreros que, al paso que la libertaban, eran el objeto del espanto y
admiración de sus tiranos.
Aquellas célebres jornadas abrieron a V. E.
progresivamente las puertas de la capital. La fuga vergonzosa de Correa, la
derrota de Cañas [6], y el embarque precipitado de
Martí [7] con sólo once individuos, después de
ver destruidos los novecientos veteranos a cuya cabeza se hallaba, fueron los
grandes resultados de tan memorables acciones. El denuedo e intrepidez de V. E.
en la escaramuza del Biscucuy, donde con sólo su Estado Mayor y Guardia de Honor,
batió completamente al enemigo, puso a V. E. en posesión de la ciudad de
Guanare, y con ella de todo el territorio de Barinas.
Abatidos los Jefes españoles, y diseminado el terror
entre sus tropas, huyeron aceleradamente y se procuraron un asilo en la Provincia
de Guayana. Así vio V. E. desaparecer en un momento tres mil setecientos
soldados mandados por Tízcar [8], que abandonaron su numerosa artillería
y armamento, sin atreverse a presentar acción. Tiene aquí V. E. los
maravillosos efectos de la rapidez en las conquistas; ella sola pudo trastornar
a un mismo tiempo los proyectos del déspota español, y disolver los cuerpos
formidables que se habían levantado para repeler las armas de la República. El
Ejército Libertador cobra nuevo valor en Venezuela, y sus prontas operaciones
someten todas las Provincias del Occidente de Caracas; restaban sin embargo
nuevos triunfos, y tenía V. E. que coger nuevos laureles. Los Horcones estaban
destinados para ser el teatro de una brillante acción en que las armas de la
República, al mando del General Ribas [9], quedasen triunfantes del numeroso
ejército de Oberto, [10] y los mercenarios españoles, que habían
sufrido ya tantos reveses, debían experimentar el más funesto en la Sabana de
los Taguanes.
Concentradas allí las fuerzas enemigas al mando del
español Izquierdo [11], y apurados todos los recursos para
desconcertar los planes de V. E., conoció el tirano muy en breve que es
sumamente desigual la lucha de esclavos con hombres libres. Sin haber escapado
oficial alguno, apenas se salvaron diez o doce individuos de los batallones
españoles, que trayendo a Valencia la imperfecta noticia de aquella célebre
derrota, difundieron la consternación entre los prosélitos de la tiranía.
Monteverde [12], no obstante, que librando su seguridad
y la de éstos en el inexpugnable castillo de San Felipe en Puerto Cabello,
había proyectado de antemano refugiarse a él a toda costa, lo verifica desde
luego, dejando en poder de V. E., no sólo la ciudad de Valencia con sus ricos
almacenes y parque, sino hasta las provisiones de boca que debían alimentarlos
en la fortaleza que eligieron por asilo.
Con la entrada de V. E. en aquella ciudad, quedaron
libertados los Valles de Aragua, y el nombre solo de V. E. contribuyó exclusivamente
a poner en sus manos la misma Capital en 6 de agosto de 1813. Son bien
conocidos los acontecimientos de esta época para molestar la atención de V. E.
recordándole la cobardía de los españoles y sus Jefes; mas tendré el honor de
presentar a V. E. el digno cuadro que ha ofrecido Caracas, ya regenerada por
sus continuos sacrificios para sostener la causa de la libertad. Hombres,
dinero, municiones, caballos, monturas, armas y cuantos esfuerzos han estado
aún más allá de su alcance, han sido presentados a V. E. por este pueblo
generoso, que fue el primero que conociendo sus derechos declaró la
Independencia en la América Meridional; V. E. ha contemplado con admiración el
entusiasmo sagrado que lo anima, y ha hecho ver a los tiranos que no hay fuerza
para encadenarlo cuando es acaudillado por V. E. La obcecación de Monteverde y
sus partidarios llamó a V. E. a Puerto Cabello, resuelto a hacerlos perecer de
hambre; llevó V. E. el sitio hasta las fortificaciones y pueblo exterior,
reduciéndolos al estrecho recinto del castillo y población interior; se debió
finalmente a la audacia de los granadinos la ocupación de las vigías e
inexpugnable fuerte Mirador del Solano. Conocía V. E. sin embargo, por la
experiencia de muchos días, que no eran capaces de medirse fuera de sus muros
con los libertadores; creyó V. E. que levantando el sitio y retirándose a
Valencia, podría estimularlos a salir de aquella fortaleza. Lo ejecuta V. E. a
pocos días de haber llegado la expedición de mil doscientos españoles,
negociada por los comerciantes de Cádiz; auxilio que debía alentar la
pusilanimidad de Monteverde. A poco tiempo tuvo V. E. la satisfacción de ver
realizados sus cálculos.
Dispuesta la retirada por V. E., se efectúa con el
mejor orden, y los estúpidos españoles caen fácilmente en el lazo. Apenas
perdieron de vista nuestras huestes, cuando saliendo del castillo, se
atrevieron a hacer una incursión por Naguanagua. Las alturas de Bárbula se
hicieron memorables por la victoria que en ellas obtuvimos. Envueltos y
dispersos, cayeron en mano de V. E. sus caballerías, municiones, equipajes y
armamento; allí quedaron sepultados muchos peninsulares de Ice que habían
llegado recientemente para remachar las cadenas de los venezolanos.
Pero las glorias del ejército no se limitaban a las
cumbres de Bárbula: Las Termopilas de Venezuela, las impracticables Trincheras,
estaban reservadas a otras mayores. Los republicanos entonces pudieron
satisfacer su valor, y llenar sus deseos; ellos atacaron por cerros escarpados,
vencieron desfiladeros, burlaron parapetos, registraron bosques, desalojaron,
persiguieron y destruyeron a los españoles, que seguidamente volvieron a
encerrarse en su castillo, dejando a V. E. en posesión de todo el territorio
de la República. Entonces V. E. volvió a estrechar el sitio, y dirigió sus
miras hacia Coro.
Entretanto, diferentes facciones levantadas por
hombres inmorales conmovieron los pueblos de occidente, aunque para expiar sus
atentados en los Cerritos Blancos, que fueron el teatro de los primeros
triunfos de nuestras tropas, restablecida ya la Independencia.
El Occidente a poco tiempo volvió a presentar una faz
nueva. El debía aún ser pisado por nuestros enemigos; sus ventajas efímeras en
Bobare, Yaritagua y Barquisimeto, pudieron alentarlos. ¡Imbéciles! un
acontecimiento casual, origen de estas pérdidas, proporcionó a V.E. las
felices jornadas de Vigirima y Araure.
Los hijos de Caracas, que mientras las glorias de V.
E., habían figurado solamente en las cimas de Bárbula y en el estrecho de Las
Trincheras, estaban destinados a tener la parte principal en la nueva campaña
abierta por Caballos. Esta campaña, que sacó del letargo a los españoles de
Puerto Cabello, los indujo a hacer una salida por la olvidada senda de
Patanemo, que conduce a Guacara y los Valles de Aragua, creyendo que V. E.,
amenazado por aquel español, no podría contraer su atención a puntos tan
distantes. Pero ¡cuan desgraciadas fueron sus tentativas! Las Divisiones que
habían salido de Caracas con destino al Cuartel General, se encontraron
afortunadamente frente de Vigirima cuando los españoles del castillo aparecían
por las alturas. Nuestros guerreros los batieron en tres acciones diferentes, y
después de dispersos y haber perdido su artillería, parte de su armamento,
municiones, etc., apenas pudieron salvar sus reliquias en una fuga desordenada.
V. E., tan rápido como el rayo, llega a San Carlos,
donde se reunían las fuerzas destinadas a contener los progresos de
Ceballos [13],
quien se avanzaba a marchas redobladas sobre aquella villa, a la cabeza del
mayor ejército que ha visto Venezuela. Ya se había reunido con Yáñez, después
de haber ocupado éste, sin oposición, toda la Provincia de Barinas, y entrado
en Guanare, cometiendo crueldades inauditas.
V. E., que siempre es el primero en los peligros,
ordenó la marcha, y encontró al enemigo en Araure, que confiado en su número y
posiciones contaba por suya la victoria.
Jamás el arte, la pericia, y el valor brillaron tanto
como en esta sangrienta jornada. Jamás los españoles sufrieron una derrota tan
completa. Jamás los republicanos correspondieron tan bien a los conatos de V.
E. Nuestros soldados se cubrieron de una gloria inmortal. El español Ceballos
vio destruido su poderoso ejército; y con él, la única esperanza de los
déspotas. Su armamento, tesoro, y municiones de todas clases, quedaron en poder
de V. E. Esta ventaja, debida a la incesante actividad de V. E., a la rápida
celeridad de sus marchas, y al infatigable interés por la causa pública, salvaron
para siempre a Venezuela.
Mientras que los libertadores exterminaban a los
tiranos de occidente, los departamentos del mediodía fueron conmovidos por el
execrable español Boves [14], lisonjeado de que estaba ocupada toda
la atención de V. E. El se adelantó hasta Calabozo, cuya débil guarnición no
pudo resistir a la multitud de facciosos que le seguía; pero su triunfo fue tan
pasajero, que sólo duró el tiempo necesario para que se acercasen nuestras
tropas. Las llanuras de Mosquitero quedaron cubiertas con más de mil de los
bandidos que componían su ejército, sin escapar uno solo de sus infantes, ni
salvar un fusil.
Los invencibles de Oriente, que libertando aquellas
ricas comarcas, han venido a tener parte en las victorias de V. E.,
acreditaron en esta vez que son muy dignos de la consideración y aprecio de sus
conciudadanos.
Los Valles orientales de Caracas han sido igualmente
testigos del valor de nuestros soldados; y sus repetidas conmociones no han
tenido otro fruto, que el suplicio de más de quinientos malvados que han
atentado contra la libertad restituida por V. E. al territorio venezolano;
corriendo igual suerte las partidas de ladrones que infestaban el occidente y
sur de esta Provincia.
He presentado los grandes acontecimientos del año de
1813; ellos inmortalizan el nombre de V. E. y aseguran de un modo irrevocable
la emancipación de estos países. Más no ha sido solamente con la libertad, que
V. E. los ha colmado de bienes. Ellos eran libres en 1812, y la falta de
organización militar, de disciplina, y de relaciones estrechas con las demás
Provincias de la América libre, prepararon su subyugación. En la convicción de
esta verdad, trató V. E. desde luego de proveer a la seguridad de estos
Estados. Seis Batallones fueron creados con los nombres de Caracas, Guaira, Barlovento,
Victoria, Valencia, y el Valeroso ¿e Cazadores. Se levantaron los Escuadrones
de línea de Húsares y Dragones; se formó un Batallón de Cazadores, y dos
compañías de Zapadores; se reorganizaron finalmente los antiguos Cuerpos de
Milicias, estableciéndose otros nuevos, que han aumentado el número de nuestros
defensores; la artillería de La Guaira se ha hecho servible; las fortificaciones
se han mejorado, y Venezuela ha tomado un aspecto marcial.
El establecimiento de gobiernos y comandancias
militares ha proporcionado la tranquilidad a los puntos que se hallaban en un
estado de indefensión. Esta capital, La Guaira, Valencia y Guanare, han sido la
residencia de los primeros; y las demás ciudades, villas, y pueblos más
notables, han quedado en seguridad con las segundas.
Más no bastaba poner en defensa las poblaciones para
repeler al enemigo; era también preciso ir a buscarle para libertarlas de una
vez. Por esto V. E. organizó varios ejércitos: uno de ellos fue destinado al
sitio y reducción de la plaza de Puerto Cabello; otro al Occidente de Caracas;
y el tercero, al Sur de la misma.
Conoció V. E. que de nada sirven grandes masas para
hacer la defensa de un país; ellas, de ordinario, lejos de cooperar, sirven
para entorpecer las operaciones más bien combinadas. Dispuso, pues, V. E., por
medio de sabios reglamentos, que bajo una rigorosa economía, se asistiese al
soldado con todo cuanto necesitase, al paso que un moderado sueldo
proporcionara al oficial una cómoda subsistencia; y que los Jefes fuesen
auxiliados con todo aquello que exigiesen para la consecución de sus empresas.
En 25 de agosto, se organizaron Cuerpos Veteranos, y
señaló V. E. el haber de sus Jefes, oficiales, y soldados. En 1° de octubre, se
proporcionaron los medios de subvenir a los menesteres de estos últimos,
economizando a los fondos públicos el valor del vestuario y manutención. En 17
del mismo distinguió V. E. a los oficiales, sargentos, y cabos de la República,
con divisas nuevas y especiales, en nada parecidas a las de los militares
españoles; y en 21 de diciembre publicó V. E. una ley para el alistamiento de
toda clase de ciudadanos, con el mismo objeto de contener a los ladrones que
están desolando varios pueblos.
Estas grandes medidas, seguidas de los mejores
efectos, han llenado los deseos de V. E. El suceso ha coronado siempre sus proyectos.
La más remota posteridad recordará con gratitud los desvelos de V. E. no sólo
por libertar su Patria, sino por conservarla eternamente fuera del alcance de
sus opresores.
¿De qué valdrán sus agresiones cuando podemos
lisonjearnos de que V. E. ha organizado el país militarmente, estableciendo al
paso la más exacta disciplina? Nuestras relaciones, por otra parte, con las
Provincias libres de la América del Sur, serán un manantial inagotable de que
sacaremos recursos que oponer a los tiranos. Manifestaré ahora a V. E. el
estado actual de nuestra fuerza armada y las posiciones de los ejércitos.
La división del Coronel Palacios [15], que obra en la Provincia de Barinas,
se halla en movimiento por Boconó [16] y Sabana Seca; ella es tan poderosa,
que bastando a pacificar a San Fernando [17], obrará pronto en combinación con otros
cuerpos. El Comandante Elías [18], después de haber ocupado El Tocuyo y
la mayor parte de Occidente, ha reunido sus fuerzas a las del Coronel
Villapol [19], que tomando a Barquisimeto y San
Felipe ha aumentado considerablemente el ejército del poniente. El General
Urdaneta [20], que le manda en Jefe y le reforzaba el
20 con su reserva, empezará en breve sus operaciones.
En el Estado de Trujillo se ha restablecido la
quietud. El de Mérida no solamente la ha tenido, sino que se la ha dado a
aquél, arrojando de su territorio al canario Pedro González [21] con pérdida de sus municiones. Los
esfuerzos del Gobernador de Maracaibo [22], lograron internar por la Laguna [23]
una División hacia La Grita; el General Ricaurte [24] voló desde Cúcuta, la buscó, destruyó,
e hizo desaparecer.
El Sur de Caracas no se halla menos defendido. Boves
ha obtenido una ventaja efímera sobre el cuerpo de observación de Calabozo.
Este ha retrogradado hacia los Morros de San Juan, donde se han engrosado sus
fuerzas, y el último auxilio compuesto de los Batallones 5° de la Unión y
Valeroso de Cazadores, bastarán a pulverizar las bandas de aquel facineroso.
Las tropas destinadas a la línea sobre Puerto Cabello,
han estrechado tan rigorosamente el sitio, que los españoles se hallan reducidos
a la última miseria y desesperación. Allí se han levantado nuevos reductos y
baterías; se ha aumentado la artillería; se han mejorado las fortificaciones, y
los nuestros están al abrigo de cualquier salida de la plaza.
Omito hablar a V. E. del estado del puerto y plaza de
La Guaira, porque es inexpugnable, y se halla provista de cuanto es necesario.
Esta ciudad y las de Valencia, San Carlos, Barquisimeto y Guanare, se hallan
defendidas y aseguradas por suficientes guarniciones. Numerosas y diversas
partidas ahuyentan los bandidos, mantienen libre la comunicación y defienden al
viajero de insultos.
Una ligera fuerza armada en los Valles del Tuy y
Capaya, y por las costas de Barlovento, nos tiene en posesión de aquel rico y
fértil territorio.
Nuevas reformas deben llamar como hasta aquí la
atención de V. E.; y el no encontrarse la fuerza armada tan organizada como
quisiera V. E., no tiene otro origen que la premura del tiempo, y la
extraordinaria e indispensable rapidez en los movimientos de los ejércitos. Yo
recomiendo principalmente a la alta consideración de V. E., el arreglo de una
Comisaría general que sirviendo de fuente de donde emanen las providencias
administrativas del ejército, eviten la confusión y retardo en los pagamentos
y provisiones.
No es menos necesaria la reforma de sueldos y
armamento, establecimiento de mucho método para la subsistencia de los
ejércitos y sus movimientos en campaña, porque siendo tan diversas las producciones
de nuestro suelo a las de Europa, sus ordenanzas no pueden servirnos, y
debemos determinar la especie, el peso y la medida.
Detalladas ligeramente las grandes victorias de V. E.,
indicado el estado militar de la Provincia, manifestadas sus fuerzas
existentes, y anunciadas las reformas benéficas que V. E. ha practicado; sólo
me resta observar a V. E. cuan dignos de la admiración universal deben ser los
diversos acontecimientos que han sucedido en Venezuela en el corto período de
un año; y que si V. E. ha podido llevar al cabo sus empresas sin la cooperación
de los venezolanos, de aquellos que se han sacrificado siempre y sacrificarán
gustosamente por su libertad, V. E. las extenderá ahora de un modo que exceda
las esperanzas de ellos mismos.
Sírvase V. E. admitir con este motivo las más sinceras
protestas de mi consideración y respeto.
Caracas, 31 de diciembre de 1813, 3° de la
Independencia y 1° de la Guerra a Muerte.
TOMAS MONTILLA.
* De un impreso de época coetánea. Se publicó en dos
entregas sucesivas de la Gazeta de Caracas, Nos. XXXV y XXXVI,
correspondientes a los días lunes 24 y jueves 27 de enero de 1814,
respectivamente. La Comisión Editora no ha podido examinar el original
manuscrito de este documento. Sobre el firmante, véase la nota 10 del doc. N°
97, en la correspondencia oficial de esta Colección.
Notas:
[1] Como se puede
comprobar en esta misma Colección (véase los docs. N° 109 y N° 110, de la
correspondencia oficial), existen testimonios fehacientes que permiten situar
la llegada de Bolívar a Cartagena bastante antes del 14 de noviembre de 1812.
Por tal razón, la Comisión Editora ha considerado que las otras fechas citadas
en este párrafo y en los precedentes o siguientes, deben ser juzgadas con
espíritu crítico y confrontadas con diversos testimonios antes de aceptarlas.
[2] Rebautizada por
los republicanos Puerto Nacional de Ocaña.
[3] Es decir, la
ciudad de Ocaña. Véase la nota principal del doc. N°117, en la correspondencia
oficial.
[4] José Yáñez o
Yanes. Véase la nota 20 del doc. N° 229, en la correspondencia oficial.
[5] Ramón Correa.
Véase la nota 1 del doc. N° 118, en la correspondencia oficial.
[6] Manuel Cañas.
Véase la nota 1 del doc. N° 253, en la correspondencia oficial.
[7] El oficial español
José Martí. Véase la nota 1 del doc. N° 241, en la correspondencia oficial
[8] 2.Antonio Tízcar o
Tíscar. Véase la nota 4 del doc. N° 242, en la correspondencia oficial.
[9] José Félix Ribas.
Véase la nota 3 del doc. N° 127, en la correspondencia oficial.
[10] Francisco
Oberto. Véase la nota 4 del doc. N° 266, en la correspondencia oficial.
[11] Julián
Izquierdo. Véase la nota 2 del doc. N° 278, en la correspondencia oficial.
[12] Domingo de
Monteverde. Véase el doc. N° 97, nota 12, en la correspondencia oficial.
[13] El jefe realista
José Ceballos.
[14] José Tomás
Boves. Véase la nota 4 del doc. N° 382.
[15] Florencio
Palacios. Véase la nota 4 del doc. N9 527.
[16] Se refiere a
Boconó de Guanare. Véase la nota 16 del doc. N° 193, en la correspondencia
oficial.
[17] San Fernando de
Apure. Véase la nota 6 del doc. N° 292.
[18] Vicente Campo
Elías. Véase el doc. N° 192, nota 6, en la correspondencia oficial.
[19] Manuel Villapol.
Véase la nota 1 del doc. N° 329.
[20] Rafael Urdaneta.
Véase el doc. N° 145, nota principal, en la correspondencia personal.
[21] Véase la nota 10
del doc. N° 249, en la correspondencia oficial.
[22] Lo era Fernando
Miyares y González. Véase la nota 2 del doc. N° 184, en la correspondencia
oficial.
[23] Se refiere al
Lago de Maracaibo.
[24] Joaquín
Ricaurte. Véase la nota 4 del doc. N° 172, en la correspondencia oficial.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por participar y colaborar en la difusión de la Historia Militar.